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Opinión
Texto en el que el autor aboga por ideas y saca conclusiones basadas en su interpretación de hechos y datos

Gobernados por ideas equivocadas

La austeridad se ha usado como un principio bueno en sí mismo, al margen de la economía

Antón Costas
Maravillas Delgado

La economía europea camina hacia una nueva recesión. La tercera en cinco años. Un récord nunca igualado en la historia económica mundial. Aunque quizá sería más acertado decir que, más que entrar en una tercera recesión, en realidad no hemos salido de la segunda.

Los expertos en previsión económica hablan de una probabilidad del 60% de un estancamiento europeo prolongado, con tasas de crecimiento alrededor del 1% acompañadas de deflación o precios cercanos a cero, un 20% de una recesión propiamente dicha y un 30% a favor de una cierta recuperación en las economías más dañadas por la crisis. Aunque en este caso, más que de una recuperación, probablemente sería más apropiado hablar, como dije en otra ocasión, del “rebote del gato muerto”.

Ante este panorama no precisamente alentador, no es sorprendente que organismos tan poco proclives a la crítica política como son la OCDE, la OIT o el FMI, después de haber juzgado inadecuada la política de austeridad, ahora carguen las tintas contra la continuidad de las políticas de recortes de salarios. Provocan anorexia de consumo y deprimen la economía. Críticas a las políticas a las que se ha sumado la autorizada opinión del gobernador del BCE al señalar un problema de demanda y deflación.

Hay algo intrigante para mí en el comportamiento de la política económica europea. ¿Por qué sus responsables no ven que las políticas llevadas a cabo desde mediados de 2010 abocan a la recesión recurrente, al estancamiento y el desempleo masivo? ¿Qué es lo que les ciega? ¿Son los intereses creados o las ideas equivocadas?

Estos interrogantes me han hecho recordar la reflexión con que John Maynard Keynes cerró su obra magna la Teoría general del empleo, el interés y el dinero, escrita en los años treinta en una situación depresiva y de fallos de políticas muy similar a la de hoy. La última frase dice así: “Tarde o temprano, son las ideas y no los intereses creados las que presentan peligros, tanto para mal como para bien” (cito la traducción del FCE, segunda edición, de 1965).

La austeridad se ha usado como un principio moral bueno en sí mismo, al margen de la economía

Esta frase se entiende habitualmente en el sentido de que son las ideas, más que los intereses, las que acaban provocando las malas políticas. Pero como ha señalado con agudeza Robert Skidelsky en su magnífica biografía sobre Keynes (publicada en castellano por RBA, 2013), lo que resulta intrigante es la afirmación de Keynes de que las ideas también pueden ser peligrosas “para bien”.

Dado el dominio del lenguaje que tenía Keynes, Skidelsky sostiene que no es un error, sino que quería advertir contra la tentación de hybris de las ideas: contra la arrogancia con que a veces se sostienen desde el poder ideas económicas consideradas bondadosas en sí mismas sin querer ver las consecuencias para la gente. La austeridad y las reducciones de salarios no se han utilizado como instrumentos pragmáticos de política, sino como principios morales buenos en sí mismos, al margen de las condiciones de la economía. Esto es filosofía moral dogmática, no economía.

¿De dónde viene esta hybris? Fundamentalmente del pensamiento económico dominante en los círculos de poder en Alemania y de la UE.

Pero Alemania no ha destacado precisamente por sus aportaciones al desarrollo del análisis económico. Un dato. Desde que en 1969 se comenzaron a conceder los premios Nobel de Economía, han sido 74 economistas varones y una economista los galardonados. De esos 75, sólo un premiado ha sido alemán. Un hecho sorprendente, dado el impresionante historial en las otras categorías de premios Nobel. Da la impresión de que el pensamiento económico alemán haya sido tradicionalmente muy nacional, poco cosmopolita.

Las cosas parecen estar cambiando. No he tenido la oportunidad de leer el reciente libro Die Deuschland Illusion, (La ilusión alemana), que acaba de publicar el joven economista y director del Instituto Alemán de Investigación Económica Marcel Fratzscher. Pero la crítica que hace en la entrevista que publicó este diario (28-9-2014) al relato dominante sobre las virtudes alemanas y las debilidades de los demás me parece acertada. También The Economist (27-9-2014) le ha dedicado atención. Y sintomáticamente señala que el autor “ha desarrollado buena parte de su carrera fuera de Alemania y tiene una perspectiva internacional”, que choca con la visión dominante en los círculos conservadores alemanes.

Quizá este factor de juventud y cosmopolitismo tenga algo que ver con la salida a la crisis europea. En el párrafo final ya mencionado de la Teoría general, Keynes afirma que las nuevas ideas tardan en dar fruto. El motivo es que en el campo de la filosofía económica y política no hay muchos políticos, funcionarios ni agitadores que cuando pasan de los 30 años estén dispuestos a dejarse influir por las nuevas ideas. La política europea está gobernada por personas mayores prisioneras de ideas equivocadas.

Armémonos de paciencia y esperemos a que lleguen más Marcel Fratzscher y más Mateo Renzi a los thinks tanks y a la política europea. Y, mientras tanto, recemos para que las cosas no descarrilen.

Antón Costas es Catedrático de Economía en la Universidad de Barcelona

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