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El nordeste de Brasil busca socios

La región, la más pobre del país, apuesta por la logística y la energía

Thiago Ferrer Morini
De izquierda a derecha, Julián Núñez, presidente de Seopan; Wellington Dias, gobernador de Piauí; Flávia Marreiro, subeditora de EL PAÍS Brasil; Camilo Santana, gobernador de Ceará y Ted Lago, presidente del Puerto de Itaqui.
De izquierda a derecha, Julián Núñez, presidente de Seopan; Wellington Dias, gobernador de Piauí; Flávia Marreiro, subeditora de EL PAÍS Brasil; Camilo Santana, gobernador de Ceará y Ted Lago, presidente del Puerto de Itaqui. BERNARDO PÉREZ

“Parecía que el sol traía disuelto en su luz un veneno misterioso que vencía los cuidados más pacientes, resecaba la frescura de los regadíos y esterilizaba el poder nutritivo de la simiente, que tanto había costado obtener”. El clásico de Rachel de Queiroz, O Quinze, leído por generaciones de escolares, relataba así la feroz sequía de 1915, que arrasó el Nordeste de Brasil hasta tal punto que los afectados fueron recluidos en campos de concentración. Históricamente, el sol y el viento han sido el enemigo de esta tierra, aún hoy la más pobre del país y lugar de origen de millones de emigrantes que, durante décadas, han viajado a las ciudades del sudeste del país en busca de oportunidades. Pero cien años después de la tragedia, el sol y el viento empiezan a traer también riqueza y calidad de vida a la región. De esass posibilidades trató el foro El Nordeste de Brasil: infraestructuras y energías renovables, organizado por EL PAÍS en Madrid con el patrocinio del Puerto de Itaqui y los Gobiernos de los Estados de Ceará, Maranhão y Piauí.

El Nordeste está formado por nueve Estados (Alagoas, Bahía, Ceará, Maranhão, Paraíba, Pernambuco, Piauí, Rio Grande do Norte y Sergipe), en los que viven casi 47 millones de personas, más de una cuarta parte de la población de Brasil, pero que en 2013 representaban solo el 13,9% del PIB nacional. Sin embargo, entre 2000 y 2013 (último año del que hay datos precisos) la región creció un promedio del 4,9% anual frente al 4,2% del conjunto del país.

Y es aquí donde entran el sol y el viento. Gracias a un proceso de regularización de propiedades agrícolas y gestión más eficiente del agua, todo un cinturón semiárido que, hasta ahora, solo se utilizaba para la ganadería extensiva de bovino y ovino —el llamado cinturón MATOPIBA, por las siglas de Maranhão, Tocantins, Piauí y Bahía— ofrece enormes posibilidades climáticas para el cultivo de semillas, especialmente soja, que ha servido de motor económico para otras regiones del país. “Es un Ferrari biológico”, explicó el embajador de Brasil en España, Antonio Simões, durante la presentación del acto. “En tres años la producción de soja ha pasado de 70 millones de toneladas a 100 millones”.

Aunque el fin del megaciclo de las materias primas ha reducido el entusiasmo de cultivadores e inversores por la soja, para Ted Lago, presidente del Puerto de Itaqui, toda inversión dará frutos a largo plazo. “El mundo necesita de alimentos y no hay alternativas a las proteínas”, explicó. “Asia va a necesitar 60 millones de toneladas de soja más al año y el único país capaz de suministrarlas ahora mismo es Brasil”.

Las posibilidades aumentan cuando se sube por la cadena de valor. “Hay que pasar de los granos a la carne”, señaló el gobernador de Piauí, Wellington Dias. “Agregando valor a las proteínas, además, generamos empleos”, apostilló Lago.

FUERZA Y LUZ

Pero la verdadera riqueza del sol y del viento se saca a través de la electricidad. El Nordeste, históricamente la más árida de las regiones brasileñas, no ha podido depender de la energía hidroeléctrica al mismo nivel de otras zonas del país. Una dependencia, además, puesta en riesgo por el cambio climático. Entre 2012 y 2014, una sequía inaudita en la región sudeste del país puso a la generación de energía en alerta. Es un problema que no existe en el Nordeste, donde la elevada insolación —que en algunos puntos supera las 3.000 horas de sol al año— ofrece enormes posibilidades para establecer centrales fotovoltaicas. “Lo que no nos falta es sol”, consideró Dias.

El verdadero potencial, no obstante, está en la energía eólica. La franja costera que va desde la frontera entre Maranhão y Piauí y Rio Grande do Norte (de unos 900 kilómetros en línea recta) tiene condiciones ideales para la obtención de energía eólica. “No solo son las regiones del litoral”, señaló el gobernador de Ceará, Camilo Santana. “También en zonas de montaña, como la Chapada del Araripe”.

Brasil ya produce un 4,7% de su energía del viento, y de los cinco mayores Estados productores cuatro (Rio Grande do Norte, Ceará, Bahía y Piauí) están en el Nordeste. “Muchas empresas están instalándose en la región, no solo por su potencial, sino para abastecer de piezas a las centrales ya existentes”, señaló Santana. El Nordeste representa más de la mitad del potencial eléctrico brasileño, y el objetivo, dentro de los compromisos del país contra el cambio climático, es que la eólica llegue al 12% del total para 2025. Solo eso convertirá a Brasil en el segundo productor mundial.

El problema, como en tantas otras cosas, es de infraestructuras. Por un lado, lograr inversores privados para construir esas centrales renovables, para lo que tanto los Gobiernos federal como de los distintos Estados ofrecen diferentes términos de concesión y subasta. Luego, llevar esa energía a sus consumidores, tanto dentro como fuera de la región Nordeste. “Hay que integrar nuestro sector eléctrico con el resto del país”, apuntó Santana. En agosto, el Gobierno federal anunció inversiones de 39.000 millones de reales (9.500 millones de euros) hasta 2018 a través de la subasta a la iniciativa privada de 37.600 kilómetros de líneas de transmisión.

Los problemas de infraestructuras también se extienden a la logística. Aprovechar la situación privilegiada del Nordeste dentro del mapa de rutas aéreas y marítimas globales es uno de los objetivos. “El megaciclo de las materias primas puede haber acabado, pero la demanda sigue existiendo; el desafío es ahorrar costes”, apuntó Lago.

“El paralelo 16º sur divide el norte y el sur de Brasil; el norte produce el 60% de las exportaciones por volumen pero solo el 16% sale por aquí”, explicó. Puertos como el de Itaqui en Maranhão y Suape en Ceará (que también tiene previsto ser un polo siderúrgico de primer orden, con facilidades especiales para la exportación), necesitan inversiones para complementar a los saturados puertos de Santos y Paranaguá, en el sur del país.

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