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Paraguay empuja su economía

Después de conseguir el mayor crecimiento de Latinoamérica tras Panamá, el país pretende enfocarse hacia un proceso de desarrollo que llegue a toda la población

Pocas veces llegan al resto del mundo noticias de Paraguay, un país un poco más extenso que Alemania pero con 7 millones de habitantes. Por eso tal vez no muchos sepan fuera de sus fronteras que en los últimos cinco años su economía fue la segunda que más creció en Latinoamérica, al 6,8% de media anual, solo por debajo de la panameña. Además fue el cuarto país latinoamericano que más puntos porcentuales redujo la pobreza en el último decenio, detrás de Perú, Bolivia y Brasil. Claro que Paraguay aún es el quinto país con mayor porcentaje de pobres en la región, con un 40,7%, según la Comisión Económica para América Latina y el Caribe (CEPAL). El desafío social supone uno de sus principales retos, al igual que la atracción de mayores inversiones en agricultura, industria e infraestructura.

“Paraguay es un gran productor de alimentos y una economía predecible de impuestos bajos, de energía limpia abundante y a precios muy competitivos, de lejos, los más bajos de la región, con una juventud altamente entrenable y de gran dedicación al trabajo”, argumenta el ministro de Industria y Comercio del Gobierno de Horacio Cartes, Gustavo Leite. Paraguay es el sexto productor mundial de soja -ha apostado por las plantaciones transgénicas, no sin conflictos por deforestaciones y desplazamientos de campesinos- y es el quinto mayor exportador de carne vacuna. Ha sufrido la inestabilidad institucional en 2012, tras la polémica destitución del entonces presidente Fernando Lugo (2008-2012), pero ha mantenido las mismas reglas macroeconómicas más allá de los cambios de gobierno del último decenio.

Este país socio de Mercosur (unión aduanera que también integran Brasil, Argentina, Venezuela y Uruguay, y que supone el 58% de la economía latinoamericana) “tiene un sistema tributario con tipos muy bajos para el impuesto a la renta y el IVA, lo que resulta atractivo para los inversionistas”, coincide Pedro Garay Armoa, economista del Banco Interamericano de Desarrollo (BID). Sin embargo, Garay admite que la recaudación tributaria debería crecer más: la de Paraguay es la quinta más baja de la región ya que supone solo el 16% del PIB. El economista del BID critica el elevado fraude, aunque destaca que el país ha elevado la recolección de impuestos porque en los últimos tres años, en los Gobiernos de Federico Franco (2012-2013) y de Cartes, ha emprendido reformas para la formalización de empleados, la creación del IRPF y de otro impuesto a la renta agrícola, la generalización del IVA en el campo y una mayor fiscalización.

Paraguay es uno de los países que más redujo la pobreza, que aún persiste en un elevado 40%

A la economista Verónica Serafini, excoordinadora de Economía Social del Gobierno de Lugo, también le preocupa que la baja recaudación tributaria “imposibilita políticas industriales u otras” y “además es inequitativa porque está basada” en impuestos como el IVA, por lo que “los pobres pagan el doble de impuestos con respecto a sus ingresos que los ricos”. “Debemos dejar de ofrecer a Paraguay como modelo extractivista y excluyente, como un país fácil para la inversión por los bajos impuestos y el bajo coste de la mano de obra y ofrecerlo por ser un país con seguridad jurídica, buena infraestructura y servicios públicos y mano de obra altamente calificada”, auguró Serafini, que además recordó que su país figura como el segundo país más corrupto de Latinoamérica, después de Venezuela, en la clasificación de Transparencia Internacional.

El elevado porcentaje de adultos en relación al de niños y ancianos dependientes constituye un motor para la economía paraguaya. Su PIB logró expandirse en 2014 un 4,5% y el Fondo Monetario Internacional (FMI) prevé que crezca otro 4% en 2015, pese a la caída de los precios de las materias primas, como la soja, y del estancamiento económico de sus vecinos Brasil y Argentina. Zafer Mustafaoglu, economista del Banco Mundial, atribuye la resistencia de Paraguay a una buena gestión macroeconómica. Su colega Daniel Titelman, director de Desarrollo Económico de la CEPAL, destaca el impulso al consumo y la inversión tanto pública como privada. El jefe la de misión del FMI en este país, André Meier, elogia que “la deuda pública se encuentra en un moderado 21% del PIB, la inflación es baja y las reservas internacionales son abundantes”. En 2013, Paraguay ha debutado con éxito en los mercados internacionales de deuda y además disponde de financiamiento de organismos multilaterales. Pero tanto Meier como Mustafaoglu advierten de que el contexto externo supone aún riesgos para la economía de Paraguay, del tamaño de Camerún y con una renta per cápita similar a Mongolia.

