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Columna
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La ‘tasa Tobin’, en la UVI

La UE recorta su plan desde 2011 como si fuese un salchichón, mientras China y EE UU lo activan

Xavier Vidal-Folch

La tasa Tobin europea está en la UVI, amenazada de muerte. Y con ello languidece la esperanza de contrarrestar la especulación financiera superveloz a la que debería gravar. Y de paso recaudar algún dinero que compense el excesivo peso de la fiscalidad sobre la economía real, vía IRPF, IVA, Sociedades...

Quedan tres meses para salvarla y ponerla en marcha. Así lo decidieron oficialmente los 10 ministros de Finanzas comprometidos a aplicarla, entre ellos el de España, en los márgenes del Eurogrupo del día 7.

En realidad, lo que decidieron fue arrastrar penosamente los pies otro trimestre, cuando en diciembre ya habían optado por darle un fuerte tijeretazo. Entonces excluyeron su aplicación —a instancias entre otros, de España— a las compraventas de deuda soberana.

Ahora se preanuncia otro recorte, porque han decidido estudiar el impacto en los países “que trabajen fuertemente con los fondos de pensiones”, según el austriaco Hans Jörg Schelling. Otros dudan de si “la actual situación de los mercados financieros [tipos de interés negativos] es el momento oportuno”, como siembra el alemán Wolfgang Schäuble.

Igual que Luigi Pirandello retrató a Seis personajes en busca de autor aquí hay 10 Gobiernos a la caza de excusa para renegar de sus promesas: los tipos negativos que tanto dificultan a los bancos el trabajo en un entorno favorable a sus clientes se presenta como óptima.

Otra trampa saducea aduce que algunos Gobiernos (España, Eslovaquia) se inclinan a no decidir, porque están en funciones.

Peor será el año próximo, cuando Francia y Alemania celebren elecciones: ¿acaso esos períodos impiden tomas de decisiones muy importantes, sobre los refugiados o Turquía...? Busquen otra coartada, amiguitos. El francés Michel Sapin, al menos, fue claro: “Estamos en un punto muerto”.

La historia de la tasa Tobin en la UE es la del salchichón. Hace un lustro, en 2011, la Comisión confeccionó el primer proyecto: con tipos del 0,01% al 0,1%, según el activo, debía recaudar 57.000 millones. Londres la boicoteó aduciendo que perjudicaría a la City. Once socios sustituyeron en 2013 a los 27, en formato “cooperación reforzada” (primer corte de rodaja). Londres la retrasó recurriendo al Tribunal (segundo), que le quitó la razón.

Entre medio, se redujeron las operaciones sujetas, de todos los activos financieros se pasó a la compraventa de acciones y derivados (tercera loncha). Se cayó Estonia (cuarta). Y en vez de destinar el dinero al presupuesto común, iría a cada participante (quinta rodaja). La sexta eximió en diciembre a los bonos públicos.

Mientras, China se propone instaurarla para acabar con la especulación del yuan y moderar las fugas de capital (EL PAÍS, 15 de marzo).

Y los candidatos demócratas de EE UU siguen sus pasos. Hillary Clinton, en más suave; Bernie Sanders, en más duro. Y la academia calcula y discute allí con pasión. Una tasa Tobin moderada recaudaría cerca del equivalente al 0,4% del PIB (Financial Transaction taxes, an overview, del Tax Policy Center). El 75% recaería en el 20% de los más ricos; el 40%, en el 1% de los superriquísimos. Arma redistributiva, amén de antiespeculativa.

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