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Antes que el huevo, la gallina

La empresa lucense Pazo Vilane comenzó en 1996 con 50 ponedoras y hoy factura tres millones de euros al año gracias a animales camperos

Nuria Varela, con sus gallinas en la explotación de Antas de Ulla (Lugo).
Nuria Varela, con sus gallinas en la explotación de Antas de Ulla (Lugo).Óscar Corral

En 1996 Juan Varela-Portas, con 66 años y una larga trayectoria empresarial a sus espaldas, decidió cambiar su vida, dejar Madrid y volver a una vieja propiedad familiar casi abandonada en Galicia. Con su mujer, su hija Nuria y 50 gallinas criadas al aire libre empezó a vender huevos camperos cuando esa terminología ni siquiera era oficial. Los llamaban “huevos de gallinas en libertad”. Juan murió hace cinco años, pero para entonces la empresa familiar ya había despegado. Hoy Pazo de Vilane tiene 80.000 gallinas y una plantilla de 22 trabajadores: facturó 3,2 millones de euros en 2014 y sigue emprendiendo, ahora con un proyecto para producir conservas vegetales.

Los comienzos no fueron fáciles, según cuentan Nuria, que vive en el pazo y se encarga de la producción, y Piedad, su hermana, que se incorporó algo más tarde al proyecto y asume desde Madrid tareas de marketing. El Pazo de Vilane, patrimonio protegido de mitad del siglo XIX, y sus fincas pertenecían a varios miembros de la familia, así que se gastaron sus ahorros en unificar la propiedad y arreglar los edificios abandonados. Tuvieron que recorrer varios bancos hasta que encontraron uno que les financiase el comienzo del negocio. “Nadie entendía el proyecto”, dice Piedad, quien recuerda que valoraron también “la posibilidad de dedicar el pazo a turismo rural, pero eso ya no era el pazo, supondría perder su uso agrario tradicional”.

Perfil y proyectos

La empresa familiar fundada por Juan Varela-Portas ha sido heredada y relanzada por sus hijas, Nuria y Piedad. La primera vive y trabaja en el pazo y es la encargada de todo lo relacionado con la producción. La segunda trabaja desde Madrid en tareas de marketing. Los huevos de Pazo de Vilane pueden encontrarse en 600 puntos de venta.

uieren crear un sello gallego de calidad extendiendo la filosofía de producción a otros productos. Han empezado con mermeladas de frambuesas y arándanos con un elevado contenido en fruta. Apuestan por respetar y recuperar el entorno natural en el que se asienta el pazo para que los alimentos de su marca sean reconocidos por su calidad.

Apostaron por las gallinas y esa sigue siendo su prioridad, que los animales cuenten con una buena calidad de vida, al aire libre, para que el producto final, el huevo, sea lo mejor posible. Y dieron con una necesidad no cubierta hasta entonces. “Cuando el sector estaba centrado en competir únicamente a base de bajar precios y producir lo más barato posible, pusimos en marcha una nueva forma inédita en España aportando al huevo un posicionamiento de valor totalmente perdido en el supermercado”, cuenta Nuria. “Como decía nuestro padre, en Galicia se produce de todo y todo está bueno, solo hay que empaquetarlo”, añade Piedad.

A ese éxito ayudó, aseguran ambas hermanas, la apuesta por una diferenciación incluso física de sus cajas. El diseño que encargaron al artista gallego Pepe Barro, premiado y objeto de exposiciones en sí mismo, revolucionó la estética de los lineales de los supermercados. Hoy puede verse en cerca de 600 puntos de venta de toda España, desde las grandes cadenas de distribución hasta el comercio minorista y gourmet. Aún no exportan, “pero estamos estudiando la posibilidad”, dicen.

La financiación de su empresa sigue siendo fundamentalmente a base de recursos propios y préstamos bancarios, sin apenas ayudas públicas más que para alguna contratación de personal. Por ello Piedad reconoce que deben estudiar bien cada nuevo paso que dan. Consolidado y en constante crecimiento el negocio de los huevos, Pazo de Vilane se ha propuesto ahora apostar por las conservas naturales.

“La filosofía es crear una marca gallega de calidad”, dice Piedad. De momento han empezado con mermeladas de frambuesas y arándanos, las que más porcentaje de fruta contienen del mercado, asegura, con cerca del 80% de su volumen total. Y al igual que para producir buenos huevos están convencidas de que lo fundamental es cuidar bien a las gallinas, Nuria y Piedad apuestan por respetar y recuperar el entorno natural en el que se asienta el pazo para que sus frutos del bosque sean los mejores posibles.

Por eso organizan visitas guiadas a sus instalaciones, plantan árboles con los vecinos de Antas de Ulla y el blog de su página web es un auténtico catálogo de todo lo que se puede hacer con una caja de huevos para reciclarla en otro objeto útil o estético. Al igual que su padre no pensaba solo en crear nuevas empresas y fundó junto a sus hermanos el Club Baloncesto Breogán de Lugo, Nuria y Piedad no solo producen alimentos, sino que quieren mejorar el ecosistema en el que lo hacen. Los suyos no son más, insiste Piedad, que “huevos de casa con control sanitario”.

Solo un 4% crece al aire libre

En España se consumieron en 2014 unos 6.000 millones de huevos, a una media de 138 por ciudadano y año. Los produjeron un total de 40,2 millones de gallinas, casi tantas como habitantes, según los datos de Inprovo, la organización interprofesional del huevo y sus productos, que detalla que el 91% de ellas vive en jaulas, frente a otro 4% en el suelo pero dentro de naves y un porcentaje similar en el campo, de las que apenas una muy pequeña parte se alimenta además con productos ecológicos. Esa es la clasificación que permite dividir los huevos en sus cuatro tipos oficiales: jaula, suelo, campero o ecológico. La apuesta de Pazo de Vilane por las gallinas camperas no es única en Galicia, comunidad especialmente volcada en esa clase de huevo, ya que, de las 50 explotaciones registradas, la mitad, 25, son de ese tipo. Si en Galicia viven 367.000 gallinas camperas, el 23% de las censadas en toda España, casi una cuarta parte de ellas pertenecen a Pazo de Vilane.

Según Inprovo, el sector del huevo en general está “atravesando unos momentos complicados tras la reconversión para adaptarse a la directiva europea de bienestar de las ponedoras, de la que aún se están pagando las inversiones necesarias para mejorar las granjas. Además, “entre 2008 y 2013 se ha producido un pequeño descenso en el consumo de tres huevos por persona y año”, y en los dos últimos años se atraviesa por “una coyuntura de precios bajos y demanda estancada” que la interprofesional atribuye en parte a la crisis y en parte a la falta de estrategia colectiva en el sector en comparación con otros países. Inprovo, además, ve una nueva amenaza en el Acuerdo Transatlántico para el Comercio y la Inversión (TTIP) que actualmente negocian la UE y Estados Unidos y que a su juicio podría afectar especialmente a los sectores agroganaderos.

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