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Viajero del ‘Brexit’, viajero más austero

En la Costa Daurada, zona habitual de veraneo de los británicos, se esperan presupuestos más ajustados

Marc Rovira
Unos ingleses viendo el partido de fútbol entre Islandia e Inglaterra en un pub de Salou
Unos ingleses viendo el partido de fútbol entre Islandia e Inglaterra en un pub de SalouJosep Lluis Sellart

Los visitantes británicos son el gran maná del turismo en España. De los 68 millones de extranjeros que llegaron de vacaciones el año pasado, 15,6 millones residían en Reino Unido. Son los más aficionados a las costas españolas, se alojan sobre todo en hoteles y son muy previsores. Buena parte de ellos realiza (y paga) sus reservas con meses de antelación. Esto último hace que, pese a las turbulencias que vive la libra esterlina por el Brexit, el sector turístico no prevea una bajada fuerte en la llegada de británicos este verano. Sin embargo, para lo que sí se preparan es para ver llegar a turistas más austeros por culpa de una libra depreciada que les lleva a tener presupuestos más ajustados.

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En julio de 2015 los turistas británicos que llegaron a España gastaron de media 912 euros por persona en su viaje, 103 euros al día. Reino Unido fue el principal emisor en Baleares y Canarias, pero en general, son clientes esenciales en todas las playas españolas.

La Costa Daurada, en Tarragona, ha invertido este año 900.000 euros en una campaña publicitaria. “Haz que vuelvan”, reza uno de los eslóganes destinados a la población autóctona, en un intento de concienciar para que den un trato agradable y sin picarescas que ayude a que el turista se sienta satisfecho y repita destino. Pero la cortesía ya no basta para fidelizar a los británicos. Tras el Brexit, la incertidumbre acecha al sector turístico.

Xavier Roig, presidente de la Asociación Hotelera Salou-Cambrils-La Pineda, cree que este año las previsiones en la Costa Daurada son óptimas en lo que a llegada de británicos se refiere. La venta de reservas en el mercado del Reino Unido está prácticamente cerrada, “en más del 90%”, apunta. Una de cada cinco camas de hotel está reservada para un británico. Roig vaticina que en términos de volumen, el Brexit no va a tener efecto para el sector turístico “ni a corto ni a medio plazo”. Cuestión distinta es el gasto. “Si la libra esterlina se ha devaluado un 9% con respecto al euro, es obvio que cada turista inglés viene con un 9% menos de dinero para gastarse aquí”, recuerda.

El turista británico pasa, de media, entre 8 y 9 días en la Costa Daurada. No tienen la fama de derrochadores de los rusos. Pero tampoco están considerados un visitante tacaño. Roig teme que este año se lo piensen dos veces antes de consumir o ir de compras. Y le preocupa la percepción que se lleven sobre los precios, ya que el factor comparativo es muchas veces determinante para elegir destino. Aun así, este hotelero recuerda que “afortunadamente”, la libra también se ha devaluado en relación con la lira de Turquía, competidor directo.

En la Costa Daurada la preocupación por evitar que los británicos dejen de llegar viene también alimentada por la decepción que ya vivieron con el mercado ruso. En 2012 y 2013 el sector llegó a orillar a mercados tradicionales como el inglés, el francés o el belga para mimar al acaudalado y gastador visitante de Rusia. Con la devaluación del rublo y las turbulencias financieras que todavía soporta la economía rusa, la llegada de turistas cesó (algunas fuentes cifran el descenso de reservas en el 50%). Los hoteleros volvieron a fijar la mirada al otro lado del Canal de la Mancha. Temen una segunda decepción.

En Salou, la indecisión es respuesta común cuando se trata de vaticinar qué consecuencias puede tener el Brexit. El municipio no es un mal lugar para recoger impresiones de británicos. Los hay por decenas. También son cuantiosos los bares y pubs que tratan de calmar la sed de los turistas. William Tay es natural de Londres pero lleva 15 años en Cataluña. Regenta un concurrido bar, local habitual de las rutas nocturnas de los muchachos ingleses que llegan para encadenar varias noches de fiesta. “Creo que el Brexit no va afectar al negocio, pero no me gusta”, dice. Cree que la caída de valor de la libra va a ser “temporal” y que el turista inglés va a seguir viniendo. Los británicos, apunta, van a tener que pasar por más filtros burocráticos y “mostrar más documentación”, pero insiste en que “les gusta demasiado esto como para no volver”.

Uno de los clientes de Tay es Mark Ledger. Natural de Leeds, vive y trabaja en Vila-seca y se acerca a los pubs de Salou para seguir los partidos de fútbol de la Eurocopa. “Por supuesto que estoy en contra del Brexit”, exclama. Lamenta que sus padres votaran a favor del Brexit alegando que hay demasiada inmigración. “¡Pero si yo también soy inmigrante aquí!", recuerda.

En Port Aventura la afluencia de británicos está consolidada. Fuentes del parque cifran en 250.000 el número de visitantes británicos e irlandeses recibidos en 2015. El parque dice que está “monitorizando” la evolución de las reservas, pero descarta que el Brexit vaya a tener efectos inmediatos. “Es el mercado que hace las reservas con más antelación”, justifica. En este sentido, y a diferencia de lo que sucede con el turista español, mucho más tardón, los paquetes ingleses para el verano 2016 están vendidos desde hace meses.

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