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Opinión
Texto en el que el autor aboga por ideas y saca conclusiones basadas en su interpretación de hechos y datos

Aprendamos del desvelo americano

Los Estatutos de la Fed y del BCE difieren: pero en énfasis. Europa ha hecho en 18 años casi lo que EE UU en dos siglos

Xavier Vidal-Folch
La presidenta de la Fed, Janet Yellen, ayer.
La presidenta de la Fed, Janet Yellen, ayer.JIM LO SCALZO (EFE)

La Reserva Federal es una máquina niquelada. Su potencia de fuego graneado para sortear crisis no tiene parangón: gracias a su (enorme, abrumadora) política monetaria expansiva EE UU se ha recuperado rápidamente de la Gran Recesión.

Gracias a su pulso de cirujano fino gradúa al milímetro su nueva ruta hacia una estrategia ligeramente más restrictiva. Quizá subir tipos en diciembre fue un error de precipitación: en todo caso, mínimo. Y ahora, prudente, se tienta la ropa del empleo menos boyante y de las estampidas del miedo al Brexit.

Algunos sostienen que el más eficaz secreto de la Fed es su mandato dual: "promover efectivamente los objetivos del máximo empleo" y de los "precios estables" (sección 2-a, Federal Reserve Act). Detalle: sus gobernadores traducen "máximo" (pleno empleo) por "sostenible" (admite paro friccional, el de tránsito entre perder un trabajo y lograr otro).

Y denigran al BCE por suponer que solo se ocupa de la inflación. Falso. Su "objetivo principal" es, sí, "mantener la estabilidad de precios". Pero "sin perjuicio" de ello "apoyará las políticas económicas generales de la Unión" (art. 127 del Tratado de la Unión) para cumplir los objetivos generales de "un desarrollo sostenible de Europa basado en un crecimiento económico equilibrado... tendente al pleno empleo" (art. 3.3) También es un mandato dual. Pero desigual, antepone la lucha contra la inflación al estímulo al crecimiento y el empleo. Hasta aquí, el mandato jurídico.

¿Qué hizo en la práctica? En su primer decenio (1998-2008) fue más retórico que estricto con la inflación: la media fue del 2,18% (frente al objetivo del 2%); por debajo solo estuvo el 30% del tiempo (Should the ECB target employment?, Pau Rabanal, Papers La Caixa, número 6, 2008). Pero con errores brutales. Subió tipos en vísperas de estallar Lehman.

Luego se diversificó, sobre todo desde 2011, creando una decena de nuevos grandes instrumentos, muchos pro-expansivos (chorros de liquidez, préstamos de último recurso, QE...), cuestionados sin éxito por el ultra Bundesbank (The ECB in the age of banking union, Darvas y Merler, Bruegel, 2013).

Y culminó con el discurso de Mario Draghi en Jackson Hole (22/8/2014), genial y escandalosamente dedicado al "Desempleo en la eurozona", donde asumió que "el alto desempleo y la cohesión social amenazada ponen creciente presión para que el banco central responda" (www.ecb.europa.eu). Y respondió con nueva liquidez y reclamando más política fiscal, otra herejía para la ortodoxia. Todo dentro del actual Estatuto, aunque si se hubiera mejorado —equiparando los dos grandes mandatos— quizá habría sido más fácil y rápido.

Aprendamos de EE UU. La historia no se mide en segundos. El mandato dual de la Fed (empleo e inflación) no es sino de 1978, con Jimmy Carter. La propia Fed data de 1913, era un banco público mandado por banqueros privados, lo presidía el más rico, JP Morgan.

Antes hubo 80 años de ausencia de política monetaria, caos, turbulencias, crisis, peleas agrarios/urbanos, Norte/Sur, la guerra civil de 1861-65. Y es que en 1836 un presidente demagogo, Andrew Jackson, abolió el Segundo Banco, creado en 1815, que acompañó un crecimiento trepidante. Pero el dólar era solo nominalmente una moneda común; lucía distinta cotización en cada Estado.

Antes, en 1811, el Congreso retiró la licencia al Primer Banco, y apenas pudo pagar el esfuerzo de la guerra antiinglesa de 1812. Lo había creado el primer secretario del Tesoro, Alexander Hamilton, en 1791, tras 15 años de independencia. En 18 años Europa/BCE alcanza, pues, casi el nivel que a EE UU/Fed le costó dos siglos: de 1776 a 1978.

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