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Opinión
Texto en el que el autor aboga por ideas y saca conclusiones basadas en su interpretación de hechos y datos

Merry Christmas, mister president

Xavier Vidal-Folch

La felicitación navideña del presidente del Gobierno basada en que “la crisis es historia del pasado y estas Navidades van a ser las primeras de la recuperación”, como dijo, amenazaba con recordar a la mitad de la población, aún prisionera, aquel “Merry Christmas, mister Lawrence” de los militares japoneses a los soldados británicos en su universo concentracionario.

Porque el error político-electoral era de bulto, Mariano Rajoy intentó rectificar. Bueno. Pero persistió en una equivocación político-económica al intentar diferenciar la crisis (otra vez dijo cosa del pasado) de sus “secuelas”, aún vivas.

¿Por qué esa distinción sería conceptualmente errónea? Porque la naturaleza de esta crisis es indistinguible de sus consecuencias. El paro, la depresión de la capacidad adquisitiva de muchos, la desigualdad rampante, el deterioro de los servicios públicos indispensables para los más débiles son al mismo tiempo resultado y causa de una crisis maléfica, por recidivante.

El fenómeno nuevo desde la Gran Recesión es el grado extremo de desigualdad que la acompaña y que es intrínseco a ella. ¿Por qué? Porque una devaluación monetaria externa —como tantas hubo de la peseta— depreciaba el valor de todos los activos y rentas, inicialmente por igual: según el porcentaje en que se devaluaba la divisa propia.

Si la crisis se fue como dice Rajoy, urge un giro social total: recuperar quirófanos, becas, una moratoria en desahucios...

A diferencia de aquella, la devaluación interna o reducción de los precios de activos, patrimonios y salarios, dentro de las fronteras, no es simétrica. Quienes ostentan patrimonio o mejores rentas pueden sufrir deterioros, pero serán selectivos (por ejemplo, para los que abunden en bienes raíces, en caso de burbuja inmobiliaria), mientras que para los niveles inferiores, la factura es más alta en términos de empleo, salarios y bienestar.

Esta crisis, pues, era, y es, indisolublemente económica —bajo crecimiento— y económico-social, por generadora de más desigualdad. Por eso la recesión ha pasado, y se va atisbando una recuperación, pero la crisis sigue viva y coleando.

¿Y si todo lo anterior está equivocado, y Mariano tiene razón? Admitamos que la crisis estuviese superada, y que solo quedasen flecos pendientes. Pues entonces lo que toca es devolver con urgencia a los grandes paganos de su factura el importe de su aportación. Y que el primer (encomiable) pacto social, con la ayuda de 426 euros mensuales a unos 400.00 parados de larga duración carentes de todo apoyo público, se multiplique ya.

Para que eso fuese creíble, debería 1) procurarse que la ayuda llegase a todos los hogares con todos sus miembros en paro (1,8 millones); 2) decretarse una moratoria en las ejecuciones hipotecarias de viviendas habituales a cargo de los bancos (1.200 semestrales) hasta acordar una nueva reforma, dada la dramática inutilidad de la actual; 3) recuperarse los 210 millones de euros en que se han reducido las becas escolares en el último bienio, y volverlas a dotar; 4) reabrirse los centenares de quirófanos cerrados y camas hospitalarias canceladas en verano (1.100 solo en la Castilla-La Mancha de la incorrupta Cospedal). Y...

Incluso si el presidente no tiene razón, bastante de esto puede hacerse. Y con no tanto dinero.

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