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Columna
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Inflación o deflación, esa es la cuestión

La deflación es mala para los endeudados y frena inversiones hasta que suben los precios

Los precios de consumo aumentaron un 0,5% en octubre respecto al mes anterior. Dado que desde hace meses estamos con inflación negativa, puede parecer extraño y poco consistente que en un solo mes se produzca un aumento tan considerable. Otra vez la estacionalidad nos juega malas pasadas a la hora de entender los datos estadísticos. Este aumento mensual obedece a que en septiembre y sobre todo, octubre, suben anualmente los precios de muchos productos, sobre todo el vestido y calzado, tras la campaña de las rebajas veraniegas. En realidad, corrigiendo este factor estacional, la variación mensual fue negativa (-0,1%), como lo viene siendo en muchos meses de este año. Esto explica que la tasa anual de inflación (lo que se conoce por inflación a secas, que no es sino la suma de las tasas mensuales de los últimos 12 meses) sea negativa, también de -0,1%. En septiembre esta tasa era más negativa (-0,2%) por lo que algunos respiran más tranquilos al ver que se aleja la deflación, algo que tiene peor prensa que la propia inflación, siempre que esta no sea desorbitada.

Pero no sé si los que van a hacer su compra diaria o semanal a los mercados estarán contentos de que la inflación sea ahora menos negativa, ya que ello se explica por las fuertes subidas que han experimentado este mes los alimentos sin elaborar, principalmente las frutas, las verduras, el aceite y en menor medida el pescado. ¿Qué gana un consumidor que vive de un salario congelado cuando le suben los precios? Nada, al revés, pierde. Entonces, ¿por qué tanto miedo a la deflación? Por dos razones. En primer lugar, es mala para los que están endeudados, pues la deflación aumenta su deuda en términos reales. Los españoles estamos muy endeudados y embarcados en un proceso de desendeudamiento, lo que constituye un freno importante para la recuperación. La inflación ayudaría a reducir deudas en términos reales, aunque debemos ser conscientes de que perjudicaría a los acreedores. Digamos que ganarían los gastadores y perderían los ahorradores.

Fuentes: M de Economía, INE, Banco de España y Funcas (previsiones IPC). Gráficos elaborados por A. Laborda
Fuentes: M de Economía, INE, Banco de España y Funcas (previsiones IPC). Gráficos elaborados por A. LabordaC. Ayuso

En la coyuntura actual podría admitirse en aras del bien general que los ahorradores se sacrificaran un poco. Ahora bien, la inflación sería buena para los deudores siempre que se viera acompañada también de una inflación de sus ingresos (como los salarios). Si no, la inflación es un desastre. ¿Sería bueno que aumentaran ahora los salarios en España? No, por dos razones: hay que seguir ganando competitividad frente al exterior y tenemos que hacer más intensivo en empleo en el sistema productivo para reducir el paro, a lo cual ayuda la moderación salarial. En segundo lugar, la deflación es mala si los consumidores o los inversores generan expectativas de que los precios van a seguir bajando, lo que paraliza sus decisiones de gasto hasta que vean que los precios vuelven a subir. Esto ha podido suceder en el mercado de la vivienda, pero no veo que sea un fenómeno generalizado en la economía. De hecho, el consumo crece por encima de la renta disponible de los hogares y el ahorro está bajando. Lo mismo sucede con el ahorro y la inversión de las empresas.

Entre las muchas variables que explican el raro fenómeno de la inflación cero o ligeramente negativa en España está la evolución reciente del precio del petróleo y otras materias primas (gráfico inferior izquierdo). Traducido a euros, el precio del petróleo es hoy en torno a un 25% inferior al de junio último. Esto, lejos de ser malo porque provoca más deflación, es como un maná caído del cielo para la economía española. En cómputo anual, tal bajada significa siete décimas menos de inflación, o dicho de otra manera, siete décimas más de renta real para los hogares. Teniendo en cuenta todos los efectos directos e indirectos, para el conjunto de la economía puede suponer unas cinco décimas más de crecimiento y 80.000 empleos más. Al mismo tiempo, la factura energética neta anual frente al exterior nos costaría unos 10.000 millones de euros menos.

En los gráficos superiores se recogen las previsiones de inflación hasta diciembre de 2015. Están hechas con la hipótesis de que el precio del petróleo se estabiliza en 81 dólares el barril, lo que daría lugar a una inflación media anual para 2015 del 0,1%. Si el precio bajara hasta 75 dólares, la inflación sería negativa. Seguiríamos en deflación. Ahora bien, esta deflación, en vez de matar, sería un aliento de vida.

Ángel Laborda es director de coyuntura de la Fundación de las Cajas de Ahorros (FUNCAS).

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