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Un viaje en bici a París para combatir el cambio climático

Varios empleados de Iberdrola recorren a pedales los 1.200 kilómetros entre Bilbao y la capital de Francia para presentar un manifiesto en la Cumbre del Clima

Javier A. Fernández

¿Se imagina La Pedrera de Gaudí en primera línea de playa? ¿O El Puerto de Santa María sin la ciudad de Cádiz en el horizonte? Con el actual ritmo de emisión de gases la temperatura media global subiría entre 3,7 y 4,8 grados en 2100 respecto a los niveles preindustriales lo que radicalizará los fenómenos climáticos y provocará el aumento del nivel de los mares y océanos. Pero estos efectos ya son palpables desde hace tiempo.

El mar se ha elevado sobre la tierra casi ocho centímetros de media en todo el mundo desde 1992, de acuerdo con un informe reciente de la Agencia Aeroespacial Estadounidense, NASA. El deshielo de los casquetes polares por el aumento de las temperaturas es el responsable, según los expertos. Si la tendencia se mantiene durante los próximos años, ciudades costeras como Lisboa, Cádiz o Barcelona verían mermada su extensión. Y otras, como Miami o Venecia, y muchos Estados isleños podrían incluso desaparecer.

Los océanos no son la única amenaza para la civilización. La generación de fenómenos climáticos extremos, como inundaciones, sequías y ciclones, traerían problemas de gran magnitud a todas las poblaciones del Planeta. De los 28 fenómenos extremos registrados en la Tierra en 2014, la Administración Nacional Oceánica y Atmosférica de EE UU ha concluido que 14 de ellos fueron más violentos debido al cambio climático.

La conciencia ecológica ha tardado en penetrar en los programas electorales de los dirigentes mundiales y hasta ahora no se ha establecido una estrategia común efectiva para evitar el desastre. Un total 195 países, la mayoría de los Estados del mundo, están presentes en la cumbre del clima se celebra hasta el 11 de diciembre en París con el objetivo de llegar al primer acuerdo global contra el cambio climático en un momento de máxima alerta.

Pero al margen de los propósitos de los Estados, el sector privado está promoviendo sus propias iniciativas para reducir el impacto de su actividad en el medioambiente. El pasado día 20 de noviembre Iberdrola presentó su propio manifiesto contra el cambio climático en el que se comprometía a reducir sus emisiones en un 50% en 2030 respecto a las emisiones de 2007 “y de ser neutra en carbono en 2050”. La compañía eléctrica, que se declara partidaria del “acuerdo vinculante” en París, asegura que “el sector eléctrico es parte de la solución”

Este sector produce el 28% de las emisiones mundiales de CO2 y es uno de los principales consumidores de carbón, la fuente que más gases de efecto invernadero expulsa a la atmósfera. A pesar de ello, la mayoría de las potencias económicas han incrementado el uso de este mineral, muchas veces subvencionado, para generar energía.

“El modelo energético actual no es sostenible”, admite uno de los diez empleados de Iberdrola de diferentes partes del mundo que participan en una iniciativa de apoyo a la cumbre. Este grupo de trabajadores ha acudido a París en bicicleta en un viaje de más de 900 kilómetros que comenzó el pasado día 20 de noviembre el Bilbao, bajo el nombre "Just 2 Challenge (solo dos grados)". "Tenemos que concienciar a gobiernos, empresas, sociedad y a nosotros mismos", dice otro.

En 1997, el protocolo de Kioto fue el primer gran acuerdo que fijó metas para la reducción del CO2 liberado a la atmósfera. Kioto, que entró en vigor en 2005, ha superado sus expectativas con la reducción del 22% de las emisiones en los 37 países firmantes, muy por encima del 5% establecido como meta. Un resultado positivo si no fuera porque el pacto no fue rubricado por Estados Unidos y China, dos de las potencias que más gases contaminantes emiten. Ahora en París todos tienen una nueva oportunidad para llegar a un acuerdo que deje los cataclismos para las películas de ciencia ficción.

Debido a los gases de efecto invernadero que el hombre ya ha emitido, especialmente en el último medio siglo, las medidas que se adopten en París no podrán impedir el aumento de la temperatura global del planeta, pero al menos podrán limitarla a un tope de dos grados, que los expertos consideran suficiente para mitigar los efectos más feroces. Para ello, según sus conclusiones, se deberían reducir las emisiones entre un 40% y un 70% en todo el planeta entre 2010 y 2050. Y llegar a un nivel cero en 2100.

Aunque en esta ocasión las grandes potencias económicas parecen dispuestas a llegar a acuerdos, el aspecto más polémico girará en torno a si las medidas que se adopten serán de obligado cumplimiento de los Estados firmantes o solo recomendaciones. En este segundo caso, solo quedará el recurso a los compromisos voluntarios de reducción de emisiones. Hay muchos países que ya los contemplan en sus legislaciones. La propia UE se ha fijado unas metas concretas para 2030 independientemente de la cumbre.

Esta noticia, patrocinada por Iberdrola, ha sido elaborada por un colaborador de EL PAÍS.

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