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Eficiencia energética, clave para lograr un ahorro a largo plazo

La calificación de la vivienda ayuda a evaluar la situación actual y conocer mejoras futuras

Casa con certificado de eficiencia energética.
Casa con certificado de eficiencia energética.getty

Tener una medida del grado de eficiencia energética del propio hogar, oficina o negocio, es fundamental a la hora de evaluar el estado en el que se encuentra el inmueble y calcular los beneficios que podrían aportar eventuales mejoras. El primer paso será obtener el certificado energético, que calcula el consumo de energía necesario para satisfacer la demanda del edificio en condiciones normales de funcionamiento y ocupación.

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El certificado, que se otorga tras una revisión del edificio, clasifica las viviendas por eficiencia en una escala que va de la letra G —menos eficiente— a la letra A —más eficiente—, en base al consumo de energía y las emisiones de CO2 comparadas con un edificio de similar tipología y localización.

Al finalizar la inspección serán entregados el certificado de eficiencia energética, que verifica la conformidad de la calificación obtenida, y la etiqueta de eficiencia energética, que señala el nivel de calificación de eficiencia del edificio o parte del ello.

Aunque el certificado se suele solicitar a la hora de comprar, vender o alquilar una vivienda, también resulta especialmente útil para mejorar la eficiencia del hogar y conseguir un ahorro perdurable en el tiempo. Además, proporciona información práctica sobre las características del edificio, que pueden ayudar a elegir las soluciones más coherentes para mejorar sus prestaciones, sin olvidarse de evaluar el impacto económico que tendrán. Los beneficios potenciales pueden suponer un enorme ahorro de energía, especialmente en viviendas con escaso o deficiente aislamiento o consumo energético excesivo.

El gasto de los electrodomésticos alcanza los 990 euros al año

Una vivienda de aproximadamente 70 metros cuadrados con calificación energética E, la más abundante en España, tiene un gasto cercano a los 735 euros al año en calefacción, refrigeración y agua caliente; en un edificio con letra B, el gasto se reduce hasta los 282 euros anuales. Esta es la partida más cara de mejorar, ya que conlleva inversión es aislamiento como en sistema de calefacción.

Sustitución de calderas poco eficientes. Las calderas de gas natural de baja temperatura y de condensación trabajan con rendimientos elevados durante todas sus horas de funcionamiento, al contrario de las calderas convencionales, lo que permite ahorrar en calefacción y agua caliente sanitaria. Para reducir el consumo en hasta un 25%, habrá que combinarlas con termostato, siempre que se mantenga una temperatura adecuada en invierno y verano.

Mejora en iluminación. Se trata de una intervención más económica y una de las inversiones más rentables, que permite conseguir un ahorro de hasta el 80% al ajustar la potencia eléctrica contratada a nuestras necesidades y evitar pagar KW de más.

Recortar el gasto de electrodomésticos. Según informa el Instituto para la Diversificación y el Ahorro de la Energía (IDAE), gastamos 990 euros al año con nuestros electrodomésticos. Ajustar su uso y eficiencia conlleva ahorros duraderos, empezando por los que más gastan: lavadora y lavavajillas, por su alto consumo, y frigorífico por su uso más intensivo.

Comparar el consumo. Comparar el consumo —no el gasto, ya que el precio de la energía varía— en épocas homogéneas (meses iguales) ayudará a medir las mejoras, aunque una nueva evaluación con un certificado energético realizado por un profesional nos indicará lo conveniente de los nuevos cambios.

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