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Opinión
Texto en el que el autor aboga por ideas y saca conclusiones basadas en su interpretación de hechos y datos

FMI: la “nueva mediocridad”

La recuperación es cambiar paro por subempleo, parcial, temporal y mal pagado

Joaquín Estefanía

La recuperación económica consiste en pasar del desempleo al subempleo. Esta es la idea-fuerza fundamental que se desprende de los datos y de la composición de la Encuesta de Población Activa de los últimos trimestres y del paro registrado por el Ministerio de Empleo de los últimos meses, los que han cambiado la tendencia. Los puestos de trabajo que se crean son, en su mayor parte, temporales, a tiempo parcial y mal pagados. Y los que no encuentran empleo (parados estructurales) se van quedando atrás, por decenas de miles, porque se les acaba la protección del seguro, que estaba calculado para crisis más cortas. Este es el mundo que viene, el mundo de los “seres humanos normales” a los que se dirige Mariano Rajoy. La débil esperanza que se les insufla. Esta es la competencia de los dirigentes del Partido Popular frente al amateurismo de los nuevos y la incompetencia de los anteriores. No sólo es un problema partidista; es un problema de país. Hay que hablar de ello. Este es el debate principal.

Aunque no en todas partes cuecen las mismas habas, el Fondo Monetario Internacional (FMI) califica el momento económico en el que está el planeta de “nueva mediocridad”. Lo hizo al hacer público la semana pasada el documento ¿Hacia dónde nos encaminamos? Perspectivas en torno al producto potencial, y lo repitió su directora gerente, Christine Lagarde en la entrevista con Moisés Naím (EL PAÍS del 11 de abril). ¿En qué consiste esa mediocridad?: en que el crecimiento del producto potencial tanto de las economías avanzadas como de las emergentes ha disminuido en los últimos años, va a seguir siendo corto en el futuro inmediato (otros cinco años) y ello va a plantear nuevos problemas para las políticas públicas, como son la sostenibilidad fiscal y la creación de suficientes puestos de trabajos para obtener el pleno empleo.

Esta “nueva mediocridad” es la “nueva normalidad” o la “nueva realidad”, conceptos que también se mencionan. Los países avanzados crecieron a una media del 2,4% de su PIB desde el principio de siglo hasta 2007, retrocedieron hasta el 1,3% en la Gran Recesión y sólo lo harán al 1,6% de media de aquí al año 2020. Los emergentes, que lo hacían al 7,4% de media, retrocederán al 5,2% de aquí al cambio de década. Así pues, el objetivo de aumentar el crecimiento potencial habrá de ser la gran prioridad.

Menos mal que el FMI no suele ser un buen pronosticador. Por ejemplo, fue el que más se alejó del consenso de los institutos públicos o privados sobre el crecimiento de la economía española en 2014. Había previsto un alza del PIB del 0,0% (estancamiento puro) y fue del 1,4%. Los argumentos exógenos por los cuales la economía de nuestro país se reactivó (caída del precio del petróleo, devaluación del euro, estímulos del Banco Central Europeo) fueron tan imprevistos para el resto de los pronosticadores como para el FMI.

A diferencia de otras crisis, la Gran Recesión ha estado relacionada no sólo con una reducción del nivel del producto potencial, sino también con una continuada disminución de su tasa de crecimiento. Tiene mucho interés saber por qué es así. El FMI da mucha importancia al envejecimiento de la población (problema estructural) y a la anemia de la inversión privada. En otro documento titulado ¿Por qué está estancada la inversión privada? se evalúa la caída de la inversión fija privada en las economías avanzadas en un 25% desde el inicio de la crisis financiera —en España probablemente llegó al 40%—. Las respuestas a las encuestas arrojan datos muy contundentes: las empresas señalan la falta de demanda como el factor que más ha limitado la producción. El Fondo cree que las políticas fiscales y monetarias pueden estimular la inversión de las empresas, “aunque es poco probable que la hagan retornar totalmente a las tendencias previas a la crisis”.

El organismo pronostica que el mundo no recuperará los niveles previos a la crisis durante al menos los próximos cinco años. Son los mismos de los que ha dicho el ministro de Economía, Luis de Guindos, que nuestro país mantendrá una velocidad de crucero con un crecimiento de su PIB del 2,5%. España es diferente.

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