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Cómo cambiar de banco y no desfallecer

En la relación con una entidad es crucial mantener la libertad como cliente

Cuantos más productos tenga contratado el cliente, más improbable es que cambie de entidad.
Cuantos más productos tenga contratado el cliente, más improbable es que cambie de entidad. Javier Lizón (EFE)

El sistema bancario español ha sufrido modificaciones drásticas en estos años de crisis. Y uno de los aspectos clave es la relación con el cliente. La comercialización de ciertos productos (las preferentes), y las malas prácticas en otros (los suelos hipotecarios), han aumentado la desconfianza de los ahorradores. Pero lo negativo tiene una vertiente positiva: se olvida la relación “paternal” con la entidad y se busca el mejor servicio, aunque este proceso no es siempre sencillo.

El cambio de mentalidad coincide con una reestructuración que en su cara más visible se resume en compras de bancos y cierres de oficinas. En esta transformación, el ahorrador puede verse afectado y sentir que los cambios le suponen un coste económico. De este modo, se puede encontrar en el corto plazo con un peor servicio —menos oficinas y más masificadas— sin que esto repercuta en un descenso de las comisiones que paga. El precio de los servicios está entre las principales razones para cambiar de banco. La rentabilidad ofrecida para los productos es importante, pero mucho más lo es el coste en la operativa diaria, un nicho que enfrenta a bancos que ofrecen los servicios básicos gratuitos con aquellos que cobran comisiones.

Aunque el modelo de banca comercial es bastante “universal” y cubre casi toda la gama de productos, puede que en una entidad no se encuentre lo que se necesita o que para un mismo producto se ofrezcan peores condiciones. Asimismo, el servicio está muy relacionado con el trato recibido. Muchas entidades pequeñas crecieron a golpe de abrir oficinas y ahora, con su cierre, han limitado la cobertura. En todos estos casos suele ser conveniente mudarse de entidad.

Existe libertad para cambiar de banco pero hay barreras que lo impiden o dificultan. Cuantos más productos tenga el usuario contratados, más se reduce la probabilidad que se cambie de entidad. Cambiar una cuenta corriente es fácil, y el banco de destino hasta se encarga de asumir las domiciliaciones de los recibos. Para los productos de inversión tampoco es complejo; incluso un plan de pensiones tiene entre sus puntos fuertes el poder traspasarlo a otras empresas.

El gran obstáculo

Pero, ¿qué ocurre con una hipoteca? Los préstamos con garantía hipotecaria se han convertido en el gran obstáculo para irse a otra entidad. La migración no sólo conlleva gastos, sino que ahora mismo las condiciones ofertadas son en su mayoría infinitamente peores que las que había hace años. Si se cambia una hipoteca a Euríbor +1,50% a una a Euríbor +0,50% y, además, hay que pagar gastos por ello, el cliente acaba obligado a “casarse” con el mismo banco. Además, se exige tener una cuenta corriente donde domiciliar los pagos. En el traspaso de hipotecas debe analizarse bien si se consigue un claro beneficio mes a mes. Si es así, se podrán compensar los gastos que siempre conllevan una subrogación hipotecaria.

Al margen de esta atadura indirecta, existe otra mucho más directa: firmar una vinculación a cambio de contraprestaciones. El cliente, muchas veces, ni siquiera se da cuenta. Un ejemplo son las cuentas corrientes en las que se recibe un ordenador, televisor o cualquier regalo por domiciliar la nómina. A cambio, exigen que esta se mantenga por periodos que generalmente llegan hasta los 24 meses. Al no hacerlo, habrá que devolver el contravalor monetario del producto según se refleje en el contrato. Lo mismo pasa con los traspasos de planes de pensiones que “dan” un porcentaje del dinero traspasado (generalmente un 3%). Esta operación está sujeta a que no se vuelva a traspasar el plan hasta transcurrido un determinado tiempo (de 18 a 24 meses como norma general).

Desde que empieza la relación con el banco es necesario procurar no hipotecar la libertad como cliente. ¿Cómo? En primer lugar, optando por entidades cuyos servicios de forma global sean económicos. Y, a la hora de contratar un producto financiero tan importante como la hipoteca, no hacerlo a la ligera. Una práctica general es unirse al préstamo que el constructor ha negociado con la entidad financiera. Esto debe hacerse si la oferta es beneficiosa y se necesita.

Tampoco hay que cerrar la cuenta de golpe. Aunque la entidad de destino realice los cambios de domiciliación, muchas empresas de servicios tardan en ponerse al día. En el caso de traspaso de productos de inversión (fondos, planes), el banco que recibe los fondos es el encargado de gestionar el cambio. El proceso igualmente depende de la entidad de origen, pero no suele demorarse más de una o dos semanas.

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