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Opinión
Texto en el que el autor aboga por ideas y saca conclusiones basadas en su interpretación de hechos y datos

Qué no estamos comprendiendo

Joaquín Estefanía

Ver en la misma jornada la obra de teatro Ruz/Bárcenas y analizar las cuentas del Estado para el resto de la legislatura no son actos de distinta naturaleza. Uno y otro asunto mantienen conexiones públicas, son actividades complementarias aunque aparentemente podría no parecerlo. Ambas tratan del dinero público y del destino que se le da.

Ruz/Bárcenas, de Jordi Casanovas, dirigida por Alberto San Juan, pertenece a la mejor tradición del teatro documental. Ha llenado todos los fines de semana un teatro del off-off Madrid (el Teatro del Barrio, en Lavapiés, antigua sala Triángulo). Es la versión textual (aunque apocopada) del segundo interrogatorio que el juez Ruz practicó al durante tantos años tesorero del PP. Todo lo que se escucha en la sala, sin una coma de más, se dijo en la Audiencia Nacional. Un texto que es sin duda tedioso y casi insoportable de leer, por ejemplo en un periódico, resulta apasionante recitado en un escenario. Es incomprensible (esta incomprensión es retórica) que la obra no circule por los mejores locales de las ciudades españolas y no sólo en Lavapiés. Por educación para la ciudadanía del conjunto de la población.

El repunte en la ocupación se debe, ante todo, a la emigración de propios y foráneos

Pertenece al género del surrealismo que después de lo que se afirmó en la Audiencia Nacional en esa ocasión (sobre las cuentas públicas del partido que gobierna, sobre los sobresueldos en negro -—queda meridianamente claro que fue así, en la versión de Bárcenas— de tantos gobernantes y dirigentes del PP, con nombres y apellidos, sobre la vinculación de corruptores y corrompidos) lo único que haya ocurrido por ahora es que Bárcenas esté en la cárcel.

Otra oleada de estupor distinta, pero relacionada, se siente cuando los principales ministros económicos del Gobierno, al salir del Consejo de Ministros, presentan el cuadro macroeconómico de los años 2014 y 2015 y subrayan sin rubor, como si fuera un gran éxito, que la tasa de paro al finalizar la primera legislatura de Rajoy en La Moncloa (22,2% de la población activa) será menor que la que había en el último trimestre de 2011, cuando abandonaron ese mismo lugar Rodríguez Zapatero y los socialistas (22,6%).

Supongamos que es así sin ningún matiz (que no lo es): ¿no es paradójico que se presuma de tan escaso bagaje en materia de empleo, reforma laboral mediante, después de cuatro años de continuas rebajas de la renta disponible de las familias, transformación de contratos fijos en temporales y de mínima calidad, recortes en materias tan centrales al modelo europeo como la educación, la sanidad, la dependencia, las pensiones o la protección al desempleo? ¿No es sorprendente que parezca no pasar nada cuando se recurre tan frecuentemente el doblepensar orwelliano, sencillamente porque llegamos a la temporada electoral?

Se multiplica el ‘doblepensar’ orweliano cuando llega la temporada electoral

Pero es que, además, no es así: el repunte en la ocupación que pronostica el Gobierno para la segunda mitad de la legislatura, 600.000 puestos de trabajo más, (que no coincide con las apreciaciones del Banco de España, que define la situación como “un escenario de recuperación frágil lastrada por los elevados niveles de desempleo y deuda, y por la persistencia de un contexto de fragmentación financiera al que se han unido los desafíos por la debilidad del comercio mundial y la tentación geopolítica”) no es suficiente para compensar el millón de empleos perdidos en los dos primeros años de su mandato. En el conjunto de la legislatura de Rajoy se destruirían 400.000 empleos mientras, al mismo tiempo, el número de parados bajaría en 211.000, en números redondos, para acabar todavía por encima de los cinco millones. ¿A qué se debe esta aparente contradicción?: a que la población activa habrá descendido en más de 600.000 personas en estos años por la vuelta de muchos inmigrantes a sus países ante la falta de futuro, y a la emigración de miles de ciudadanos españoles (sobre todo jóvenes) en busca de un empleo.

En el libro de Javier Pradera Corrupción y política. Los costes de la democracia (Galaxia Gutenberg) se demuestra que cuando coinciden en el aparato del Estado burocracias partidistas en el ejercicio de la política con la falta de ejemplaridad en las actitudes de los políticos señalados por diversos delitos de lesa democracia o conductas poco éticas, se encienden las luces rojas del sistema.

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