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Al frente del negocio de la sangre

Gracias a su internacionalización Grifols se ha colocado como tercer fabricante de hemoderivados, solo por detrás de la estadounidense Baxter y la australiana CSL

Dani Cordero
Trabajadores de Grifols manipulan las dosis de albúmina esterilizada en sus laboratorios de Parets del Vallés (Barcelona).
Trabajadores de Grifols manipulan las dosis de albúmina esterilizada en sus laboratorios de Parets del Vallés (Barcelona).Gianluca Battista

Tener prestigio no tiene por qué significar ser popular. En Grifols conocen el significado de esa afirmación. Empresa puntera casi desde que se fundó, ha pasado desapercibida año tras año entre el gran público pese a ser un peso pesado en el negocio de la sangre y los hemoderivados. En 2010 se dio su gran baño de masas cuando las filtraciones de Wikileaks desvelaron que su fábrica de Parets del Vallès (Barcelona ) era de interés estratégico para el Gobierno de Estados Unidos. En aquellas instalaciones se producía el 8% de la gammaglobulina que consumía el país norteamericano. Es una sustancia vital: es la sustituta del sistema inmunológico cuando éste se ve impotente para luchar contra una enfermedad.

El grupo llevaba cuatro años en Bolsa y facturaba menos de 1.000 millones de euros cuando apareció en los documentos secretos del Gobierno de EE UU. Aquella semana de gloria en España no tuvo nada que ver, pero a partir de esa fecha Grifols no ha parado de producir hemoderivados y comerse a algunos de sus rivales hasta erigirse en el tercer actor del sector de la biomedicina mundial. Es la referencia en España. Sus negocios se extienden por más de un centenar de países. Hace pocas semanas anunciaba que sus ventas superaron los 3.350 millones en el ejercicio de 2014. Por delante solo tiene a la estadounidense Baxter y a la autraliana CSL.

El gran salto de la empresa se produjo con la compra de Talecris en 2011. Hoy factura el 60% en EE UU y Canadá

Hace treinta años, ni el visionario Víctor Grifols Lucas (hijo del fundador, consejero delegado de la compañía durante años y padre del actual presidente) se hubiera imaginado ese rotundo éxito internacional. Sabía bien que era un socio industrial extranjero –desde 1968 la mitad de la empresa estaba en manos de un socio foráneo–, pero la compañía no saltó la frontera hasta 1988. “Abrimos nuestra primera filial en Portugal, pero Estados Unidos siempre estuvo en nuestro punto de mira”, explica Grifols en un correo electrónico.

Durante los años noventa se impulsó la expansión por Europa. Y en esa misma década la Food & Drugs Administration (FDA) estadounidense dio el espaldarazo definitivo al gran crecimiento internacional de la compañía, denominada aún Probitas Pharma. Otorgó la licencia a las instalaciones de Parets. Era el primer permiso que se daba a una planta biológica en Europa. Las dificultades técnicas quedaban atrás y a la compañía ya no solo la escrutaban sus rivales. El Gobierno estadounidense la vigilaba expectante: los hemoderivados españoles no solo podían entrar en su país. Eran básicos para garantizar la demanda.

Marca el rumbo

Curiosamente, la FDA abrió el camino a una compañía que había marcado el rumbo al resto con hallazgos e invenciones. Su fundador, Josep Antoni Grifols, creó la empresa (Laboratorios Grifols) en los años cuarenta, cuando ya había cumplido los 55 años. Fue él quien primero patentó la liofilización del plasma sanguíneo y posteriormente ideó un sistema de extracción de plasma pero reinyectando los glóbulos rojos de la sangre a los pacientes. Ambas fórmulas fueron reconocidas por las empresas del sector y, de hecho, son las que provocaron que la estadounidense Hospital Supply Corporation adquiriera el 50% de la sociedad en los años sesenta. El apoyo de un socio extranjero era mucho más eficiente que las ayudas que se pudieran demandar al Ministerio de Sanidad del franquismo.

Pero, pese a aquellos años iniciales de liderazgo, en los años noventa a Grifols todavía le faltaba músculo. Tenía abiertas las puertas de Estados Unidos aunque solo podía mostrar la patita. Fue ampliando sus mercados mientras buscaba la fórmula para hacerse fuerte en su gran objetivo geográfico. Primero compró la división de plasma de Seracare, con la que se aseguraba centros de recepción de transfusión de sangre (pagada). En 2006, y tras algún intento fallido, saltó al parqué. Buscaba 300 millones de euros para lanzar una ofensiva en un mercado que entonces le aportaba el 30% del negocio. Estados Unidos y Canadá le generan hoy el 60% de su facturación. Buena parte de ese crecimiento se explica por la adquisición de Talecris en 2011, que le costó 3.334 millones de euros. El pez pequeño se comía a uno mayor, el tercero del sector.

Más adquisiciones

En 2013 llegaría otra operación de gigantes: la compra de la unidad de diagnóstico de Novartis, por 1.240 millones de euros. Un intento de reducir el peso y la exposición del negocio de los hemoderivados, que representaban entonces el 80% de los ingresos. Y que, a la vez, le permitía asumir directamente el control de calidad de la sangre que recibe.

“El origen de nuestra expansión internacional se encuentra en el origen de nuestra propia empresa: nuestros productos pueden ser utilizados en todo el mundo y no hay tantas compañías como la nuestra”, explica Nuria Pascual, directora financiera y de relaciones con inversores de Grifols. El mercado español apenas genera el 5% de las ventas de la compañía, a la que le falta hacerse fuerte en Asia, Oceanía y Oriente Medio.

A la empresa no le está costando digerir su última década prodigiosa, pese a que la deuda es del mismo volumen que los ingresos. El pasado año marcó otro récord histórico, al ganar 467 millones de euros (un 36% más). Y sus acciones no dan muestras de cansancio. Cuestan 38,8 euros, más de tres veces más que en su estreno. Pan, vino y carne crían buena sangre. O al revés.

“Ahora se solucionan las cosas comprando”

¿Cómo pudo una compañía española convertirse en líder de la investigación médica en plena autarquía? “Ahora las cosas se solucionan comprando. Si tienes dinero puedes montar una empresa, puedes comprar la tecnología y todo lo que necesitas. Antes había que saber”, explica Victor Grifols para que se pueda entender el desarrollo del grupo de origen familiar (ahora la familia y el resto de socios fundadores solo controlan el 36,4% del capital) en una época en la que España vivía cerrada y era imposible encontrar la maquinaria necesaria.

En aquella época, el contrabando era una fórmula más para conseguir recursos con los que sacar adelante un proyecto, pero la propia capacidad también era una forma de triunfar. De hecho, esa necesidad acabó desembocando en lo que Grifols es hoy: además de la producción de hemoderivados, es un fabricante de maquinaria tecnológica que provee a todo el sector. “España estaba tan empobrecida que era muy difícil conseguir cualquier tipo de material”, explica una persona que en 1946 se fue a Inglaterra en busca de material para desarrollar la empresa. Cinco años después, se alió con un compañero para fabricar los aparatos que necesitaban, que cada vez era más complejos. “Teníamos que introducir de estraperlo las piezas que necesitábamos”, asegura Grifols.

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Sobre la firma

Dani Cordero
Dani Cordero es redactor de economía en EL PAÍS, responsable del área de industria y automoción. Licenciado en Periodismo por la Universitat Ramon Llull, ha trabajado para distintos medios de comunicación como Expansión, El Mundo y Ara, entre otros, siempre desde Barcelona.

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