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Guardar dinero para imprevistos

Un fondo que cubra la posibilidad de un desastre nos evitará soluciones más costosas

Thiago Ferrer Morini
Adquirir hábitos de ahorro es importantísimo.
Adquirir hábitos de ahorro es importantísimo.

Hablar de ahorro es complicado en tiempos de crisis persistente. El último dato del Instituto Nacional de Estadística (INE) cuantificaba que los hogares y entidades sin ánimo de lucro pudieron ahorrar el 15% de sus ingresos del segundo trimestre del año, frente al 18,3% del año anterior. Esto son 27.787 millones de euros, o alrededor de 590 euros por persona. Aunque esta última cifra, como promedio, no refleja que hay familias que no pueden ahorrar nada o casi nada. Sin embargo, tener una reserva de fondos disponibles de inmediato para eventualidades como una enfermedad o una reparación a destiempo es una necesidad.

El principal motivo es que sin ese proverbial colchón, “lo normal es tener que recurrir a opciones más costosas”, según indican desde Finanzas para Todos, la página del fomento de educación financiera coordinada por la CNMV y el Banco de España. Las alternativas suelen ser la petición de un crédito —que no siempre es posible obtener— o la venta precipitada de activos (sean físicos o sean financieros) para obtener efectivo. En los dos casos, la solución de urgencia implica gastos adicionales o, directamente, perder dinero.

Un poco es mejor que nada. La recomendación del Banco de España y la CNMV es tener una reserva de entre tres y seis meses de gastos normales, es decir: la hipoteca (o el alquiler) de la vivienda, otras mensualidades, seguros, gastos en agua, energía y teléfono, etcétera. Pero esa es una cifra que impone respeto, incluso para las economías más boyantes. La recomendación es establecerse una cuantía mínima a alcanzar (como puede ser el equivalente a los gastos de un mes) y luego fijarse una cifra pequeña pero simbólica (por ejemplo, 20 o 25 euros a la semana) sobre la que ir construyendo poco a poco un fondo.

¿Dónde lo pongo? El tópico “dinero para emergencias” se pone debajo del colchón o en un calcetín, pero en ninguno de estos sitios nos va a rentar. La mejor idea es poner nuestros ahorros en una cuenta aparte de la que usamos para nuestros gastos. En un mercado bancario hambriento de liquidez, la mayoría de las entidades tienen cuentas de ahorro con rendimientos muy atractivos; incluso hay algunas que tienen productos especialmente diseñados para esta clase de ahorro. Pero atención: hay que vigilar que las comisiones no se coman nuestra rentabilidad.

¿Y esto se acaba aquí? Una vez establezcamos esa cuantía mínima, la clave es ser constantes y seguir ahorrando. El ponerse metas intermedias es un incentivo: en muchos casos, cumplir objetivos refuerza nuestra voluntad de continuar con nuestros proyectos. En todo caso, una vez hayamos juntado todo el dinero que teníamos previsto ahorrar, es fundamental revisar regularmente si la cantidad está adaptada a nuestras necesidades actuales: lo que cubría nuestros gastos hace un año puede no hacerlo ahora.

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