“El gran desafío de Paraguay es la disminución drástica de la pobreza extrema”, opina el ministro Leite. Los esfuerzos específicos para mejorar el bienestar de los hogares pobres han ayudado a reducirla, en particular los programas de transferencias monetarias condicionadas, según el FMI y la CEPAL. “Somos un país que crece sostenidamente, donde las empresas ganan dinero, donde todos los índices macroeconómicos superan a los más importantes países de la región, pero infelizmente una parte de la sociedad no participa de dichos beneficios”, admite Leite. “Está herencia está siendo subsanada. El Gobierno del presidente Cartes está trabajando en programas de fomento de oportunidades para todos. Ha abierto las compras del Estado a pequeños productores rurales, está encarando el más ambicioso programa de viviendas de interés social de nuestra historia, está cambiando la forma de encarar la pequeña agricultura familiar, con un enfoque de mercado, dejando de lado el eterno asistencialismo”, destaca el ministro de Industria y Comercio. Claro que la economista Serafini advierte que “la desigualdad económica, entre hombres y mujeres, entre indígenas y no indígenas, entre el sector rural y urbano, y en la propiedad de la tierra es escandalosa” y aboga por una reforma agraria. La CEPAL también recomienda una mejor distribución del ingreso.

Leite reconoce otros desafíos sociales: la creación de empleo “digno”, una “mejor cobertura y calidad de la salud universal y gratuita” y la actual reforma educativa que está incorporando en 2015 a la escuela a los niños desde los tres años. Serafini también sugiere que el Estado eleve la calidad de la enseñanza.

Entre los retos económicos figuran el aumento de la inversión privada y el mejoramiento de la infraestructura y los servicios públicos, que no se ha expandido al mismo ritmo que la economía y se encuentran saturados. Por ejemplo, Paraguay requiere más inversión en el aeropuerto de Asunción, en carreteras, puentes, dragados de ríos que la comunican con el Atlántico y redes eléctricas para un mayor aprovechamiento interno de su abundante energía de las presas de Itaipú y Yacyretá, compartidas con Brasil y Argentina, respectivamente. Meier, del FMI, aboga por un “aumento de la efectividad de la administración pública”, mientras que Garay, del BID, advierte sobre “problemas en la ejecución de proyectos de inversión pública” y las atribuye a “debilidades institucionales históricas de Paraguay, exceso de burocracia e insuficiente cantidad de recursos humanos capacitados”. El aumento de la productividad, la inserción de su sector productivo en cadenas globales de valor y el desarrollo del sector financiero son otros desafíos. Titelman, de CEPAL, opina que la economía paraguaya requiere “seguir avanzando para consolidar la fortaleza macroenómica y moneteria y el desarrollo institucional”, la diversificación de las exportaciones y el consiguiente aumento del valor añadido de sus productos. Solo el 8% de sus ventas externas proviene de manufacturas.

El cambio climático también supone un desafío para Paraguay. Mustafaoglu, del Banco Mundial, recuerda que en los últimos tiempos malas cosechas por fuertes sequías o inundaciones han llevado a caídas del PIB en determinados años, con el consiguiente impacto en los más pobres y en los ingresos fiscales.

Pero Paraguay ha avanzado en la industrialización de exportaciones agrícolas. Por ejemplo, está exportando más carnes vacuna -con destino a la Unión Europea y Rusia- y avícola , leche, aceites y pienzos de soja y zumos derivados de sus tradicionales cítricos. También ha captado inversión extranjera para la radicación de industrias ‘maquiladoras’ (ensambladoras), ya sea en un sector tradicional como el textil como en el incipidente desarrollo de componentes de coches, que abastece a las montadoras de Brasil y Argentina. Tanto en agricultura como en manufacturas se ha aprovechado de la incertidumbre en estos dos vecinos para captar inversores provenientes de ambos.

Otros sectores que ofrecen oportunidades son las infraestructuras, la construcción, el sector inmobiliario y la urbanización de áreas, los hoteles, el turismo, los servicios públicos y privados, las redes de transporte en las ciudades, la generación de energía limpia y los astilleros de barcazas. “Cartes hizo reformas atractivas para inversores extranjeros, como la creación de asociaciones público-privadas, que no se ven concretadas en el corto plazo, pero cuyo efecto positivo aparecerá gradualmente”, se ilusiona Ricardo Aceves, economista de la consultora FocusEconomics. En el Gobierno paraguayo, el ministro Leite confía en las oportunidades de negocios que su país puede ofrecer: “Paraguay no es un gran mercado en número de habitantes, pero sí una formidable plataforma predecible y rentable para la agroalimentación, es decir, la transformación de proteínas vegetales en proteínas animales; la logística, dado que Paraguay tiene la tercera flota de barcazas de carga del mundo; y manufacturas diversas. Además los sectores inmobiliario, financiero, hotelero y turístico están creciendo a cifras sorprendentes”. Se trata de caminos diversos para que este país de dos idiomas, el español y el guaraní, logre el ansiado desarrollo de todos sus habitantes.

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