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Vancouver y el dilema del éxito

El atractivo de la mejor urbe americana donde vivir obliga a subir impuestos para adaptar la red de tráfico a la inmigración

Vistas de la ciudad de Vancouver.
Vistas de la ciudad de Vancouver.ROBERTO G. FONTAO

La ciudad canadiense de Vancouver, la mejor urbe para vivir en el continente americano y quinta del mundo, según la clasificación Mercer; prevé un aumento de su población de en torno a un millón en los próximos 10 años de los 2,5 millones actuales (un 40%). Con esta previsión, el Gobierno provincial de Columbia Británica ha planteado un referéndum en mayo a los habitantes de la ciudad, para que decidan si aceptan pagar más impuestos para sufragar la mejora y ampliación de la red de transporte público. El dilema de los vancouveritas no es sólo el de pagar más impuestos, sino el de decidir si quieren añadir a su ciudad más carreteras, autobuses, trenes urbanos y ferries, que pueden poner en jaque la calidad habitacional y medioambiental de la ciudad, sus mayores bazas para encabezar la lista Mercer. Los sondeos apuntan a que el ‘no’ se impondrá en la consulta que termina este 29 de mayo y que ha permitido votar por correo durante mes y medio.

Actualmente, los vancouveritas pagan un 12% de impuestos en la mayoría de sus compras, de los cuales el 5% va para las arcas del Gobierno Federal (Impuesto sobre Bienes y Servicios, GST en sus siglas en inglés) y el 7% restante para la provincia (Impuesto al Consumo provincial, o PST). De obtener un resultado favorable, los ciudadanos del área metropolitana de Vanvouver aceptarían un aumento de un 0,5 puntos del PST, que se destinaría directamente a la mejora del transporte público.

Este incremento de medio punto supondría a las familias vancouveritas un coste de unos 125 dólares canadienses anuales y proveería una tercera parte de de los 750 millones de dólares que el plan de transporte necesitará cada año, según los datos del Gobierno provincial. Las autoridades calculan que el aumento fiscal posibilitaría a la veintena de ayuntamientos que conforman el área metropolitana de Vancouver financiar su parte correspondiente del coste del plan de transporte metropolitano.

El importe total del proyecto, que se acometería en los próximos 10 años, se acerca a los 8.000 millones de dólares canadienses (6.100 millones de euros), y estaría financiado a partes proporcionales por el Gobierno federal, Gobierno provincial y las distintas entidades locales. El plan incluye una nueva red de tranvías, la ampliación de una línea de metro ya existente, y más rutas y frecuencias de autobuses urbanos y de transbordadores (muy importantes en la región), pero también la ampliación de un puente, la construcción de más carreteras y la ampliación de la red de carriles bici.

Referendos fiscales

Preguntar al pueblo no es incompatible con la subida de impuestos. En Estados Unidos hay varios casos de subidas de los gravámenes que fueron aprobadas previamente en las urnas para mejorar el transporte público. En 2008, los ciudadanos de Seattle lo hicieron con un 58% de los votos. Un año después los habitantes de Oklahoma City también decidieron dar el visto bueno al aumento del IVA en un céntimo durante 7 años. En 2010 el resultado fue más ajustado en San Francisco, pero el 51% de la población dio su apoyo a incrementar 10 dólares al año el impuesto sobre vehículos de tracción mecánica. Y hace más de dos años los ciudadanos de Los Ángeles aprobaron con el 73% de los votos el aumento del impuesto sobre bienes inmuebles en 65 dólares por cada 100 metros cuadrados. En todas estas consultas la subida de impuestos estaba explicada con la necesidad de invertir en el transporte público.

Vancouver es una ciudad joven, que en las últimas décadas ha experimentado un crecimiento considerable y que previsiblemente continuará en los próximos años. Por ello la mejora del trasporte público en una sociedad fuertemente preocupada por el medio ambiente es una prioridad y nadie lo pone en cuestión. La ciudad se ha convertido en un polo de atracción para inmigrantes de todos los lugares, pero especialmente de Asia. Esta urbe a caballo entre la cultura occidental y oriental ha sabido rentabilidad el auge de la economía china de la última década, siendo el destino de muchas de sus fortunas.

Los chinos ricos, atraídos por el atractivo de sus paisajes y su clima templado, han visto en esta ciudad el mejor lugar donde invertir sus ahorros, lo que ha provocado que actualmente sea la ciudad más cara de Canadá, y una de las más caras de Norteamérica. El precio de la vivienda parece no tener tope. El año pasado el precio medio se incrementó en un 5%, mientras los salarios lo hicieron en un 2,8%, por debajo de la media canadiense. El precio de un apartamento medio de un dormitorio en Vancouver ronda el medio millón de dólares, unos 380.000 euros.

Los defensores de votar por el ‘no’ en la consulta alegan que el poder adquisitivo de los vancouveritas es uno de los más bajos de Canadá, debido especialmente al precio de la vivienda, y este impuesto también afectaría a las viviendas nuevas, por lo que todavía haría más difícil a muchas familias acceder a una vivienda propia. Por otro lado, la mala imagen de Translink, la empresa que gestiona el entramado de transportes, que es vista como ineficiente y despilfarradora, se ha convertido en la diana de las críticas de los partidarios del ‘no’. Si los vancouveritas deciden que no pagarán medio punto más de IVA que los ciudadanos de otras ciudades de la Columbia Británica, todo apunta a que los políticos tendrán que buscar otra fórmula para costear un plan de transportes que parece inevitable.

Ésta no es la primera vez que los ciudadanos de Vancouver son consultados antes de tomar decisiones relevantes para la ciudad. Así, en 2003 otro plebiscito autorizó al Gobierno local a acoger los Juegos Olímpicos de Invierno de 2010. En 2005 y en 2009 se intentó sin éxito cambiar el sistema de votación. Y en 2011 los ciudadanos decidieron volver al sistema actual de dos impuestos (GST y PST), en vez de unificarlos en uno sólo como sucede en otras provincias del país,a pesar de la promesa del Gobierno provincial de que los ciudadanos pagarían menos con una tasa única.

En Norteamérica no es inusual preguntar a los ciudadanos antes de que los diferentes gobiernos tomen alguna medida de calado o que cuente con la discrepancia de un grupo importante de la población. Y los impuestos son un tema muy sensible en una sociedad como la canadiense. Aunque un impuesto sobre las ventas de un 12% parece irrisorio en Europa, los canadienses miran con recelo a sus vecinos del sur, donde algunos Estados cercanos, como Oregón, han suprimido este impuesto. A cambio, Canadá presume de contar con más y mejores servicios públicos que Estados Unidos, con un sistema sanitario muy parecido al español.

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