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La inflación europea vuelve a zona negativa y fuerza a Draghi a actuar

Los precios en la zona euro cayeron en septiembre un 0,1% tras seis meses de subidas

Claudi Pérez

Las Bolsas están a punto de cerrar el peor trimestre desde 2011. El paro europeo sigue rondando el 11%, y con picos por encima del 20% en España y Grecia. La recuperación es frágil y desigual. Y ni siquiera el arma nuclear del BCE, las compras de bonos multimillonarias, son capaces de disipar definitivamente los riesgos de deflación. La Gran Recesión está viva y coleando; la crisis, lejos de terminar, sigue mandando señales alarmantes: los precios cayeron de nuevo a territorio negativo en septiembre, en lo que supone el peor trimestre desde 2012. El IPC del euro regresa inesperadamente al rojo seis meses después.

Las promesas del jefe del BCE, Mario Draghi –“la inflación se recuperará poco a poco a lo largo de 2015— se van quedando en nada. El índice de precios de consumo en la eurozona cierra septiembre en el -0,1%, dos décimas por debajo de agosto, por el desplome de los precios energéticos, que siguen en caída libre. La inflación europea vuelve a la misma situación preocupante del invierno pasado. Incluso sin los elementos más volátiles –energía y alimentos--, la inflación está por debajo del 1%, muy lejos del sacrosanto objetivo del 2% del BCE.

La inflación negativa no tiene por qué ser mala. Si las rentas se mantienen, eso ofrece más capacidad adquisitiva a los consumidores y empresas. Permite al continente recuperar competitividad. Es un reflejo de la necesaria devaluación interna que necesitaban algunos de los países del euro. Pero en economía no hay comidas gratis: la caída de precios refleja los males profundos de la economía europea, que lleva meses, quizá años, viéndole las orejas al lobo de un estancamiento a la japonesa, empachada de deuda y sin apenas tracción para lograr números dignos de la palabra recuperación. Además, los precios en negativo son generales: se producen en España y Grecia, que en teoría necesitaban esa devaluación interna para recuperar competitividad, pero se registran también en Alemania, lo que dificulta sobremanera el ajuste del Sur.

En España, la inflación cayó el 1,2% en septiembre, pero en Alemania el recorte fue del 0,2%; tres décimas en un solo mes. El BCE se vio obligado hace solo tres semanas a revisar a la baja sus previsiones. Y los analistas consideran que la nueva ráfaga de datos macroeconómicos (inflación negativa, débil crecimiento, presiones en el tipo de cambio y un largo etcétera) pueden obligarle a mostrar un mayor activismo.

Draghi ya anunció en septiembre que el BCE está listo para ampliar el tamaño o la duración del programa de compra de activos, de 60.000 millones mensuales hasta septiembre de 2016. La inflación subyacente (sin los elemento más volátiles) lleva meses rondando el 1%, lo que sugiere que el Quantitative Easing europeo, que opera desde marzo, apenas ha tenido un efecto de unas décimas de punto sobre los precios.

En la última reunión de banqueros centrales en Jackson Hole, los mandarines de la política monetaria lanzaron un mensaje complaciente: la inflación volverá a niveles del 2% poco a poco, de la mano de la recuperación en Estados Unidos y Europa. Eso era en agosto: en solo un mes, las expectativas son notablemente peores, básicamente por el sensacional pinchazo en las materias primas. Esa inflación negativa, en un continente tan dependiente del petróleo como Europa, es positiva.

La paradoja es que si persiste durante mucho tiempo o se profundiza, el continente se metería en una enfermedad económica peligrosísima. Estamos lejos de ese riesgo, dice el consenso de los economistas. Pero es probable que Draghi dispare de nuevo antes de final de año para aclarar el panorama.

Los expertos subrayan que la energía explica la evolución de los precios. El gas se ha abarato un 10% en lo que va de año y un 60% en el último año y medio. El barril de petróleo ha perdido la mitad de su valor en el último año. Los índices de materias primas han caído en torno al 15% en el trimestre, por la caída de la demanda en China. A pesar de las medidas no convencionales de política económica, ese reguero de datos hace muy improbable que el Eurobanco cumpla su mandato en mucho tiempo.

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Sobre la firma

Claudi Pérez
Director adjunto de EL PAÍS. Excorresponsal político y económico, exredactor jefe de política nacional, excorresponsal en Bruselas durante toda la crisis del euro y anteriormente especialista en asuntos económicos internacionales. Premio Salvador de Madariaga. Madrid, y antes Bruselas, y aún antes Barcelona.

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