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Opinión
Texto en el que el autor aboga por ideas y saca conclusiones basadas en su interpretación de hechos y datos

Llevarse crudo lo del crudo

El petróleo cae el 40%; la gasolina, un 8%. El saldo beneficia al oligopolio, no a la economía

Xavier Vidal-Folch
Un trabajador bajo un pozo de petróleo.
Un trabajador bajo un pozo de petróleo. EFE

¿Quién se llevará crudo lo del crudo? O, en más fino, ¿quién se aprovechará del descenso del precio del petróleo?

Para España, que preveía un precio del petróleo de 103,7 dólares el barril en 2015 (Actualización del Programa de Estabilidad 2014/2017), si el precio real se mantuviese en el entorno de los 70 dólares, el precio de las importaciones se reduciría en más de un 30%.

Si la factura petrolera debía superar los 50.000 millones de dólares, el ahorro total, conjuntado con el descenso de la cotización del euro respecto del dólar, se acercaría a los 10.000 millones de euros, un 1% del PIB. A Luis de Guindos le tocaría la lotería, pues en el peor de los casos podrá compensar la prevista desaceleración de las exportaciones al resto de Europa.

¿Y a nosotros? Depende. La cuantía del asunto es extraordinaria.

10.000 millones es más o menos lo que recauda al año la agencia tributaria por la persecución del fraude fiscal.

10.000 millones es el coste del gran recorte impuesto por el Gobierno en los capítulos de sanidad y educación a las comunidades autónomas en 2012.

10.000 millones se acerca a la cantidad que el plan Juncker de la UE podría dedicar a proyectos basados en España, si triunfa, y si sus inversiones guardan relación con el peso de la economía española (en torno al 8% de la europea).

De repente nos caen del cielo 10.000 millones y podemos relanzar más la economía. ¿Seguro? Depende. Si la ganancia de renta se aplica a amortizar deudas, o al ahorro, será positivo a largo plazo; a corto, poca cosa. Si en cambio se destina a aumentar el consumo, la tracción será mayor.

Pero puede suceder que quede en casi nada. El petróleo es materia prima de productos. Pero sobre todo, combustible, fuente de energía. Por tanto, la llave final de los precios de sus derivados, gasolinas y otras, la guarda el oligopolio de las petroleras, refinadoras y distribuidoras. Si ellas absorben el margen de precios, este no llega al consumidor final, y pues, tampoco a la demanda agregada.

Resulta que los precios de las gasolinas suben como el cohete cuando aumentan los del petróleo y planean como las plumas cuando bajan. “Los incrementos de las cotizaciones internacionales de gasolina y gasóleo de automoción podrían estar trasladándose más rápida e intensamente a los precios minoristas del carburante en las estaciones de servicio que las reducciones de las cotizaciones internacionales”, indicaba ya en 2011 Trabajando por la competencia, el informe de la entonces Comisión Nacional de la Competencia (ver también un amplio análisis en Alternativas Económicas, número 19).

¿Era una profecía? Juzguen los datos. El barril de brent, la referencia en Europa, oscila ahora en torno a los 70 dólares; casi un 40% menos que los 110/115 de junio. Mientras, la gasolina ha bajado desde entonces un 8,4%; y el gasóleo, un 6%.

Para más inri, cierran fábricas, entre otras razones por el excesivo coste relativo de la energía —eléctrica—, como las de aluminio de Alcoa en Avilés y A Coruña.

Algunos se lo llevan crudo y esto sigue muy crudo.

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