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El imperio del aluminio argentino

Aluar, un grupo siempre vinculado a la historia política del país, domina la producción

Fábrica de Aluar en Puerto Madryn, en la provincia patagónica de Chubut (Argentina).
Fábrica de Aluar en Puerto Madryn, en la provincia patagónica de Chubut (Argentina).
Buenos Aires -

Aluar es la única firma de Argentina que produce aluminio crudo y una de las más importantes de América Latina. Como cualquier empresa con una posición dominante en el mercado, es una de las cotizadas más atractivas de la Bolsa de Buenos Aires y su mayor o menor valor depende casi exclusivamente del de su producto estrella. La empresa despierta tanto interés en la prensa como la familia propietaria, los Madanes, involucrados desde hace varios años en una serie de disputas familiares por el mando del consorcio de empresas y la herencia del patriarca, Manuel Madanes, fallecido en 1988. Los hijos fueron objeto de denuncias e investigaciones por la gestión de capitales, obras de arte, acciones y otros bienes mediante operaciones offshore en las Islas Cook, Bahamas, Islas Vírgenes y Panamá, con conexiones a cuentas en bancos de Suiza. El escándalo saltó tras los datos sobre operaciones en paraísos fiscales a escala mundial distribuidos en 2013 por el Consorcio Internacional de Periodistas de Investigación (ICIJ).

La crisis derivó en un sinfín de denuncias en juzgados de Argentina, EE UU y Suiza, que acabaron apartando a los descendientes de Manuel de los mandos del grupo industrial. Uno de sus primos, Javier Madanes Quintanilla, tomó el control del consorcio hace unos tres años con el 70% de participación en Aluar y un poder semejante de otra gran compañía argentina, el fabricante de neumáticos Fate. Con un patrimonio valorado en 450 millones de dólares, se encuentra entre las 15 personas más ricas de Argentina.

Como ha ocurrido con muchas de las industrias clave de los sectores estratégicos, sobre todo en Argentina y América Latina, Aluar nació de la mano del Estado. La producción de aluminio primario en el país sudamericano se inició a comienzos de la década del 70, dentro de un programa público-privado de desarrollo de la industria cuyas operaciones se ubicaron en la localidad de Puerto Madryn, en la provincia de Chubut, a 1.400 kilómetros al sur de Buenos Aires.

En 1969, bajo la dictadura militar del general Juan Carlos Onganía, se ideó un plan con tres obras clave: una planta productora de aluminio en la Patagonia, con una capacidad instalada para desarrollar 140.000 toneladas anuales; una central hidroeléctrica sobre el río Futaleufú, a 500 kilómetros de Puerto Madryn en dirección a la Cordillera de los Andes; y un puerto de aguas profundas dentro del Golfo Nuevo. Este conjunto de emprendimientos constituyó un importante polo de desarrollo regional en la provincia del Chubut. La ciudad de Puerto Madryn, con sólo 6.500 habitantes a comienzos de los años 70, supera hoy los 80.000 pobladores.

Apoyo de la dictadura

La familia madanes controla Aluar y también el fabricante de neumáticos Fate

Otro gobierno de facto, el del general Alejandro Lanusse, concedió en 1971 a Aluar la construcción de la planta patagónica. Los adjudicatarios fueron los empresarios Manuel Madanes y José Ber Gelbard, con el objetivo de que estos apoyaran el llamado Gran Acuerdo Nacional, una estrategia de la Junta Militar para perpetuarse en el poder con el respaldo de políticos, sindicales y empresarios. Pero el intento fracasó tras la fuerte oposición que logró forjar desde el exilio en Madrid el ex presidente Juan Domingo Perón.

José Ber Gelbard acabó siendo en 1973 ministro de Economía durante el último mandato de Perón. Tras el golpe de Estado de 1976, el ex ministro y empresario decidió exiliarse a Estados Unidos, donde murió. Antes de eso dejó su imperio en manos de la familia Madanes, que también eran los socios mayoritarios de Fate, de la cual Gelbard tenía una pequeña participación. Bajo la dirección de los Madanes, el grupo de aluminio amplió sus negocios en el exterior, donde destina más del 75% de su producción. Aluar, que emplea a más de 2.300 personas, produjo 433.478 toneladas de metal y facturó más de 600 millones de dólares, según el último balance cerrado en junio pasado. Los productos del grupo abarcan desde el suministro de envases, pasando por los sectores de la construcción, electricidad y medicina, hasta equipos para el tratamiento de aguas.

La empresa fabrica rozando su capacidad total de 460.000 toneladas, y sus actividades comprenden desde la obtención del aluminio en estado líquido hasta su solidificación en los distintos formatos primarios y aleaciones de acuerdo a los requerimientos específicos de los clientes. En la actualidad, la planta productora de aluminio primario cuenta con ocho salas que albergan un total de 784 cubas electrolíticas (hornos en los cuales se obtiene el aluminio en estado líquido mediante el proceso de electrólisis). Se trata de un proceso que requiere un consumo muy grande de energía eléctrica.

Más del 50% de la producción mundial de aluminio (salvo la producción rusa y china) se realiza utilizando energía hidroeléctrica renovable. El consumo de Aluar, en base a las operaciones actuales de la planta, supera los 6,9 millones de megavatios anuales, equivalente a lo que gasta una ciudad de un millón y medio de habitantes en un año. La provisión de energía eléctrica para este proceso está cubierta por la Central Hidroeléctrica Futaleufú (bajo el control total de Aluar), que posee dos centrales térmicas de ciclo combinado y seis turbinas de gas. Aluar cuenta, además, con una fábrica de ánodos (un suministro básico requerido por el proceso electrolítico) cuya producción asegura el autoabastecimiento.

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