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Columna
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Perder tiempo también cuesta dinero

Sin Gobierno, se dilapida el apoyo del BCE y otros vientos de cola porque no se lanzan reformas

Xavier Vidal-Folch

El mejor viento de cola exterior para impulsar la economía española sigue siendo la política de alta liquidez del BCE. El euro cotiza a niveles bajos. En los últimos 30 días ha oscilado entre 1,08 y 1,13 dólares. Lo que sigue facilitando las exportaciones y la reducción del coste de la deuda, y ayuda a desapalancar.

Pero otros vientos de cola apuntan signos de fatiga. La política algo más restrictiva de la Reserva Federal ayudaba al empuje del dólar y el reflujo del euro. Pero esa senda de momento está en modo descanso, a verlas venir.

El petróleo, que marcó mínimos este año, oscilaba hace 30 días en torno a los 30 dólares por barril, y ahora lo hace en torno a los 40. Aunque es poco plazo para evaluar sus dientes de sierra, no olvidemos que en esas semanas Irán ha vuelto a suministrar, lo que en teoría debería bajar o mantener los precios.

Y la coyuntura económica mundial —o sea, la de la mayor parte de los clientes— exhibe cada día algún dato de enfriamiento. El comercio global de mercancías se desaceleró por sexto trimestre consecutivo en el último de 2015, cayendo a su nivel más bajo desde 2009. Las importaciones de China disminuyeron en febrero un 8,8% sobre igual mes de 2015. La actividad manufacturera disminuye y la eurozona crece al ritmo más pausado de los últimos doce meses.

Así que los vientos de cola internacionales siguen soplando, pero con menor fuerza; por tanto, el sector exterior es menos auspicioso para el crecimiento. Y es bastante probable que aún soplen con menor intensidad. Incluso aunque no se produzca una nueva recesión.

La interinidad política es en esta fase perjudicial. No porque las tonterías domésticas provoquen males mundiales —obviamente, no es el caso—, sino porque es difícil tomar medidas y emprender reformas si no hay reformadores en plaza: incluso aunque se disponga de presupuesto (fallido, para Bruselas). Desaprovechar los vientos de cola del BCE —y los demás, aun declinantes— dilapida la decisiva ayuda externa y entorpece la reactivación.

Con razones, Luis de Guindos augura una "desaceleración", aunque "ligerísima". Baste un indicador recentísimo: la venta de viviendas retrocedió un 2,9% en enero (sobre enero de 2015), tras 16 meses consecutivos de alzas. Las salidas de capitales y las reconsideraciones de inversiones no forman aún tendencia compacta, pero sí cosquilleos molestos.

Por eso el eurogrupo reprochó el lunes al Gobierno español que no hubiese "adoptado ninguna medida" desde su análisis de noviembre; y la Comisión instó ayer al Ejecutivo a "tomar las medidas oportunas", tras un año de balneario, siesta y relajo.

Lo curioso es que la vigilancia de la UE es, al tiempo, un viento de cola. Lo ha sido entre 2013 y 2015, pues Bruselas permitió en ese trienio a España cerrar su déficit 11 puntos por encima de lo proyectado; y pues, le dio mayor margen. Pero España deberá argumentar y prometer reformas concretas en abril. ¿Cómo hacerlo, si no tuviese Gobierno? Perder el tiempo también cuesta dinero.

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