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El tamaño de la empresa importa

La dimensión media de las compañías españolas es más reducida que la de otros países

David Fernández
Pequeñas naves en el polígono industrial de O Porriño (Pontevedra).
Pequeñas naves en el polígono industrial de O Porriño (Pontevedra). Lalo R. Villar

El tejido empresarial español corre el riesgo de enfrentarse a la misma brecha que se ha abierto entre los clubes de fútbol, donde solo un privilegiado grupo de equipos, cada vez más reducido, se disputan la Liga (y la Champions) y el resto malvive y pelea por no descender. Las grandes compañías españolas miran de tú a tú a las principales multinacionales del planeta. Sin embargo, estos transatlánticos son apenas una gota en el océano empresarial del país, donde la microempresa es el modelo societario dominante. Dicha asimetría provoca que la dimensión media de los grupos españoles sea bastante inferior a la de otros países con un grado de desarrollo similar. Este hecho no es una cuestión baladí; el tamaño importa. La mayoría de los expertos consultados para este reportaje creen que el tejido empresarial español, debido a su menor calibre, es más vulnerable en momentos de crisis económica, y proponen cambios para revertir la situación.

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“Desde 2008 ha habido una pérdida de peso relativo de las empresas industriales”, advierten desde el Círculo Cívico de Opinión. “Ha caído drásticamente el número de empresas de construcción, ha aumentado el peso de las empresas de servicios y, el hecho más significativo, ha disminuido el tamaño medio de las empresas, con las consiguientes consecuencias negativas sobre su capacidad de autofinanciación, comercialización, productividad, capacidad de innovación e internacionalización”, añaden los expertos de este think tank en uno de sus últimos Cuadernos.

La población de compañías en España ha pasado de 3,42 millones en 2008 a 3,11 millones en 2014, según el Directorio Central de Empresas (DIRCE). El 1 de enero de 2014 —últimos datos disponibles— más de 1,67 millones de empresas no empleaban a ningún asalariado (eran sociedades dadas de alta por autónomos), otras 921.000 (el 29,5% del total) tenían entre uno y dos trabajadores, mientras que los grupos con 20 o más asalariados solo sumaban 60.170. De acuerdo con los cálculos de Eurostat, en España el número medio de trabajadores por empresa era de 4,7 en 2014. Esta cifra solo es menor en Italia (cuatro empleados) y está bastante lejos del tamaño empresarial de Francia (5,7 empleados), Reino Unido (11 trabajadores) y Alemania (11,7 asalariados).

Existen normas fiscales y laborales que desincentivan ganar tamaño

“Si España tuviese la misma estructura empresarial que Alemania, la productividad de nuestra economía sería un 13% mayor”, afirma Yolanda Fernández, directora técnica del proyecto de mediana empresa del Círculo de Empresarios. Este organismo, en su informe de 2014, subraya la mayor vulnerabilidad de las microempresas en fases de crisis. Según sus estimaciones, si en España la distribución del empleo de las empresas por tamaño fuese similar a la de Reino Unido —donde cuatro de cada 1.000 compañías son grandes—, “durante la crisis se hubieran salvado, ceteris paribus, más de 500.000 puestos de trabajo”.

Un primer análisis del tejido empresarial español lleva a la conclusión de que el tamaño de las compañías es la consecuencia directa de tener una economía enfocada principalmente al sector servicios, donde dominan las sociedades de dimensiones muy reducidas. Este segmento de actividad, excluido el comercio, aglutina al 56,2% de las empresas españolas. Sin embargo, los expertos creen que esta explicación no es suficiente a la hora de analizar las razones de la supremacía de la microempresa en España.

“No hay un único factor que explique por sí solo el menor tamaño empresarial de nuestro país”, señala Almudena Semur, gerente del Instituto de Estudios Económicos (IEE). “Si tuviéramos que citar las grandes causas de este comportamiento, deberíamos citar factores culturales y económicos, entre los que cabe mencionar la escasa cultura emprendedora que sigue existiendo en España, el escaso porcentaje de gasto en I+D+i y la poca tradición de cooperación empresarial. También existen factores financieros, como la excesiva dependencia de las pymes de la financiación bancaria, o factores institucionales”, añade Semur, coordinadora del libro Situación actual y retos del futuro de las pymes españolas, publicado por el IEE.

