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Columna
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Europa ausente

Los líderes europeos van con las luces cortas, abducidos por la austeridad

José Carlos Díez

Mientras Merkel cuenta que Alemania va bien, Rajoy que España va mejor, Le Pen quiere que Francia salga del euro, en Cataluña se plantean la independencia y Podemos promete bajar el precio de las entradas a los estadios de fútbol, en China se han reunido los países americanos y asiáticos para hablar de comercio. China ha sorprendido proponiendo un tratado de libre comercio del pacífico, moviendo ficha para contrarrestar la iniciativa de Obama de desarrollar el tratado de libre comercio en el atlántico entre americanos y europeos.

Desde que China abandonó la planificación comunista en 1979 y apostó por la economía de mercado han multiplicado su renta por habitante por 40 veces y han sacado de la pobreza extrema a más de 500 millones de personas. Impresionante y digno de admiración. China empezó con una estrategia de salarios baratos y tipos de cambio infravalorado y se convirtió en la fábrica del mundo.

Pero el modelo ha muerto de éxito y el salario medio chino ya supera a la mayoría de países emergentes. Por eso las empresas chinas ahora quieren competir en sectores de alto contenido tecnológico y con capital humano muy cualificado que era coto cerrado de los países desarrollados. Sin reconocerlo, el tratado de libre comercio del Atlántico es una forma de protegerse de Asia. Eliminamos aranceles entre nosotros y los mantenemos con China. Lo mejor sería desarrollar la Organización Mundial de Comercio (OMC).

Pero China quiere jugar la partida para liderar el tablero económico mundial. Lo tiene complicado ya que mantiene controles a los movimientos de capital, su moneda no es convertible y tras su espectacular boom de crédito hay dudas razonables sobre la solvencia de su sistema bancario. Pero los chinos le han perdido el miedo a la globalización y hacen política industrial y tecnológica activa para que sus empresas sean campeones mundiales. Corea, Taiwan y los tigres asiáticos también.

EE UU no se lo pondrá fácil. Sus empresas lideran la vanguardia tecnológica mundial y sus universidades la investigación básica. Pero Europa se ha convertido en un jugador irrelevante en esta partida. Los chinos y los estadounidenses nos han perdido el respeto por nuestra incapacidad para resolver la actual crisis en la que nos encontramos inmersos.

En Europa, los líderes van con las luces cortas, abducidos por la obsesión alemana de la austeridad. Merkel reniega de cualquier intervención del estado en la economía. Y el populismo desde Le Pen hasta Podemos, pasando por Syriza y Grillo demonizan el tratado del atlántico y abogan por el proteccionismo y cerrarnos para proteger nuestros empleos. Los fantasmas de los años treinta vuelven.

Esta semana leía un artículo de Mario Cimoli de Cepal, Crisis, Estancamiento Secular y Destrucción Creativa, que ha presentado en Brasil. Defiende que Latam no cometa los errores europeos de austericidio, ahora que la fiesta de materias primas se ha acabado.

Y recomienda una política industrial equiparable a la asiática para no acabar devaluando los salarios y diluyendo el peso económico de la región en el nuevo tablero económico mundial. Hasta 2007, Europa era referente de integración y estado de bienestar para Latam. Ahora somos ejemplo de errores de política económica.

Europa tiene el capital humano, las infraestructuras, el parque empresarial y el saber hacer para jugar la partida global y ganarla. Pero falta visión estratégica, liderazgo político y apetito ganador.

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