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La inflación sube una décima pero mantiene la presión sobre el BCE

La inflación cierra 2015 en el 0,2%, muy lejos del objetivo de Fráncfort

Claudi Pérez
El presidente del eurobanco, Mario Draghi, en Frankfurt (Alemania), el 19 de enero de 2016.
El presidente del eurobanco, Mario Draghi, en Frankfurt (Alemania), el 19 de enero de 2016. Martin Leissl

"Por debajo pero cerca del 2%", el mandato único del Banco Central Europeo (BCE), empieza a ser simple y llanamente "cerca del 0%". La inflación cerró 2014 en la zona cero, con un ligero repunte de una décima en diciembre para situarse en el 0,2%, muy lejos del sacrosanto objetivo de Fráncfort. Hasta 12 países europeos –entre ellos España– registran caídas de precios. El BCE se reúne el jueves y nadie espera grandes cambios en su política monetaria, a pesar de que en la última reunión del año pasado barajó ir aún más allá en los tipos de interés negativos de su facilidad de depósito (el Eurobanco cobra a las entidades financieras por dejar su dinero ocioso en Fráncfort) o ampliar aún más su programa de compra de activos, el QE europeo, de 60.000 millones de euros al mes.

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El BCE de Mario Draghi lleva tres años de incumplimientos flagrantes. Su batería de medidas extraordinarias –diluvio de liquidez, tipos al 0% y programa de compras a la americana pese al disgusto de los alemanes– evitó que la crisis del euro fuera aún más severa y se llevara por delante a muchos países. Pero la versión europea del QE sigue sin dar los resultados esperados. Ha dado grandes alegrías a los mercados, y mantiene los tipos de interés de la deuda muy abajo, lo que supone un formidable respiro para los Gobiernos. Pero no consigue tirar hacia arriba de la inflación en medio de un empacho de deuda en Europa y algo parecido a una trampa de liquidez, en la que por más que se relaja la política monetaria ni la inflación ni el PIB terminan de salir del letargo.

El BCE hace meses que se fija tanto en el IPC como en la tasa subyacente, sin los elementos más volátiles: alimentos y petróleo. Pero ni siquiera en ese indicador hay buenas noticias. El núcleo de la inflación, sin contar el desplome de los precios energéticos ni los vaivenes de los precios alimentarios, cerró 2015 en el 0,9% por el desplome del petróleo; lleva más de un año rondando la tasa del 1%, muy lejos también en ese caso del 2% de objetivo.

Y aun así nada hace presagiar grandes cambios. El precio del barril de petróleo, en torno a los 30 dólares, impedirá al BCE cumplir con sus previsiones, que pasan por una inflación del 1% este año. La eurozona ha mostrado cierta resistencia a los shocks externos, con el QE permitiendo una depreciación del euro que permite tirar de las exportaciones o al menos contener la caída ante el declive del comercio mundial. China y los emergentes son otra fuente de debilidad.

Draghi no tiene muchas opciones: podría elevar el volumen de compras mensuales, pero para eso tendrá que enfrentarse al Bundesbank alemán, que se niega en redondo a favorecer más estímulo. Podría rebajar la tasa de depósito, pero no está claro que eso vaya a tirar de la inflación: tiene más influencia sobre el tipo de cambio. El fantasma de la deflación sigue siendo improbable, pero Europa se enfrenta a un periodo de muy baja inflación, que puede tener efectos positivos sobre el bolsillo de los consumidores. Es en realidad un fiel reflejo de la enfermedad de la eurozona: una anémica economía que tras empacharse de deuda se enfrenta a un largo estancamiento a la japonesa. Los expertos recomiendan un mix de políticas monetarias y fiscales expansivas. El BCE está por la labor. Pero la política europea sigue a otra cosa.

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Sobre la firma

Claudi Pérez
Director adjunto de EL PAÍS. Excorresponsal político y económico, exredactor jefe de política nacional, excorresponsal en Bruselas durante toda la crisis del euro y anteriormente especialista en asuntos económicos internacionales. Premio Salvador de Madariaga. Madrid, y antes Bruselas, y aún antes Barcelona.

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