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Las remesas vuelven a Latinoamérica

El dinero que envían los inmigrantes bate un récord tras tres años de estancamiento

Remesas
Varias personas pasan delante de un cartel de remesas en ChicagoCHARLES REX

Teresa guarda con esmero cada dólar que gana. Es el brazo fuerte de su familia, dividida por una frontera. Hace 16 años, esta inmigrante mexicana decidió ir en busca del sueño americano. Se asentó, junto a su hijo, en Oregón, Estados Unidos, y desde entonces, cada 15 días y de manera casi religiosa, envía dinero a sus padres que viven en San Bartolo, un pequeño pueblo en el Estado de México (centro del país). “Cuando llegué mandaba muy poco… en la crisis casi nada… pero desde un año mando 250 o 300 dólares”, dice esta empleada doméstica de 38 años.

El caso de Teresa no es único. Más de 20 millones de latinoamericanos que viven fuera de sus países, según un nuevo reporte del Fondo Multilateral de Inversiones (Fomin), han contribuido a engrosar la cifra de remesas que han llegado a América Latina y el Caribe. En 2014, después de tres años de letargo, el dinero que han enviado los inmigrantes a sus naciones de origen ha tocado un nuevo récord: 65.382 millones de dólares, un 5,3% más que en 2013, destaca el análisis de la institución dependiente del Banco Interamericano de Desarrollo (BID). Una mejora en la economía global, principalmente en EE UU, ha contribuido a superar los niveles observados en 2008, año en el que se logró un nivel histórico (64.900 millones de dólares), comenta María Luisa Hayem, autora del estudio.

La entrada de recursos, sin embargo, ha sido desigual en la región. En México - el segundo país con más inmigrantes en el mundo (13,2 millones, según la ONU) y que recibe más de un tercio de las remesas en la zona-, la cifra creció un 8% hasta llegar a los 23.645 millones de dólares. En Centroamérica y el Caribe el aumento fue de 7,4 y 6,3%, respectivamente. El repunte se debe a que el flujo de inmigrantes de estas tres últimas regiones está concentrado en Estados Unidos, en donde la tasa de paro se ubicó en un 5,6% al cierre de 2014, destaca Juan José Li Ng, economista del BBVA. “La tendencia en la recuperación se concentró en los sectores de la construcción y servicios, además hubo una sustitución de empleos de tiempo parcial por jornadas de tiempo completo”, afirma Li Ng.

Más de 20 millones de latinoamericanos que viven fuera de sus países han contribuido a engrosar la cifra de remesas

Por el lado contrario está Sudamérica -en donde los envíos de dinero cayeron un 1%-, cuyo flujo migratorio se aglutina en España, economía que se encuentra en un incipiente proceso de recuperación, añade Hayem. “El empleo en España crece a cuentagotas”, dice Rafael Pampillón, director de análisis económico de la IE Business School. “La tasa de paro cerró 2014 en un 23,6% y eso dificulta la entrada migrantes al mercado laboral. Casi 800.000 sudamericanos han tenido que regresar a sus países, después de que estallara la crisis”, arguye.

Las remesas que reciben las familias latinoamericanas – que equivalen a un 1% del PIB de la región- han sido parte fundamental para su desarrollo, comenta Miles Light, profesor de economía de la Universidad de Colorado. “Los envíos alivian necesidades básicas como alimentación, vestido y vivienda” subraya. Teresa conoce bien estos beneficios. El año pasado, con el dinero que mandó a México, empezó a construir una casa de dos pisos.

“Los inmigrantes conocen muy bien de las fluctuaciones en el tipo de cambio”, indica Light. “Saben que si las monedas latinoamericanas se debilitan frente al dólar o al euro, como en 2014, más dinero llega a sus países”, asegura. De acuerdo con el análisis del Fomin, durante el año pasado, en conjunto las monedas de la región sufrieron una devaluación que en promedio alcanzó el 4,4%. “Esto implicó mucho más dinero en los bolsillos de las familias y un mayor consumo”, agrega Pampillón, de la IE Business School.

Los envíos de dinero, explica Hayem, han representado una fuente de divisas muy importante para muchos países. Por ejemplo, para Haití, Guayana, Honduras, El Salvador y Nicaragua las remesas suponen más del 15% del PIB, destaca. En México, las remesas -que constituyen uno de sus principales ingresos de divisas junto a las exportaciones petroleras y la inversión extranjera directa- superan el 2% del PIB. “La dependencia hacia estos recursos es un bálsamo en las economías de los países con un débil crecimiento… En el futuro, no deberán de considerarse como una respuesta para el desarrollo de una nación”, recalca Light.

Las remesas que reciben las familias latinoamericanas – que equivalen a un 1% del PIB de la región- han sido parte fundamental para su desarrollo

Las perspectivas, sin embargo, afirman que la región seguirá apoyándose en este flujo de divisas. Al cierre de este año, el BID espera que se acelere su crecimiento. “La expectativa es que puedan aumentar entre un 7 y 8%”, vislumbra Hayem. La recuperación de EE UU (que repuntará un 3,1% en 2015, según el FMI) será el motor de este incremento. Las estimaciones de la analista del Fomin resultan halagüeñas: “Todo apunta a que se logrará un nuevo récord”. Teresa sabe que este año será uno de los mejores. No solo construye una casa en México, también se comprará otra en Oregón. “Hay que aprovechar, ahora que hay trabajo”, enfatiza.

Estados Unidos es una tierra de inmigrantes. Datos de las Naciones Unidas indican en este país, durante 2013, confluyeron más de 46 millones de personas provenientes de otras partes del mundo, casi una quinta parte del total en todo el planeta. Debido a la cercanía, los latinoamericanos eligieron a esta nación como su segundo hogar. De acuerdo con el análisis del Fomin, a finales de 2013 eran más de 25 millones de inmigrantes originarios de América Latina y el Caribe. El 50,1% de ellos eran hombres y el 49,9% eran mujeres.

El trabajo de los varones estaba concentrado en los rubros de construcción y mantenimiento, mientras que ellas se emplearon en el sector servicios. El estudio indica que el nivel académico ha variado según la subregión. El 58,9% de los mexicanos y el 48,9% de centroamericanos tenían una escolaridad menor a la de graduado de educación media superior. En tanto, el 56,6% de los sudamericanos y el 44,2 de los caribeños contaban con estudios universitarios o superiores.

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