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Latinoamérica mira a Brasil de reojo

La crisis política del mayor país de la zona se suma al frenazo económico regional

Thiago Ferrer Morini
Aleksandar Mijatovic

El antiguo primer ministro canadiense Pierre Elliott Trudeau comparaba la relación de su país con Estados Unidos como “dormir con un elefante. No importa lo amistoso o tranquilo que sea (...) te afecta cada sacudida y cada gruñido”. Es una frase que los países sudamericanos podrían aplicar a su relación con Brasil. Con casi la mitad de la población del continente y un 56% de su producto interior bruto, según el FMI, cualquier problema que afecte al gigante no puede sino golpear al resto de la región. Y con el país viviendo la suma de un frenazo económico y la peor crisis política desde 1993, no es de extrañar que la situación brasileña preocupe a los mercados vecinos.

El parón en la demanda de materias primas —sobre todo en China— y el alza de la inflación, que casi duplica el objetivo del 4,5% fijado por el Gobierno (a pesar de unos tipos de interés superiores al 14%) han hecho que el PIB tenga previsto contraerse este año y el que viene, según el Banco Central. Eso lastra las expectativas para toda la región. El FMI prevé un crecimiento latinoamericano de un —mediocre— 0,5% en 2015 y un 1,7% en 2016. BBVA Research es aún más pesimista, con una estimación del 0,2% y el 1,1%, respectivamente.

Para Daniela Ordóñez, analista de Euler Hermes Solunion, la situación brasileña no es muy diferente a la de otros mercados latinoamericanos. “Yo creo que Brasil tiene suficientes recursos para pasar este mal rato”, afirma.

Pero a los apuros económicos se le ha sumado la explosión de la operación Lava Jato, que ha revelado una intricada red por la que las mayores constructoras del país distribuían sobornos por todo el arco político a cambio de jugosos contratos en la petrolera estatal Petrobras.

La combinación de ambos factores ha supuesto un golpe devastador para la popularidad de la presidenta Dilma Rousseff y de su partido, el de los Trabajadores (PT), de centroizquierda. El domingo 16, alrededor de un millón de personas —una cifra importante para un país poco acostumbrado a las protestas callejeras— se manifestaron en varias ciudades brasileñas para mostrar su rechazo al Ejecutivo.

“Los inversores, tanto locales como extranjeros, están preocupados con la posibilidad de que la falta de respuestas políticas y el volátil trasfondo político e institucional pueda hacer que la situación pase de lo que es ahora mismo un complicado ajuste macroeconómico a una crisis pura y dura que será más ardua y perjudicial”, afirman en Goldman Sachs. Las agencias de calificación ya han dejado claro que si la crisis se prolonga, la deuda brasileña puede perder el grado de inversión que tiene desde 2008.

MERCADO DE DIVISAS

En pocos lugares la situación brasileña preocupa tanto como en Argentina, el principal socio comercial del gigante sudamericano en la región. Una cuarta parte de las importaciones argentinas viene de Brasil, que también es destino de más de un 20% de sus exportaciones. Una parte significativa de esas exportaciones se deben a la relativa debilidad del peso con respecto a la moneda brasileña. “Si el real se sigue devaluando, presiona al peso argentino y disminuye la demanda desde Brasil”, advierte Ignacio Corsiglia, operador de la Bolsa de Buenos Aires.

Esta inquietud no es exclusiva de Argentina. Todo el continente está a la espera de la subida de tipos de la Reserva Federal estadounidense, que encarecerá el dólar, la divisa de referencia en la región. La expectativa presiona a la baja las monedas locales. “La debilidad de los mercados de divisas preocupa por la posibilidad de que la inflación se transmita a los mercados vecinos”, explican en Citi. “Eso llevaría a los bancos centrales a ser más estrictos con su política monetaria”.

El bajón de las materias primas tiene una excepción. Las exportaciones de gas a Brasil desde Bolivia y Argentina no han disminuido; es más, han batido un récord histórico, según la brasileña Empresa de Investigaciones Energéticas (EPE, en sus siglas en portugués). La sequía de los dos últimos años, que ha hecho caer la producción hidroeléctrica —de donde viene la mayor parte de la energía que consume el país— ha obligado a las empresas energéticas a recurrir al gas para satisfacer la demanda.

En Argentina, el Ejecutivo de Cristina Fernández de Kirchner aplica barreras generalizadas a la importación, con lo que evita una inundación de productos brasileños abaratados por la devaluación del real, pero en las fábricas de componentes de coches advierten de que las montadoras presionan para que vendan más barato bajo la amenaza de reemplazarlas por competidores de Brasil.

