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La movilidad social se estanca en España con la crisis

Expertos debaten en sobre la desigualdad de oportunidades en el foro organizado por el Colegio de Eméritos y La Caixa

Alejandro Bolaños
Cuatro vecinos de el barrio de 'Los Pajaritos' de Sevilla, una de las zonas de menos renta por hogar de España
Cuatro vecinos de el barrio de 'Los Pajaritos' de Sevilla, una de las zonas de menos renta por hogar de EspañaPACO PUENTES

España es un país con una movilidad social —medida en este caso según las personas que mejoran, o empeoran, su posición relativa de ingreso— similar a la de la mayoría de países occidentales. En las comparativas internacionales, expuestas este martes por Olga Cantó, profesora de Economía de la Universidad de Alcalá de Henares, en el foro sobre desigualdad que organizan el Colegio Libre de Eméritos Universitarios y La Caixa, la sociedad española se sitúa cerca de Francia o Alemania, con una mayor movilidad que Estados Unidos, Italia o Reino Unido. Pero bastante menos que en los países nórdicos europeos (Dinamarca, Noruega, Finlandia), en los que menos determinante es el origen socioeconómico de la familia, “una de las mejores aproximaciones a la igualdad de oportunidades”, indicó Cantó.

Pero los últimos datos que maneja la especialista de la universidad madrileña, que se remontan a 2010, reflejan que “la primera parte de la crisis económico ha reducido la movilidad social en España”. Y, también, que lo que se ha producido un “aumento de la movilidad descendente [personas que retroceden a un grupo de renta inferior] y una reducción de la movilidad ascendente”. Si antes de la crisis, el 31% de los españoles se mantenía en el mismo grupo de renta durante el periodo analizado, en los primeros años de crisis esa proporción se elevó al 34%. Y, si antes de la Gran Recesión, eran más los que ascendían de grupo de renta que los que descendían, ahora las tornas han cambiado.

En el debate, el tercero del ciclo sobre desigualdad que se celebra en el Caixaforum de Madrid y modera Luis Ayala, catedrático de la Rey Juan Carlos, se plantearon dos cuestiones críticas: “¿Va a ser el bienestar de los jóvenes de hoy peor que el que disfrutan sus padres? ¿Son los ricos de hoy los hijos de los ricos del pasado?”. Las enunció Guillermo López Casasnovas, catedrático de Economía de la Universidad Pompeu Fabra. Advirtió aquí el también consejero del Banco de España contra la tentación de restringir el problema a una cuestión de ingresos, algo en lo que coincidió Cantó.

“Aquí deberíamos hablar de bienestar, y no solo es un problema de renta, ni de las políticas públicas que se implementen, también de cómo funcionan en España el mercado laboral, el de la vivienda o del crédito”. Un funcionamiento que penaliza a los jóvenes, que tienen cada vez más difícil emanciparse. Y que, en el caso del mercado de trabajo, la profesora Cantó relacionó la precariedad con situaciones de pobreza “transitoria, pero recurrente” que son mucho más frecuentes en España que en otros países europeos, incluso que en aquellos con mayores tasas de pobreza crónica, como Portugal.

López Casasnovas indicó que, ante retos como la pobreza extrema en algunos colectivos de mayores —“todo se enfoca a la mejora del ingreso medio del pensionista, que efectivamente ha aumentado”—, o el de la inserción laboral de los jóvenes, “las política públicas siguen a piñón fijo”. A preguntas del moderador, el economista abogó por un aumento del impuesto de sucesiones. “Tendría sentido que financiase una política de dependencia más potente”, indicó. También se mostró favorable a gravar mucho más las ganancias del capital, “cuando éste deje de destinarse a usos productivos”. Y más allá del repunte de la desigualdad, mostró además su preocupación por “una polarización que haga desaparecer la clase media, que es la que facilita la cohesión social”.

Por último, el sociólogo Víctor Pérez-Díaz, presidente de Analistas Socio-Políticos y antiguo catedrático de la Complutense, animó a una perspectiva “más amplia”, en la que destacó que la participación ciudadana “activa y discerniente” en los asuntos colectivos para “definir las políticas públicas necesarias” es más débil que en otros países que brindan más igualdad de oportunidades.

Pérez-Díaz abundó en la comparación con Dinamarca, —“no la de Hamlet, sino la de nuestros sueños”—, que reiteradamente esgrimen académicos y partidos políticos como modelo. “Podemos encontrar pistas muy interesantes en los recursos socioculturales que tiene cada país”, indicó, para concluir que esos “intangibles” sitúan a la sociedad danesa en un nivel superior: activación cívica, tiempo utilizado en espacios de debate y asociacionismo, emancipación temprana, experiencias dignas de trabajo, grado de confianza en las instituciones, libros leídos o prácticas artísticas.

“En España se ha mejorado, pero tenemos que querer más. Y durante los últimos 40 años la entrega de la resolución de los problemas a las élites políticas ya la hemos ensayado”, planteó Pérez-Díaz. Los ponentes coincidieron en el papel esencial de la educación en la igualdad de las oportunidades. Y reconocieron los esfuerzos hechos para elevar la escolarización. Pero también, la necesidad de mejorar en la calidad de la enseñanza. “El diablo, o Dios, está en los detalles”, insistió el sociólogo.

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