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La Casa Blanca sugiere a Bruselas que dé flexibilidad fiscal a España

Jason Furman, asesor económico de Obama, pide una relajación de las reglas en la eurozona

Claudi Pérez

La Casa Blanca cree que la frágil recuperación europea obedece a errores en el diseño de la política económica de la eurozona. Y Estados Unidos advierte contra la tentación de volver a aplicar una nueva dosis de austeridad en países como España, Portugal y, en menor medida, Italia. “La Comisión Europea tomará sus decisiones”, pero la eurozona necesita “una aplicación flexible de las reglas fiscales en países como España y una expansión fiscal donde haya margen para ello”, explica en una entrevista con este diario Jason Furman, presidente del Consejo de Asesores Económicos de Barack Obama.

Jason Furman, presidente del consejo de asesores económicos de Obama.
Jason Furman, presidente del consejo de asesores económicos de Obama.Andrew Harrer (Bloomberg)

De una crisis mayúscula como la Gran Recesión nunca se sale con todas las plumas. La gestión de EE UU tras la quiebra de Lehman Brothers “fue imperfecta”, admite Furman, uno de los hombres fuertes del presidente Obama en asuntos económicos, junto a la presidenta de la Reserva Federal (Fed), Janet Yellen, y al secretario del Tesoro, Jack Lew.

Aun así, EE UU recuperó hace un lustro el nivel de PIB previo a la crisis “con una combinación de políticas fiscales expansivas, políticas monetarias extraordinarias y un rápido saneamiento en la banca”. “En Europa el ritmo fue muy distinto, en parte por problemas institucionales. Los estímulos se retiraron de forma prematura y dejaron paso a rápidas consolidaciones por la combinación de las reglas fiscales existentes, su interpretación y su aplicación. El BCE subió los tipos de interés en 2011, y solo ha adoptado un enfoque similar a la Fed en 2015 con las compras de activos. Y la limpieza de la banca europea fue desigual, con pruebas de estrés muy discutibles”.

Resultado: la eurozona ha recuperado en 2016 los niveles de PIB previos a la crisis, cinco años más tarde que EE UU y ocho años después del arranque de la Gran Recesión. “Y en renta por habitante sigue un 1% por debajo del nivel precrisis”, advierte Furman en una conversación con EL PAÍS mantenida en la sede de Bruegel, un influyente think tank bruselense.

Esa divergencia en el caudal de las recuperaciones a ambas orillas del Atlántico obedece a “elecciones políticas”, ataca el jefe del Consejo de Asesores Económicos. Pero eso, al fin y al cabo, es agua pasada: lo que preocupa de veras a la Casa Blanca es la posibilidad de que Europa esté a las puertas de repetir errores del pasado.

"La eurozona ha sorprendido al alza"

“El crecimiento ha vuelto y la eurozona es una de las escasas áreas económicas del mundo que han sorprendido al alza en 2016: no hay que caer en el alarmismo”. “Pero hay montones de riesgos. Y algo más de estímulo fiscal en Europa sería positivo para sortear los peligros de una recuperación aún incompleta”, añade.

Bruselas se debate entre la automaticidad de las reglas fiscales, que exigen mano dura con los incumplidores de las metas de déficit sea cual sea la situación económica (pese a las excepciones con Alemania y Francia hace unos años), y las advertencias del BCE, el FMI y EE UU, que piden un empujón fiscal para apuntalar la recuperación. España y Portugal se enfrentan a posibles multas y a la exigencia de ajustes adicionales, pese a que ambos países han hecho grandes esfuerzos y hasta anteayer eran —casi— alumnos modelo. Italia tendrá menos exigencias, pero también está en el ajo.

Las reglas son las reglas, aduce Bruselas. Washington no lo ve así: preguntado expresamente por España y los demás socios que se enfrentan a decisiones del Ejecutivo comunitario, Furman apunta que la Casa Blanca es partidaria “de una aplicación flexible de las reglas fiscales”, en todos los países señalados. Y reclama además “una expansión fiscal donde haya margen para ello”. “La decisión es de la Comisión”, recalca, “pero Europa debería hacer un clic en su política fiscal, con flexibilidad y estímulos. El plan Juncker es un buen primer paso en el capítulo inversor. La llegada de refugiados ha elevado algo el gasto. Pero hace falta más”.

La enfermedad económica de estos tiempos no es fácil de explicar; ni siquiera de bautizar. Larry Summers, ex secretario del Tesoro norteamericano, la denomina “estancamiento secular”. Ken Rogoff, de Harvard, teoriza acerca del “exceso de deuda”; Ben Bernanke habla de “exceso de ahorro global”; Paul Krugman, de “trampa de liquidez”.

Furman, en fin, cree que la crisis no encaja bien en ninguna de esas etiquetas. “A la corta, el problema es la demanda, como ponen en evidencia los bajos tipos de interés, la falta de inflación y el alto desempleo. A la larga hay problemas de productividad y desigualdad. La política debería jugar un papel resolviendo la insuficiencia de demanda, y tratar de ayudar en lo demás”.

Furman vuelve una y otra vez a su mensaje central: ve clara y distinta la necesidad de estímulos ante la débil recuperación y los riesgos procedentes de los emergentes, básicamente de China, que puede provocar formidables dolores de cabeza. No piensa que la crisis del euro pueda volver por sus fueros, pese a una sucesión de jaleos políticos inquietantes: el Brexit, Grecia, la situación de la banca italiana y la inestabilidad política en España, junto a los riesgos geopolíticos de la vecindad europea. “Si se aplican las recetas adecuadas, el desempleo seguirá retrocediendo y el PIB continuará al alza. Pero Europa debería evitar la complacencia”, afirma. ¿Y España? ¿Es vulnerable a un cambio en el denominado sentimiento del mercado? “El paro y la deuda son elevados. Yo mantendría los ojos bien abiertos”, tercia.

La Casa Blanca sabe perfectamente que sus recetas para Europa topan con Berlín. EE UU acaba de poner bajo vigilancia a Alemania por su abultado superávit comercial, que supera el 8% del PIB y dificulta el reequilibrio de la economía global, y ya no digamos de la europea. “Alemania ha entendido que su inversión es demasiado baja: sus economistas piden inversión pública en infraestructuras y estímulos para incentivar la inversión privada.

Ese modelo de crecimiento no es replicable. Podría ser incluso insostenible para la propia Alemania en un mundo de demanda global tan débil. Pese a los esfuerzos de los bancos centrales, la demanda global es limitada y esos superávits tan grandes en algunos países tienen efectos negativos sobre el resto del mundo”, cierra con un dardo final dirigido hacia la Puerta de Brandenburgo.

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Sobre la firma

Claudi Pérez
Director adjunto de EL PAÍS. Excorresponsal político y económico, exredactor jefe de política nacional, excorresponsal en Bruselas durante toda la crisis del euro y anteriormente especialista en asuntos económicos internacionales. Premio Salvador de Madariaga. Madrid, y antes Bruselas, y aún antes Barcelona.

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