INCERTIDUMBRE POLÍTICA

Argentina también vive un periodo de incertidumbre política ante las elecciones del 25 de octubre. Aunque el favorito en las encuestas, Daniel Scioli, se reivindica como heredero político de Fernández de Kirchner, hay expectativas de que la sucesión presidencial, sea con Scioli, sea con el centroderechista Mauricio Macri, supondrá un cambio en la política económica.

En el equipo económico de Scioli reconocen que la crisis brasileña ya está afectando a la provincia de Buenos Aires, donde el candidato peronista es gobernador. En esta provincia viven el 38% de los argentinos y está concentrada la industria del país, especialmente en el área metropolitana de la capital. “A Brasil le exportamos casi todo, desde bulones [tornillos grandes] hasta alimentos”, explican, “pero aún no hay impacto en el empleo porque el empresario no quiere perder el capital humano que formó. Por eso hay suspensiones (trabajadores que se quedan en sus casas y cobran solo una parte de la nómina por un tiempo determinado), pero no despidos”.

Pese a todo, la posibilidad de un cambio en la política económica despierta esperanzas entre algunos analistas. “La crisis brasileña no genera un contexto regional favorable, pero si Argentina hiciera las cosas bien podría estar mejor aunque Brasil no esté bien”, apunta Corsiglia.

Juan Pablo Ronderos, de la consultora Abeceb, también se muestra optimista: “Más que la devaluación, Argentina ya ha sufrido el parón de Brasil, desde las exportaciones industriales hasta las de vinos, limones y otras frutas”, explica. “Pero hay cierto beneficio: si el resto de Latinoamérica se deteriora y el próximo Gobierno argentino normaliza la relación con los acreedores y el FMI, Argentina puede quedar como el único lugar de esperanza para nuevos negocios porque en los años anteriores no aprovechó las oportunidades que tuvieron los demás vecinos”.

Venezuela también mira con preocupación la situación brasileña. Los gobiernos del PT han sido los grandes valedores políticos de Hugo Chávez y Nicolás Maduro en el hemisferio, y gracias a ese apoyo Venezuela logró su objetivo de convertirse en miembro de pleno derecho de Mercosur en 2012. En contrapartida, el país se ha convertido en un cliente privilegiado de las mercancías de su vecino del sur. Las exportaciones brasileñas han aumentado un 550% entre 1998 y 2011, con un promedio de 5.000 millones de dólares anuales, según la embajada brasileña en Caracas.

Pero más que al aumento de la demanda, el boom se debe a las propias deficiencias venezolanas. El Estado, el mayor importador en Venezuela, ha recurrido a empresas brasileñas para aprovisionar sus redes de abastecimiento con precios subvencionados. En los Estados del norte de Brasil, como Pará o Roraima, las exportaciones a Venezuela llegan a representar el 70% del rebaño bovino local.

Conforme se agudiza la crisis de suministro en Venezuela, también aumenta su hambre de productos brasileños, solo frenado por la caída en barrena de los precios del petróleo y la subsiguiente crisis de liquidez. Brasil, entretanto, se limita a comprar a Venezuela derivados del petróleo (65% de la factura de importaciones), en una desequilibrada balanza comercial en la que Brasil sale beneficiado.

CONSTRUCTORAS

Las implicaciones económicas del escándalo en Petrobras van más allá de sus consecuencias políticas. Las mayores constructoras brasileñas, como Odebrecht, Camargo Corrêa y Andrade Gutierrez, muy involucradas en la adjudicación de obras públicas en toda la región, han sido objetivo de las investigaciones de la operación Lava Jato.

Odebrecht es la séptima constructora de Colombia, con cinco obras públicas a su cargo, dos de ellas de las más importantes que se desarrollan en el país: mejorar la navegabilidad del río Magdalena y el acceso fluvial a Bogotá, una operación de 2.500 millones de dólares, y la ruta que conecta la capital con los puertos del Caribe. Cuando el pasado 19 de junio la Policía Federal detuvo a Marcelo Odebrecht, presidente de la constructora que lleva el nombre de su familia, el Gobierno colombiano cursó una consulta al Consejo de Estado por si correspondiese tomar medidas legales, entre ellas prohibir al Estado colombiano contratar con las empresas implicadas en el escándalo por 10 años.

El supuesto fraude también puede tener ramificaciones en Cuba, donde Odebrecht es la principal empresa detrás de la reconstrucción del puerto de Mariel y también responsable de construir la zona franca aneja, un negocio aún más jugoso tras el restablecimiento de relaciones entre el país caribeño y EE UU. Para Daniela Ordóñez, de Euler Hermes Solunion, la retirada de las inversiones brasileñas en Cuba es improbable pero, si se llega a producir, “será más un problema de Brasil que de Cuba”, considera. “Hay muchos países que quieren invertir allí”.

Con informaciones de Javier Lafuente en Bogotá, Alejandro Rebossio en Buenos Aires, y Ewald Scharfenberg en Caracas.

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