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Opinión
Texto en el que el autor aboga por ideas y saca conclusiones basadas en su interpretación de hechos y datos

El juego del gallina

En la negociación entre Grecia y Alemania ambas partes amenazan con la destrucción mutua

Antón Costas
MARAVILLAS DELGADO

Las elecciones griegas del pasado domingo han sido la primera batalla de una nueva etapa en la guerra político-económica de la eurozona. La novedad es la entrada de nuevos contendientes: los nuevos partidos populistas de izquierda y los nacionalistas de derecha. Unos, cuestionan la política de austeridad; otros, el propio proyecto europeo y el euro. De momento, la sangre no ha llegado al río. Se ha evitado el pánico financiero que se temía si ganaba Syriza. Y las cosas pueden avanzar hacia un compromiso razonable.

Esa batalla continuará a lo largo del 2015 con las elecciones en Portugal, España, Dinamarca, Finlandia, Polonia, Estonia y Reino Unido. Seguidas de las de Irlanda en 2016 y las de Francia e Italia en 2017. El resultado de estas otras batallas estará influido por lo que suceda en Grecia. Vale la pena, pues, interesarse por lo pueda ocurrir en los próximos meses en la batalla griega.

El partido es diferente al jugado hasta ahora. Lo van a jugar, básicamente, Grecia y Alemania. El motivo es que Alexis Tsipras y los votantes griegos han cuestionado la política de inspiración alemana de la austeridad y del pago total de la deuda. Los griegos han cambiado de equipo. El nuevo tiene una nueva estrategia. No quiere salir del euro, pero si negociar la austeridad y la deuda. Desde Berlín se amenaza con la salida del euro (Grexit). Desde Atenas creen tener cartas a jugar. Piensan que si se les echa, el euro caerá y el principal perjudicado será Alemania. Los expertos hablan de Teoría de Juegos. En lenguaje coloquial, se le conoce como el juego del gallina: a ver quién se asusta antes y cede.

¿Es racional el miedo de Alemania a la inflación? No. La inflación no está ni se la espera en la eurozona

¿Cómo acabará? Es difícil hacer un pronóstico, aunque me inclino por el compromiso. Pero, a la espera del resultado, podemos plantear algunas preguntas que nos ayuden a entender su dinámica.

¿Por qué Grecia, que representa sólo el 2 % del PIB de la eurozona, tiene capacidad de amenazar a Alemania? Porque la permanencia del euro depende de que los mercados lo vean como algo irreversible. Si alguien sale, aunque sea un país pequeño como Grecia, los mercados tendrán la mosca detrás de la oreja y pensarán que otro país también puede tener que abandonar y lanzarán nuevos ataques especulativos contra la deuda de ese otro país. Esa es la carta de amenaza que tiene Alexis Tsipras: Id con cuidado con lo que hacéis conmigo, ¡porque podéis tirar piedras sobre vuestro propio tejado!

¿Puede sostenerse el euro en un escenario europeo de estancamiento prolongado, elevado paro y deflación? No. El consenso entre economistas es bastante general. Tarde o temprano, algo haría descarrilar el euro. A pesar de la decisión de Mario Draghi de hacer todo lo necesario (“whatever it takes”) para salvar el euro —incluyendo las operaciones de transfusión masiva de sangre a la economía— un escenario de desempleo y deflación prolongado haría insostenible el euro.

¿Por qué Alemania no es consciente de este riesgo y flexibiliza su postura respecto de la política monetaria, la austeridad y la política fiscal? Es difícil responder a esta cuestión. El pensamiento macroeconómico alemán es muy nacionalista. Está dominado por las ideas ordoliberales. En el manual de esa filosofía no existe ningún capítulo dedicado a las recesiones y como hacerles frente. De forma irónica, el columnista del Financial Times Wolfgang Münchau decía hace unos meses que a los economistas y responsables económicos alemanes se les podía clasificar en dos grupos: los que no habían leído a Keynes, y los que no lo habían entendido. Realmente es difícil comprender la pobreza de su pensamiento macroeconómico. Quizá tenga que ver con su historia.

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¿Es racional el miedo de Alemania a la inflación? No. La inflación no está ni se la espera en la eurozona. Lo que tenemos delante es la deflación. Por eso Draghi ha movido ficha. El miedo alemán a la inflación viene de una mala lectura de su historia: la hiperinflación alemana de los años 20 causó unos cientos de miles de parados. La deflación de los treinta, debido al “error” del canciller Heinrich Brüning de mantener la austeridad en medio de la Gran Depresión, provocó millones de parados y el triunfo del partido nazi. El comportamiento alemán actual se ajusta más al de los prestamistas, temerosos siempre de la inflación.

¿Flexibilizará la canciller Ángela Merkel su postura? Sí. Ya lo hizo en otras cuestiones. Pero esperará a que los electores alemanes comprendan que pueden perder más con la salida de Grecia del euro que con un compromiso razonable de ayuda.

¿Será Alexis Tsipras capaz de buscar un compromiso razonable que, a la vez que aplica políticas que devuelvan a los griegos un sentido de autoestima y dignidad, lleve a cabo las reformas que le piden desde Europa para acabar con el déficit, el clientelismo, la corrupción, el despilfarro y la elusión de impuestos de las élites de su país? Tsipras y Syriza son hoy más profesionales que en las elecciones de 2012. No creo que se imponga el sentimiento de revancha. Su programa se ha moderado y ofrece margen para un compromiso razonable para ambas partes. Pero no será rápido.

En todo caso, la negociación será como la de la época de la guerra fría, basada en la amenaza disuasoria. Pero ambas partes saben que el primero que apriete el botón rojo hará saltar todo por los aires. Este temor hará que ambas partes se comporten de forma razonable y no lleven el juego del gallina al límite. Y así ganaremos todos.

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