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Editorial
Es responsabilidad del director, y expresa la opinión del diario sobre asuntos de actualidad nacional o internacional

Recuperación vulnerable

Que la mejora de la economía llegue a la población dependerá de la creación de empleo

El ritmo de crecimiento de la economía española está siendo superior al esperado hace apenas unos meses. La mayoría de los analistas ha elevado la tasa media de crecimiento del PIB este año hasta un promedio algo por encima del 2,5%, al igual que lo han hecho con las previsiones de empleo. El rebote es significativo, porque la caída del crecimiento español había sido profunda y acelerada desde 2009. En la intensidad de ese crecimiento influye sobre todo la actitud expansiva de la política monetaria del Banco Central Europeo (BCE). Primero, porque mantiene de los tipos de interés en niveles cercanos a cero; después, porque está aplicando decisiones de estímulo cuantitativo, mediante las que comprará deuda pública y otros activos privados por 60.000 millones al mes, hasta septiembre del año que viene. La mera presunción de esa inyección de liquidez, y de la correspondiente presión a la baja de los tipos de interés de la deuda pública y privada, ha supuesto un factor impulsor del gasto y un freno al deterioro de la confianza en la mayoría de las economías de la eurozona.

Un segundo factor muy estrechamente vinculado a ese signo de la política monetaria ha sido la depreciación del euro, que ha estimulado las exportaciones fuera de la eurozona, a las que durante los últimos años de la crisis, algunas empresas españolas habían diversificado sus ventas al exterior. De importancia no menor es la muy significativa caída en el precio del barril de petróleo en una economía tan dependiente de las importaciones de hidrocarburos como la española. Esa menor transferencia de renta al exterior puede tener un efecto de similar naturaleza a la reducción de impuestos que el Gobierno decidió desde las elevaciones de años anteriores.

Son propulsores saludables del crecimiento, pero no hay que olvidar su carácter circunstancial y, en todo caso, incontrolables por los agentes económicos españoles, el Gobierno incluido. Los estímulos monetarios deberían ser aprovechados para intensificar las decisiones de inversión de las empresas, pero para ello es necesario que se normalice completamente la actividad crediticia del sistema bancario. Las exportaciones, por su parte, deben asentar sus ventajas competitivas en una mayor intensidad tecnológica y no depender tanto de la reducción salarial o de la evolución del tipo de cambio del euro. Como tampoco conviene confiar en el mantenimiento del precio del petróleo en sus niveles actuales.

En todo caso, que la recuperación llegue a la mayoría de la población dependerá de la intensificación del ritmo de creación de empleo y, en mayor medida, de que la remuneración del trabajo permita a las familias asimilar esos vientos de cola que empujan a la economía española. Solo así será posible consolidar la incipiente recuperación de la demanda de consumo, el componente más importante del PIB español, y enmendar las previsiones que acaba de difundir el FMI para nuestra economía: un crecimiento que volvería a perdería ritmo (hasta el 2%) en 2016 y no superaría el 1,7% en 2020, con una tasa de paro del 21,1% el año que viene.

La intensificación de la inversión y la concreción de los planes del presidente de la Comisión Europea en industrias de red, serían las decisiones que contribuirían a reducir la precariedad de la recuperación española. 

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