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Columna
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Ni el PP ni Podemos se toman en serio Europa

Podemos e Izquierda Unida se suman a ese ruido adolescente con un improvisado papel programático que ignora o desprecia el escenario europeo

Xavier Vidal-Folch
Alberto Garzón y Pablo Iglesas, tras acordar ir juntos a las elecciones.
Alberto Garzón y Pablo Iglesas, tras acordar ir juntos a las elecciones.Jaime Villanueva

La cacofonía, disonancia o discordancia es peligrosa en política económica. Confunde al personal. Ahora pende sobre España la amenaza europea de una sanción por incumplir, con burla, sus objetivos de déficit. Y el Gobierno la afronta disonante.

Mariano Rajoy promete en carta a Bruselas incrementar la austeridad (ajena): ampliar un año el diktat a las autonomías de la no disponibilidad de créditos. García-Margallo reconoce con gracejo que "nos hemos pasado cuatro pueblos en el tema de la austeridad". A lo que Luis de Guindos replica que "hay que seguir reduciendo el déficit".

Podemos e Izquierda Unida se suman a ese ruido adolescente con un improvisado papel programático conjunto (Cambiar España: 50 pasos para gobernar juntos) que ignora o desprecia ese escenario europeo.

Los siete folios que despacha a la política económica sonrojan. Intelectualmente, pues políticamente, como decía Gil de Biedma, ya todo se comprende. Al drama del déficit ninguneado por el PP, el podemismo le contrapone receta inconcreta: un "ritmo de reducción del déficit significativamente más paulatino que el planteado por la Comisión Europea", ¡sin conocer la posición definitiva de Bruselas!

La idea se basa en aumentar tres puntos (30.000 millones/año) los ingresos fiscales: receta que sustentó el programa electoral de gasto adicional de 96.000 millones de Podemos, su rebaja a 62.000 cuando decía que pactaría con el PSOE, y que ahora ya no calcula.

Y sin conocer el calendario de Bruselas, lo pospone "al final de la legislatura", lo que valida no hacer nada en cuatro años (pero sin decirlo). Con estas bromas, ya sabemos cómo la izquierda radical logra lo imposible —en la senda de Grecia—, empeorar la herencia de la derecha más incumplidora.

El opúsculo no se queda antiguo y lejos de todo lo que se cuece en Europa solo porque ignore que la flexibilización del Pacto de Estabilidad ya está en marcha. Sino porque propone cambiar el Estatuto del BCE para que consagre como objetivos el crecimiento y el empleo, cuando ya figuran en él: ¡lean, por favor! Y pide que actúe como "prestamista en última instancia" de los Gobiernos, cuando precisamente en eso consiste la quantitative easing de Mario Draghi. Y ¿qué decir de la patriotera apelación a "nuestra soberanía" para denigrar los tratados comerciales en discusión?

Además, el papel conjunto traiciona los separados. Olvida igualar rentas de capital y de trabajo en el IRPF; el impuesto antisuntuario; la prescripción lenta del delito fiscal; y la quita de la "deuda odiosa" del programa de IU. Y la vuelta a la jubilación a los 65, la inversión prioritaria en I+D y el marginal del IRPF al 55% de Podemos. Si no aclaran en qué queda todo eso, quien les vote no sabrá lo que vota.

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