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Malabo afronta el bajón petrolero

Guinea Ecuatorial, cuya población sigue empobrecida pese a los ingresos del crudo, avanza en un plan para diversificar la economía ante la caída del precio de la energía

Un trabajador en una obra de construcción de viviendas en Malabo.
Un trabajador en una obra de construcción de viviendas en Malabo. REUTERS

Si se juzga a un país por sus indicadores macroeconómicos, Guinea Ecuatorial es de nota. Su renta per cápita de 26.000 dólares es insólita en África: viene a ser similar a la de Portugal, lo que haría de cada guineano un europeo en cuanto a ingresos. Claro que esto es solo el resultado de dividir el abultado PIB petrolero del país por su pequeña población, 755.000 habitantes. Mientras que Nigeria extrae un barril de crudo por cada 75 nigerianos, en Guinea a cada habitante le toca casi medio barril. Las condiciones sociales del país, sin embargo, son lamentables. Aparte de que más del 70% de la población del país sigue siendo pobre, varios años después del inicio de la exploración de crudo solo el 33% de la población rural tiene agua potable y el 43% alumbrado eléctrico. “Es evidente que las posibilidades que ha abierto el crudo no han llegado aún al conjunto de los ciudadanos”, apunta Tomás Guerrero, investigador de ESADE Geo y especialista en África.

¿Dónde ha ido, pues, el dinero del crudo? Juan Solaeche, rector del SEI (Sociedad de Estudios Internacionales), que se ha visto varias veces con el presidente de Guinea, Teodoro Obiang, explica que estos ingresos son recientes. “La explotación empezó hace unos 15 años”, dice, “pero el país solo empezó a ingresar dinero de las petroleras en los últimos tres años. Antes había que amortizar las inversiones”. El dinero del crudo, aparte de ir a los bolsillos de la corrupción, se dirigió sobre todo infraestructuras y bienes de equipo. Guinea Ecuatorial era uno de los países más pobres de la tierra y la construcción de infraestructuras era necesaria para poner en marcha cualquier actividad, no sólo la petrolera. “Antes no se podía ni poner en marcha un sector turístico”, dice un touroperador. “Ni había servicios, ni luz, agua, nada”.

La política de infraestructuras del Gobierno ha sido tan ambiciosa que algunos la tachan de megalómana. Centrales eléctricas, autopistas, estadios, hoteles, barrios de viviendas. Malabo, la capital, tiene un nuevo puerto, el primero de aguas profundas, con capacidad para 10.000 contenedores. También tiene, al igual que Bata —la segunda ciudad—, un aeropuerto casi nuevo. Tampoco faltan nuevas ciudades, una moda en África: Oyala (en el continente), que será la nueva capital, o Sipopo, un centro turístico.

El cambio de escenario provoca asombro en los visitantes más habituales. “Se nota sobre todo en las ciudades”, dice Luis Padrón, director general de Casa África, “con nuevos barrios, calles asfaltadas, edificios públicos”. Esta euforia (hay más de 800 proyectos en marcha) ha generado un auge del sector de la construcción, inexistente hace 10 años, representa ya el 5,2% del PIB y es el segundo en importancia. El régimen presume de estas realizaciones y empieza a apoyarse en sus infraestructuras para convertir al país en anfitrión de todo evento disponible: cumbres de la Unión Africana (dos en los últimos años) o la Copa de África de 2015.

El país busca impulsar sectores como la pesca, minería y turismo

No obstante, ante el desplome del precio del crudo (más de un 50% desde junio) y ciertas dudas sobre hasta cuándo estará disponible el recurso al nivel de explotación actual (unos 300.000 barriles diarios), Malabo ha empezado a pensar en la era pos-petróleo y en la necesidad de avanzar en el desarrollo de una economía no petrolera. “Consciente de que el crudo se acabará”, explica Martínez Lázaro, profesor de IE Business School, y que viaja con frecuencia al país, “han diseñado un plan, el Programa Horizonte 2020, para potenciar otros sectores de la economía”. El final de esa hoja de ruta, dice Solaeche, “el año 2020, se ha convertido en una fecha mágica”. El crudo y el gas han sido la base del despegue de Guinea Ecuatorial, que le reporta el 76,7% del PIB, pero las reservas probadas de petróleo no se vislumbran más allá de un decenio.

La situación se ha hecho más difícil estos años ya que varias de las zonas de extracción —Zafiro, Okume, Ceiba o Jade— empiezan a ser menos productivas. Desde los 430.000 barriles diarios en 2007, la producción ha caído por debajo de los 300.000 barriles en 2013. Este agotamiento del bombeo de hidrocarburos ha rebajado el crecimiento. Después de años de fuertes avances —11,9% y 10,7% en 2007 y 2008—, la economía se ha hundido en los últimos dos años. Ante estos resultados, el Gobierno de Obiang aceleró la firma de ocho nuevos contratos de exploración. La caída de precios del crudo ha intensificado el nerviosismo y la necesidad de diversificar la actividad. El Gobierno ha convocado varias reuniones con inversores y multinacionales y Obiang y sus ministros no paran de viajar para firmar acuerdos de cooperación. Este año llegó a ser recibido por Obama con el que se hizo una foto de familia, en compañía de las dos primeras damas.

Cinco son los sectores sobre los que Guinea quiere crear una economía nueva: la pesca, la agricultura, la petroquímica y la minería, el turismo y los servicios financieros. La agricultura, que cayó al 1,2% del PIB, ha sido abandonada tras la llegada del crudo. “Se ha echado a perder, sobre todo el cacao: solo quedan las exportaciones madereras”, explica un empresario. Malabo tiene esperanzas puestas en sus recursos mineros: titanio, hierro, manganeso, uranio, bauxita, tungsteno… el problema es que el momento no es apropiado por los bajos precios. Por lo que respecta al turismo, el Gobierno no lo fía todo a las empresas sino que “está construyendo sus propios hoteles”, dice Solaeche, “para luego entregar a terceros”. Ceiba, la compañía aérea, está multiplicando sus rutas.

El desplome de los hidrocarburos da la puntilla a la caída del crecimiento

Otro frente es el aumento de la producción de gas a través de una nueva planta de gas licuado, otra para producir metanol, y una refinería. Y está invirtiendo en producción eléctrica: hay una central hidroeléctrica en construcción, en Sendji, que enviará parte de la energía a Camerún y Gabón. Luego está el tema de los servicios. Malabo, dice Martínez Lázaro, “quiere convertirse en un centro financiero al estilo de Dubai”. El Gobierno cree que el país “tiene la capacidad y la demanda para convertirse en el mayor centro financiero de África Central”. Es pronto para ver si estas esperanzas se van a cumplir en 2020. Su mercado es muy pequeño. De ahí que Malabo trate de acelerar el desmantelamiento de las barreras arancelarias en la CEMAC (Comunidad Económica y Monetaria de África Central). Además, los planes de atracción de inversiones no funcionarán a menos que el régimen pueda garantizar la estabilidad política. Obiang ha empezado a lanzar tibios mensajes de democratización, pero tras años aferrado al poder, cuesta creerle.

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