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Sacyr busca nuevos horizontes

A dos meses de acabar las obras en Panamá, la constructora se aferra a los pedidos

María Fernández
Vista el pasado mes de enero de la vertiente Atlántica del canal de Panamá, obra liderada por Sacyr.
Vista el pasado mes de enero de la vertiente Atlántica del canal de Panamá, obra liderada por Sacyr.

El Corte Culebra, la franja de 13 kilómetros excavada por el hombre que atraviesa la cordillera central de Panamá para conectar el Atlántico con el Pacífico, ya está lista para que transiten por ella los buques “neopanamax”, con capacidad para transportar 13.000 contenedores. Sacyr, que encabeza el consorcio constructor (Grupo Unidos por el Canal) para dotar de esclusas el "tercer carril" de la vía de comunicación marítima, hace la cuenta atrás para la inauguración, prevista para el 26 de junio. El 98% del proyecto para abrir el tercer juego de esclusas del canal ha sido ejecutado: 40.000 obreros han dejado su huella desde que comenzaron las obras, en 2007. Ha sido un hito en la historia de la ingeniería civil y un calvario de retrasos, problemas, huelgas y enormes sobrecostes: la cuenta supera los 3.600 millones de dólares, por encima de los 3.118 millones del presupuesto inicial.

Al menos formalmente, la tensión entre el consorcio y el Gobierno panameño en el que también participan Impregilo de Italia, Jan de Nul (Bélgica) y Cusa (Panamá), parecen haberse disuelto. “Las relaciones son buenas”, zanja una portavoz de la constructora Española. Sin embargo en los despachos sigue la batalla para que Panamá reconozca al consorcio los gastos extraordinarios. Existen tres vías de reclamación establecidas en el contrato: una directa ante el Gobierno; una segunda ante la Junta de Resolución de Conflictos o DAB, donde se dirimen sobrecostes de 2.300 millones y el arbitraje internacional, la vía con más recorrido en la que, hasta ahora, sólo se ha presentado una única reclamación de 281 millones. “Asumimos que va a ser un proceso dilatado”, admite la española.

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La obra ha supuesto un punto y aparte en la historia de la compañía. La empresa que preside Manuel Manrique ha pasado unos años muy complicados tras la pelea con las autoridades panameñas —en la que tuvo que mediar la ministra de Fomento, Ana Pastor— y ha tenido que soportar una dura reestructuración. Ha cambiado su perfil de negocio; ha rebajado la deuda, ahora de 4.180 millones frente a los más de 18.000 que tenía a finales de 2007; y ha conseguido una cartera de pedidos de 5.062 millones sólo en construcción.

Su facturación crece: avanzó un 8,5%, hasta los 2.948 millones de euros, el año pasado. Pero sigue sin levantar cabeza en Bolsa. La venta del 77% de Testa a Merlin Properties el año pasado puede haber compensado las minusvalías por su participación del 8,48% en Repsol, pero la situación está lejos de resolverse: el precio de la acción está en 1,7 euros cuando el valor objetivo según los analistas debería elevarse a 2,4 euros.

El beneficio que consiguió en 2015, de 370 millones, vino marcado por la plusvalía de esta venta de Testa (de 1.280 millones de euros) que compensó el deterioro de Repsol, cifrado en 373 millones de euros. Pero, quiera o no, el rumbo de Sacyr está muy pegado al de la petrolera. En 2014 la cotización de Repsol estaba en 15,5 euros, lo que infería a la participación de Sacyr, —del 8,7% entonces— un valor de 1.899 millones frente a los 1.237 de 2015. Cualquiera de estos valores son muy inferiores al de compra, a 26,7 euros por acción, pero el grupo sigue considerando la empresa que preside Antonio Brufau como “una inversión estable a largo plazo” y no se ha planteado aceptar un precio o de venta por su paquete inferior a 15,66 euros por acción. Su cálculo está basado en las expectativas de la petrolera. “El principal catalizador de la acción seguirá siendo la evolución de Repsol”, señala en un reciente informe la dirección de Análisis del Banco Sabadell que ve como riesgos principales su todavía alto apalancamiento y el recorte de dividendos de Repsol en un 40%. El servicio del Banco cambió su criterio y recomienda a los inversores vender.

Sin embargo Sacyr tiene varios ases bajo la manga. La principal apuesta de la compañía está en el lado de las concesiones, con una cartera de 13.339 millones que engordó en 2.000 millones en 2015. Además, Sacyr todavía mantiene un 22,6% de Testa valorado en 317 millones. Y aún le quedan pendientes deducciones en su liquidación de impuestos por bases imponibles negativas de otros años de casi 300 millones.

Por lo que respecta a su evolución, su perfil cada vez más internacional (más de la mitad de su facturación se genera fuera de España) hace más equilibrado su balance. Y en cuanto a la deuda, la constructora está buscando vías alternativas a la bancaria: acaba de anunciar una emisión en la Bolsa de Irlanda de un máximo de 300 millones de euros en pagarés. También ha lanzado 54 millones en bonos colocados entre inversores institucionales a un interés del 4,7%. Su calendario de vencimientos no depara grandes sobresaltos hasta el 2018, cuando vencen 961 millones de euros.

Nuevos proyectos

La multinacional tampoco cree haber sufrido el coste reputacional por disparar el presupuesto de la obra en Panamá. “Hemos tenido la suerte de poder ejecutarlo con éxito, está claro que es un orgullo para nosotros, a partir de ahora seguiremos optando a nuevos contratos”, analizan en la constructora.

A medio plazo, en su plan estratégico dan preferencia a los mercados de EE UU, tanto en construcción como en concesiones y a Latinoamérica, donde han sido adjudicatarios de un puente en Colombia, la refinería de la Pampilla en Perú y el hospital de Querétaro en México. A principios de marzo, Sacyr se adjudicó un contrato para la construcción y mantenimiento de una desaladora de agua de mar en Sohar (Omán), por 1.095 millones de euros. “Oriente Próximo es un gran mercado en lo que respecta a desaladoras”, señala la compañía, que desarrolla soluciones de I+D en varios campos para optimizar el consumo de energía.

Despidos en dos países

Unos 4.200 trabajadores se quedarán sin empleo en Panamá en un par de meses, cuando termine la obra del Canal. El presidente del país, Juan Carlos Varela, está buscando soluciones para recolocarlos en proyectos públicos y privados de nuevas infraestructuras, pero a nadie se le escapan las consecuencias del fin de la obra para la economía de la región.

Sacyr, que ha llegado a tener 10.000 empleados en nómina, la mayoría panameños, también está pensando qué hacer con el material sobrante. “Se reutilizará o recolocará la maquinaria que sea viable” señalan en la empresa.

En España la poca actividad también ha tenido como consecuencia la adopción de medidas drásticas. Esta semana la empresa cerraba un acuerdo con los trabajadores para ejecutar un ERE que afectará a 327 personas de la división de construcción, el 25% de la plantilla total. El grupo tiene en el mundo 22.423 empleados.

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Sobre la firma

María Fernández
Redactora del diario EL PAÍS desde 2008. Ha trabajado en la delegación de Galicia, en Nacional y actualmente en la sección de Economía, dentro del suplemento NEGOCIOS. Ha sido durante cinco años profesora de narrativas digitales del Máster que imparte el periódico en colaboración con la UAM y tiene formación de posgrado en economía.

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