El tamaño de las empresas está vinculado a la productividad. En 2013, según la Encuesta Industrial de Empresas elaborada por el Instituto Nacional de Estadística (INE), la productividad total de la industria manufacturera española fue de 53.623 euros. Mientras que la productividad en la microempresa (menos de 10 empleados) se situó en 27.099 euros, en el caso de las grandes corporaciones (250 o más asalariados) la media ascendió a 77.077 euros.

“Hay que aspirar, por lo menos, a tener un colectivo más importante de sociedades con un tamaño entre los 250 y los 500 empleados”, comenta Alberto del Pozo, economista del gabinete técnico confederal de UGT. “Una estructura sesgada a la microempresa genera graves problemas en el tejido productivo. El tamaño es un factor clave para invertir. Tener crédito en buenas condiciones es clave y cuando más grande es una compañía más fácil, y generalmente en mejores condiciones, es su acceso a los préstamos. Además, para invertir, se necesitan economías de escala, generar sinergias, y eso solo se logra con una dimensión mayor”, indica Del Pozo.

Hay que apostar por una mayor cooperación entre las empresas

Las empresas industriales de 50 o más empleados son las más enfocadas a la exportación, con más de un 30% de su facturación destinada al exterior, según los últimos datos del INE. En cambio, la microempresa solo destina el 6,9% de sus ventas a otros mercados, mientras que en las sociedades pequeñas (de 10 a 49 miembros de plantilla) la exportación significa el 20% de la cifra de negocio.

“Durante la recesión, los sectores con una mayor intensidad exportadora y con una mayor concentración de puestos de trabajo mostraron un mejor comportamiento del empleo”, destaca Oriol Aspachs, director de macroeconomía de La Caixa Research. “La internacionalización ha sido de gran ayuda durante las peores fases de la crisis. En este sentido, a cualquier economía le ayuda el hecho de tener un mayor número de compañías grandes porque el tamaño es una cuestión importante a la hora de exportar”, según Aspachs.

La dimensión empresarial está muy relacionada con la longevidad de las empresas, una característica muy deseable, según La Caixa Research, “ya que niveles de madurez más altos contribuyen a consolidar la capacidad de producción y la penetración del mercado”. En este sentido, de entre las empresas españolas con 20 o menos asalariados, solo un 14% había cumplido más de 20 años, de acuerdo con los datos del DIRCE. En cambio, en las empresas de más de 20 trabajadores esta ratio alcanzaba el 43%.

Una visión alternativa en el debate sobre el tamaño empresarial la proporcionan precisamente desde la patronal de las pequeñas y medianas empresas, Cepyme. El responsable de economía de esta organización, Carlos Ruiz, sugiere que si en España hay tanta microempresa es porque están enfocadas a un tipo de demanda donde su dimensión quizá resulta óptima para ser eficiente. Sin negar que hay ámbitos donde es necesario más calibre, Ruiz, advierte de que no se trata de “crecer a lo loco, crecer por crecer”. “Lo que determina la estructura empresarial de un país es el entorno competitivo y la demanda. En España la demanda está volcada en el sector servicios y de consumo, sobre todo en el turismo. Es hacia ese nicho donde están volcadas las empresas y, por lo tanto, es lo que determina su tamaño”.

El experto de Cepyme señala que una empresa de 50 trabajadores es muy pequeña para el sector industrial, pero no es así si se dedica al comercio al por menor. “La mayor dificultad de las pymes es el acceso a la financiación. Y quien está generando este debate en torno al tamaño son precisamente aquellas entidades que llevan años diciendo que si no hay préstamos es porque no hay demanda solvente”, recuerda Ruiz.

Si en el diagnóstico acerca de por qué España tiene tanta microempresa y cuál es el impacto de esta realidad en la economía hay bastante coincidencia entre los expertos, también hay unanimidad a la hora de enumerar las posibles herramientas que habría que utilizar para revertir esta situación.

“Desde el punto de vista del sector privado, habría que hacer una apuesta mayor por la cooperación empresarial, sobre todo entre compañías que tienen experiencia internacional”, apunta Almudena Semur. “Además, habría que dar a conocer fuentes de financiación alternativas a la clásica bancaria”, añade. En los últimos años se han desarrollado nuevas ventanas de financiación como el MAB o el MARF, los business angels, la microfinanciación o el crowdfunding, pero su penetración entre los empresarios todavía es escasa. “El motivo de por qué esto es así es difícil de saber, pero seguramente en parte su explicación se halle en el desconocimiento de gran parte del tejido empresarial español”, añade la gerente del IEE.

