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Flexibilidad europea con acento alemán

Bruselas presenta este martes un documento clave sobre el margen de discrecionalidad fiscal de los tratados

Claudi Pérez
Merkel y Juncker se abrazan durante la campaña electoral de mayo.
Merkel y Juncker se abrazan durante la campaña electoral de mayo.UWE ANSPACH (EFE)

La Comisión Europea presenta hoy un informe fundamental para sustentar su nueva narrativa económica, basada en una política menos obsesionada con la consolidación fiscal y las reformas. Pero Berlín ha ganado, una vez más, la batalla: el brazo ejecutivo de la Unión da más detalles sobre cómo utilizará el margen de discrecionalidad que ofrecen los tratados, pero siempre “dentro de las reglas existentes, que han sido esenciales para restaurar la confianza en la UE”, según el documento, adelantado este martes por el EL PAÍS.

Las reglas se hicieron para un mundo que ha desaparecido, en el que la principal preocupación era que el crecimiento económico no alimentara demasiado el fuego de la inflación, y en el que Alemania permitía la creación del euro a cambio de normas obsesionadas con la disciplina fiscal, cuando el gran problema de Europa (salvo en el caso griego) ha sido la deuda privada. Mario Monti, exvicepresidente de la Comisión, ha criticado con dureza las reglas en un trabajo reciente. Y Adam Posen y Ángel Ubide, del Peterson Institute, han resumido en un estupendo trabajo el alud de críticas contra una normativa que las más de las veces parece una camisa de fuerza, incapaz de dar el margen de discrecionalidad necesario para luchar contra la enfermedad económica de estos tiempos: un estancamiento económico que va para largo, con tendencias deflacionistas cada vez más evidentes; un empacho de deuda que también va para largo, y que deja una guerra abierta entre acreedores y deudores de incierto final en la eurozona, y en general una sensación de eurodesencanto creciente en todo el Continente, que se decantó por un diagnóstico erróneo de la crisis y que ve cómo la ciudadanía desconfía cada vez más “de una tecnocracia incompetente” (José Ignacio Torreblanca) que, al ser incapaz de producir resultados y señalar inequívocamente el final del túnel, conduce a un “déficit ejecutivo” (Daniel Innerarity) puesto de manifiesto singularmente en la última etapa de la Comisión Barroso.

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La Comisión Juncker nace con renovados bríos, con la voluntad de cambiar ese relato tan sesgado hacia las reformas y la austeridad, para dar más flexibilidad en la aplicación de las reglas fiscales y empezar a hablar de crecimiento con el plan de inversiones de 315.000 millones de euros. Ese cambio ya está en marcha: a pesar de las presiones de Alemania, la Comisión ha dado más tiempo a Italia y Francia para que hagan sus reformas, y ha sacado adelante el plan de inversiones, que tiene cada vez más adeptos entre el sector privado y entre los socios del euro, con los grandes países dispuestos a invertir entre 15.000 y 20.000 millones en el Fondo. Por eso en Bruselas se esperaba con interés el documento sobre la flexibilidad, que supone una auténtica decepción: el informe apenas aporta novedades, más allá de poner negro sobre blanco que las aportaciones de los países al Fondo Juncker no supondrán un castigo aunque provoquen pérdidas y por tanto déficit público. La filosofía no cambia. Las reglas son las que son, y “han sido esenciales para restaurar la confianza en la UE”, según la Comisión. “Se abrió la mano con Francia e Italia, pero a cambio ha salido un documento de flexibilidad muy alemán”, apuntan fuentes del Parlamento Europeo. El documento “se focaliza en el margen de interpretación que se deja al Ejecutivo comunitario, en línea con las reglas del Pacto de Estabilidad y Crecimiento, sin modificar la legislación existente”. Fuentes de la propia Comisión apuntan que Alemania, una vez más, impide ir más lejos en el uso de la flexibilidad, que a grandes rasgos será como sigue:

