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Tribuna
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Pensar Plaza de España en Madrid. Una cuestión de confianza

El urbanismo no debe basarse solo en el derecho de la propiedad, sino en el interés público, la mejora del espacio y del paisaje urbano para generar actividad y oportunidades

Madrid ha sufrido en estos años un deterioro importante en su patrimonio construido, edificios abandonados, locales vacíos, proyectos paralizados y una degradación de la calidad del espacio público. Ante esta situación el Ayuntamiento de Madrid inició la revisión de Plan general, un proyecto que no va a poder culminarse, mientras intervenciones puntuales cambiarán la fisonomía de Madrid.

El problema surge cuando esas intervenciones se sitúan en el borde de un marco legislativo caduco, o no están basadas en criterios técnicos. Así nos encontramos con posturas encontradas, críticas desaforadas y situaciones de inseguridad jurídica, mientras la normativa se va adaptando a trompicones.

En la Puerta del Sol se anunció un quiosco en medio de la plaza, que el COAM consiguió desviar, en un proceso de reflexión y debate, a un Concurso Internacional de Ideas. El proyecto ganador, de los arquitectos Linazasoro y Sánchez, generaba un proceso de reordenación que sorprendentemente aún no se ha iniciado.

En el Paseo de la Castellana, el Real Madrid plantea una gran ampliación de su estadio, y lo hace como si se tratase de una mera operación privada, cuando afecta a un espacio físico de gran importancia, sin que desde la administración o la sociedad civil se genere el más mínimo debate.

Proyectos como el eje Prado Recoletos o la Ciudad de la Justicia, hoy parados, requieren una revisión que no tire por tierra el extraordinario trabajo realizado por equipos de profesionales, y así poder adaptar las soluciones a nuevos planteamientos de financiación y costes.

Y en esto, surge un nuevo foco de debate en la Plaza de España, que tras una decadencia importante despierta el interés de operadores hoteleros e inversores. Se trata de una oportunidad de futuro. Afecta al espacio público y su uso, a la calidad del paisaje urbano y a la regeneración del patrimonio construido y en edificios con algún tipo de protección histórica o artística.

Un espacio de esa trascendencia requiere un planteamiento global. No es una simple operación inmobiliaria; se trata de una intervención de gran complejidad, es Diseño Urbano y Arquitectura, es Urbanismo. Un urbanismo que no se base solo en el derecho de la propiedad, sino en el interés público, la mejora del espacio y del paisaje urbano para crear un ambiente que genere de nuevo actividad y oportunidades.

Para ello se reclaman nuevas formas de hacer y de gestionar la ciudad, donde primero se aborde el problema en su integridad. La imagen de la ciudad desde la escala, forma y usos de los edificios, a la movilidad y el espacio público. Esto permitirá abrir el debate al conocimiento y el criterio de los profesionales, y debe concluir con un concurso de ideas y proyectos, que permita conseguir soluciones creativas y transformadoras. En ese concurso la confección de la pregunta y el jurado son la garantía de éxito y calidad.

Es en ese momento cuando tiene sentido la participación ordenada de los ciudadanos, para generar un consenso que garantice la viabilidad del proyecto, con todo el soporte técnico y político.

En estos momentos, la presencia de grupos internacionales que buscan posiciones en el sector inmobiliario de nuestra ciudad es remarcable. Esta capacidad de inversión, que coincide con la necesidad social y la voluntad política de regeneración urbana, requeriría una acción decidida desde las administraciones y supone un reto para una actuación ejemplar.

Resulta llamativo que no se haya planteado un plan de choque que permitiera un marco razonable para fijar esas inversiones, conciliando el interés privado y público en un modelo de ciudad. Ese modelo de ciudad, de la calidad de vida, debería tener como objetivo la recuperación de la actividad económica, social y cultural.

Para ello los diferentes agentes deben tener papeles y responsabilidades claras: una administración que tome decisiones confiando en el criterio de los profesionales, en su conocimiento y cualificación técnica, y que disponga de instrumentos de planificación y gestión modernos y eficientes que proporcionen garantía y seguridad jurídica a la inversión privada.

Este espacio de oportunidad estaría caracterizado por lo que debería ser la imagen de Madrid: Una manera de vivir. En Madrid se dan circunstancias para poder conseguirlo, y en esta situación parece que nuestros gobernantes deberían tenerlo fácil. Es cuestión de confianza en los profesionales de la ciudad, y muy especialmente en los arquitectos.

José Antonio Granero es arquitecto y decano del Colegio Oficial de Arquitectos de Madrid (COAM).

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