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Uganda, en construcción

El Estado centroafricano pone en marcha ambiciosos proyectos de infraestructuras

Un trabajador transporta un tambor de acero en una carretilla en Kampala (Uganda).
Un trabajador transporta un tambor de acero en una carretilla en Kampala (Uganda).Christopher Garris

¿Son aplicables las recetas del FMI en un remoto país del centro de África con 38 millones de habitantes? A juzgar por los números de Uganda, sí. El país ha registrado una de las tasas de crecimiento más altas del continente. Algo sorprendente dado que el país, sin grandes recursos minerales, ha vivido de sus exportaciones agríco­las. El país, tristemente célebre por la sangrienta dictadura (1971-1979) de Idi Amin Dada, lleva creciendo a buen ritmo desde 2001, muchas veces superior a una media del 5% anual. Los expertos, incluidos los del FMI y el Banco Mundial, sostienen que la estabilidad política vivida y las recetas macroeconómicas impuestas desde el exterior han sido el pilar de este avance económico.

La estabilidad se debe al presidente, Yoweri Museveni, que llegó al poder en una situación catastrófica provocada por los sucesivos regímenes de Amin y Milton Obote, y por los desastres que él mismo había contribuido a crear al frente de su guerrilla, el Ejército de Resistencia Nacional. Así que en 1987, una vez en el poder, y a instancia de EE UU y Europa, el nuevo Gobierno invitó al FMI y al Banco Mundial a intervenir. El Fondo obligó entonces a Uganda a abrir su economía y a adoptar una serie de medidas liberalizadoras tan ortodoxas que algunos llegaron entonces a calificar de una especie de laboratorio.

Se pusieron en marcha, a la par de un duro ajuste financiero, diversas políticas de apertura de las fronteras, fomento de las exportaciones y flexibilización del mercado de trabajo. Museveni no vaciló en utilizar la fuerza pública para aplicar su programa, especialmente contra la resistencia de los sindicatos. El país puso también en marcha un plan de privatización de empresas públicas, asistido por el Banco Mundial, y fue instado a invitar de vuelta a casa a los asiáticos expulsados por Idi Amin.

Demasiada pobreza

El resultado, aparte del crecimiento, son cuentas públicas bastante en orden, lo que le sitúa, según el FMI, en buenas y sanas condiciones para adoptar políticas de desarrollo más audaces y convertirse en un "tigre" africano. El Gobierno quiere convertir el país en un hub para África Oriental, por lo que ha empezado a promover la inversión exterior en la industria local, ofreciendo capacitación (en aumento) y sueldos bajos.

Pero pese al "éxito", el país sigue, aun así, sin resolver su principal problema, la pobreza. Cerca del 65% de la población vive con menos de dos dólares al día, y el estado de sus infraestructuras sigue siendo africano. Solo el 14% de su población tiene acceso a la electricidad. Además, la situación económica se ha complicado debido a varios factores, uno de ellos el hundimiento de los precios de las materias primas. El café, responsable del 22% de las exportaciones del país, ha caído un 40% en 12 meses.

El peso de la industria es nimio, consecuencia, según los críticos, de las políticas liberalizadoras del FMI, que permiten que el mercado esté inundado de productos industrializados baratos, especialmente chinos. Solo el 8% de los ugandeses están empleados en negocios registrados. El grueso de la población vive de la agricultura y la economía informal, un enorme problema cuando la población activa del país crece a tasas del 4% al año. Unos 20 millones de nuevos trabajadores se incorporarán al mercado de aquí a 2040. Para enfrentarse a esos problemas, Uganda ha empezado a invertir en infraestructuras, con varias obras de gran calado en marcha tanto en generación de energía como en redes de transporte, con capital privado y público (tanto del Gobierno como de instituciones internacionales). Está en marcha la construcción de una autopista entre el aeropuerto de Entebbe y Kampala, un contrato adjudicado a empresas chinas.

Con la ayuda del FMI, el país invertirá 11.000 millones de dólares en los próximos 10 años para construir centrales eléctricas y redes de transmisión, con los ojos puestos en la exportación de energía. Isolux Corsán y Gas Natural están participando en estos proyectos. Y luego está el petróleo. En 2006 se descubrieron reservas de crudo y gas de alrededor de 6.500 millones de barriles, que empezarán a salir a los mercados entre 2018 y 2021.

El problema es que Museveni se enfrentará a unas elecciones a principios de 2016 y no parece que en sus cálculos entre la posibilidad de perderlas. Oficialmente, el Movimiento de Resistencia Nacional del presidente se hizo con el 70,1% de los votos en el Parlamento en las elecciones de 2011. Sin embargo, pese a que los organismos internacionales de Derechos Humanos consideran que las últimas cuatro elecciones fueron fraudulentas, Museveni se ha negado a crear una comisión electoral independiente.

Huelga decir que Uganda figura en clasificaciones como la de Freedom in the World como país "no libre". Medios de comunicación internacionales como la BBC han documentado repetidamente la fuerte represión a la que el Gobierno de Museveni somete a los opositores. El Ejecutivo ha aprobado una ley de orden público que prohíbe las reuniones de más de tres personas sin autorización.

Malas cosechas

A esta inestabilidad política se le suma la económica. Las lluvias torrenciales provocadas por el fenómeno El Niño han dañado las cosechas, lo que ha hecho subir el precio de los alimentos. Si a eso le sumamos la caída del chelín, la moneda local —que encarece los bienes importados—, y los enormes gastos del Gobierno (en año electoral), la inflación se ha disparado hasta el 9%, creando problemas graves de subsistencia a la población con menos recursos. Mientras, los tipos de interés se han disparado hasta el 20%, complicando hasta niveles imposibles la continuidad de muchas empresas y negocios.

Todo ello ha generado una gran intranquilidad. Muchas ONG no descartan un estallido de violencia contra el Gobierno. Para protegerse, Museveni dispone de una milicia de dos millones de personas, organizadas por la policía oficialmente para "parar la criminalidad". Un polvorín cuya explosión podría hacer regresar al país a lo peor de su pasado y bloquear de sopetón las buenas expectativas de que disfrutaba hasta ahora.

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