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América Latina requiere más energía

La región necesita de una inversión multimillonaria para satisfacer su demanda de electricidad ante el incremento demográfico y el potencial crecimiento económico

Subestación eléctrica El Salto en Chile
Subestación eléctrica El Salto en ChileFELIPE TRUEBA (EFE)

“Gigavatios, más gigavatios es lo que se necesita en América Latina”, expresa efusivamente Manlio Coviello, jefe de la unidad de recursos naturales y energía de la Comisión Económica para América Latina y el Caribe (CEPAL). Su efervescente declaración no es una chanza. El crecimiento previsto de la economía regional en las próximas décadas —que de media será del 3% anual— y el aumento de la población —que se incrementará un 19%, hasta los 700 millones— dispararán la demanda de electricidad. La encrucijada implica resolver una ecuación que va más allá de aumentar la capacidad de generación. Los países de esta zona del mundo —en donde 30 millones de personas aún carecen de este servicio— tendrán que incorporar nuevas tecnologías y mejorar las infraestructuras de distribución.

Durante los últimos 13 años, el consumo de electricidad en la región ha subido un 53,7%, hasta alcanzar los 1.234 teravatios-hora (TWh) —más de cinco veces lo que se consume en España—, según datos de la Organización Latinoamericana de Energía (Olade). El pronóstico es que la demanda se incremente hasta los 3.000 TWh en 2050, según el Consejo Mundial de Energía (WEC). “Para cubrir esta demanda se necesita una fuerte suma de dinero para mejorar y ampliar los sistemas de generación y distribución”, dice Fernando Ferreira, secretario de Olade. Y según el WEC, esa fuerte suma no puede ser inferior a los 28.000 millones de euros anuales durante los próximos 35 años.

Crecen las inversiones extranjeras

América Latina se ha convertido en un punto de referencia para los inversores extranjeros. Los flujos de dinero procedentes de Europa, Asia y EE UU inundan la región. Brasil, México, Chile, Uruguay, Perú, Ecuador y Colombia serán los que se beneficien de las principales partidas económicas. España, de acuerdo con Gemma García, directora de la cátedra de Sostenibilidad Energética de la Universidad de Barcelona, ha sido fundamental en el sector energético. Tan solo en 2014, la inversión extranjera directa (IED) de empresas españolas en el sector eléctrico latinoamericano ha subido casi un 500%, según datos del registro de inversiones del Ministerio de Economía. “Esto se explica por la compra por parte de Gas Natural de la Compañía General de Electricidad de Chile, la principal empresa de distribución de electricidad y gas del país”, destaca García.

De acuerdo con la CEPAL, las grandes firmas extranjeras que han apostado por el sector eléctrico de la región son Iberdrola, Gas Natural Fenosa, la francesa GDF-Suez y la italiana Enel. El organismo destaca de igual forma el interés de las compañías asiáticas por la zona, principalmente en Brasil y Perú. “Habrá que poner mucha más atención en las compañías chinas. Están aterrizando y son las que marcarán la hoja de ruta del sector eléctrico durante los próximos años”, agrega García.

Los principales países de la zona —Brasil, México, Argentina, Venezuela, Chile, Colombia, Perú y Ecuador, que concentran casi el 90% del consumo de la región— deberán revisar sus planes y crear una agenda con los proyectos necesarios para mejorar el servicio, argumenta Malcolm Cosgrove-Davies, experto en energía del Banco Mundial. Avanzar en el sector de la energía eléctrica en Latinoamérica implicará un esfuerzo “monumental”, comenta Ferreira. La región tiene una dependencia “extraordinaria” de la generación de energía hidroeléctrica, explica. “Para lograr un avance en la oferta habría que darle paso a otro tipo de energías renovables, las cuales están muy poco explotadas”, añade.

La energía hidroeléctrica proporciona un 50% del total de electricidad generada en América Latina. En comparación, la media mundial es de solo el 16%. El porcentaje es aún mayor en Brasil —con el segundo mayor complejo hidroeléctrico en el mundo, el de Itaipú—, Colombia, Costa Rica, Paraguay y Venezuela. “Los recursos renovables, distintos a la energía hidroeléctrica, son también abundantes y podrían proporcionar el complemento necesario para satisfacer la demanda regional”, detalla el Banco Interamericano de Desarrollo (BID). Mientras que la fuente energética que reina en América Latina es la impulsada por la fuerza hidráulica, la térmica —que incluye el uso del gas natural, fuel y carbón— acapara el 47%, según el BID. Las fuentes alternativas suponen el 3%. “Es en el desarrollo de las nuevas energías donde debe centrarse la atención”, arremete Coviello.

“El cambio de estrategia energética también deberá ir acompañado por una reducción en las pérdidas en el suministro de electricidad ocasionadas por problemas técnicos o robos, entre otros fallos en la distribución”, dice Ferreira. Raúl Jiménez y Tomás Serebrisky, investigadores del BID, resaltan que la región pierde anualmente 90 TWh, un 17% de la energía que genera. La cifra duplica a la media de los países de la OCDE y su repercusión económica oscila entre los 10.000 y los 16.000 millones de euros. “Esta magnitud es suficiente para satisfacer el consumo anual de electricidad de Perú, cubrir el aumento previsto de la demanda en Chile en los próximos 30 años o incorporar a los 30 millones de personas que carecen de este servicio”, destacan Jiménez y Serebrisky.

“La región seguirá lidiando con muchos problemas de abastecimiento de electricidad si no se realizan acciones concretas para integrar los mercados”, dice Karl Rose, miembro del WEC. La interconexión eléctrica, argumenta Cosgrove-Davies, del Banco Mundial, puede ser la clave para paliar la demanda futura. “Una integración de los sistemas eléctricos no solo sirve para paliar la dependencia de los combustibles fósiles, sino que garantiza el suministro a menor coste y se obtienen beneficios económicos del comercio de energía”, apostilla Ferreira.

En la región hay cinco zonas interconectadas: México con América Central a través de Guatemala y Belice; Colombia, Venezuela, Ecuador y Perú; Argentina y Chile; Argentina, Brasil, Paraguay y Uruguay, y Venezuela y Brasil. “La región podría crear un gran sistema interconectado, pero para eso habría que modificar o ampliar las infraestructuras. Ahí está la gran oportunidad para invertir”, dice Coviello.

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