-Inversiones. “Las contribuciones de capital al Fondo, así como las garantías, no se contabilizarán cuando se mida el ajuste fiscal tanto en el brazo correctivo (países que tienen un déficit superior al 3% del PIB, grosso modo, como España y Francia) como en el preventivo (déficits inferiores a esa cifra, como Italia o Alemania) del Pacto”. “En caso de romper el umbral de déficit, no se abrirá Procedimiento por Déficit Excesivo si esa ruptura se debe a la contribución al capital del fondo”, y “si es pequeña y se espera que sea temporal”.

-Cláusula de Inversión. Los Estados miembros que estén en el brazo preventivo del pacto (déficit inferior al 3% del PIB, grosso modo) “podrán tener desviaciones temporales de sus objetivos de déficit o de su senda de ajuste para permitir las inversiones”. Pero con condiciones: que el PIB del país caiga o esté por debajo de su potencial; que la desviación del déficit no lleve a sobrepasar el límite del 3%, y que la desviación sea compensada en el periodo establecido por el programa de estabilidad y convergencia. Hasta ahora, eso solo se había aplicado a Italia, y la principal condición era un desplome abrupto en la economía del euro. Ahora, las normas se ciñen a caídas del PIB en los países en particular, pero las condiciones son tan duras que apenas puede hablarse de más flexibilización, según las fuentes consultadas.

-Reformas estructurales. La Comisión “tendrá en consideración el impacto fiscal bajo el brazo preventivo del Pacto”, esto es, solo para países con déficits inferiores al 3% del PIB. Pero no vale cualquier reforma: deben ser “grandes reformas”, de primer nivel; deben aplicarse, no basta con su aprobación, y los países “deben demostrar un efecto positivo en el largo plazo en el plano presupuestario y deben elevar el crecimiento potencial de la economía”. Y lo más importante: la Comisión “tendrá en cuenta las reformas relevantes antes de hacer las recomendaciones sobre los objetivos fiscales a medio plazo”.

-Flexibilización por un empeoramiento de la economía. “La Comisión tendrá en cuenta la situación cíclica individual de cada Estado miembro bajo el brazo preventivo del Pacto. En el caso más extremo, cuando cae el PIB o la diferencia entre crecimiento potencial y el real (el output gap) es superior a cuatro puntos, no hace falta ningún ajuste. Cuando se den esas “circunstancias excepcionales”, el margen se usará “con la determinación apropiada”, según el texto.

La Comisión aplicará “inmediatamente” esa nueva guía, en particular en la presentación de los programas de estabilidad y convergencia de la próxima primavera. En todo momento, el brazo Ejecutivo de la UE deja claro que la flexibilidad se aplica “en línea con el Pacto de Estabilidad”, siempre dentro de las reglas, y en el contexto del Semestre Europeo. Reglas, reglas, reglas: un exfuncionario de Bruselas, Manuel Sanchis, asegura que la crisis del euro “deja en entredicho la racionalidad económica de las reglas fiscales” (El fracaso de las élites). La normativa “confunde rigor con reglas y rigidez”, continúa Sanchís, en un “enfoque fragmentario”, según el economista Michael Heise que deja un legado paupérrimo: “Desde una perspectiva histórica, la gestión de la eurozona durante los últimos años es un gran error de política económica” (Jean Pisani-Ferry). La comunicación que presenta hoy la Comisión Europea era una excusa inmejorable para corregir algunos de los excesos de los últimos años. Y es, probablemente, una oportunidad perdida.

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Sobre la firma

Claudi Pérez
Director adjunto de EL PAÍS. Excorresponsal político y económico, exredactor jefe de política nacional, excorresponsal en Bruselas durante toda la crisis del euro y anteriormente especialista en asuntos económicos internacionales. Premio Salvador de Madariaga. Madrid, y antes Bruselas, y aún antes Barcelona.

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