Las características del mercado laboral, los dilatados y dificultosos trámites burocráticos, la normativa fiscal y contable o una cierta inseguridad jurídica en determinados casos también entorpecen el desarrollo corporativo. En el ámbito de las propias empresas, los expertos echan en falta una mayor ambición, un uso más intensivo de las nuevas tecnologías y una mayor apuesta por la innovación.

“A veces la decisión de no crecer es un tema familiar”, reconoce Yolanda Fernández. “Las empresas familiares necesitan estructura y asesoramiento. En este sentido, habría que actuar en la formación de los directivos y en la profesionalización de las empresas. De nada valdría aprobar medidas para que las sociedades ganen tamaño, si las personas que dirigen esas compañías no están preparadas”, agrega la directiva del Círculo de Empresarios.

Alberto Pozo, de UGT, también coincide con esta idea y recuerda que se está promoviendo un tipo de empresario que tiene poco que ver con lo que él denomina “empresario clásico”. “Ya no se habla de empresarios, sino de emprendedores. Se quiere promover la figura del empleado por cuenta propia y asimilar esta estrategia con una estructura productiva óptima cuando no lo es”. Del Pozo reconoce que los costes, laborales o fiscales, son un factor importante para que una empresa crezca, pero señala que las políticas públicas para incentivar el crecimiento no deben descansar solo en ganchos impositivos o laborales. “Son estímulos a corto plazo y, por lo tanto, van a dar lugar a empresas de poco recorrido que, en cuanto se apaguen, los estímulos cerrarán”. El economista de UGT recuerda que hay otras cuestiones que también traban una mayor dimensión del tejido empresarial. “Una es el acceso al crédito y la otra el mercado energético. España tiene uno de los costes energéticos más caros de Europa”, subraya.

El Gobierno ha dado algunos pasos que los expertos consideran acertados para ayudar a que las empresas ganan tamaño. La modificación de la Ley Concursal y el anteproyecto de Ley de Segunda Oportunidad son medidas encaminadas a facilitar que compañías que son rentables, pero están pasando dificultades, puedan sobrevivir y no se limite su crecimiento.

Sin embargo, algunas políticas pueden convertirse en obstáculos para que la dimensión aumente. “Por ejemplo, hay estudios que demuestran que determinadas regulaciones, orientadas a favorecer a las pymes, en el ámbito laboral o fiscal, por ejemplo, desincentivan el aumento de la dimensión de la empresa, que opta por no superar la dimensión legal establecida para no perder las ventajas regulatorias”, según un informe de La Caixa Research.

En este sentido, Almudena Semur explica que el sistema tributario estaba diseñado, hasta la última reforma —que irá acercando gradualmente los tipos marginales y efectivos pagados por los distintos tipos de empresas— de tal manera que existía el incentivo “perverso, pero no deseado” para que un gran número de empresas de reducido tamaño no quisieran crecer por no tener que hacer frente a una mayor carga impositiva. Esta carga “poco tiene que ver con su mayor capacidad de producción, sino con la enorme discontinuidad que existía en los tipos marginales y en las deducciones aplicables en el Impuesto de Sociedades”.

De todas formas, no todo el esfuerzo para que el tejido empresarial español gane dimensión debe recaer en los poderes públicos, como recuerdan Juan R. Cuadrado y Antonio García, profesores de la Universidad de Alcalá, en un documento publicado por el Círculo Cívico de Opinión: “La mejora del tamaño de las empresas no puede supeditarse exclusivamente a la aplicación de una política económica por parte de las autoridades. Es, sobre todo, una responsabilidad que recae en los propios empresarios y que las organizaciones empresariales y otras instituciones económicas privadas deben impulsar y favorecer”. 

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David Fernández
Es el jefe de sección de Negocios. Es licenciado en Ciencias de la Información y tiene un máster en periodismo por EL PAÍS-UAM. Inició su carrera en Cinco Días y desde 2006 trabaja en EL PAÍS, donde se ha especializado en temas financieros. Ha ganado los premios de periodismo económico de la CNMV, Citigroup, Aecoc y APD.

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