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Opinión
Texto en el que el autor aboga por ideas y saca conclusiones basadas en su interpretación de hechos y datos

Confusión sobre la liquidez

Uno de los ingredientes que faltan para que fluya el crédito es que escasea la demanda solvente

Santiago Carbó Valverde

La economía europea está estancada y la preocupación que esto genera está concentrando gran parte de la agenda política internacional. De las pocas acciones esperanzadoras que se han adoptado para tratar de cambiar esta senda depresiva, las operaciones de financiación orientadas hacia el crédito del Banco Central Europeo (los TLTRO) eran una buena parte. Tras la primera ronda celebrada la semana pasada ha cundido un cierto pesimismo. La cantidad solicitada (82.601 millones de euros) fue entre un 20% y un 30% inferior a la esperada. Sin embargo, considerar los TLTRO un fracaso me parece apresurado y erróneo. Hay un número importante de detalles que deben tenerse en cuenta y, por encima de todos ellos, una lección importante: para estimular el crédito hace falta algo más que liquidez. Se ha generado cierta confusión sobre la liquidez como la gran referencia porque se ha fiado todo al BCE. Pero faltan otros ingredientes para fomentar el crédito.

Respecto a lo que puede deducirse del primer TLTRO, un detalle muy importante es la participación de 255 bancos europeos. Esto, por sí solo, hace absurdas algunas interpretaciones que consideran que se trata de un mecanismo estigmatizador que señala al que lo pide como una entidad débil. Lo que sí que hubo en esta tanda inicial es algo de precaución y una importante concentración de las peticiones en las economías periféricas. Entre Italia y España, al parecer, se acaparó más del 50% de la financiación. Hubo realmente pocas solicitudes de los países del llamado núcleo duro, encabezados por Alemania. Esto se debe, en parte, a que muchos de estos bancos están esperando a los resultados de las pruebas de esfuerzo en octubre y de la evaluación global del BCE en noviembre para fijar su posición. La segunda ronda de TLTRO, en diciembre, debería ser algo más animada. Otra cuestión importante es que entre las sorpresas del BCE de principios de mes el anuncio de compras de activos titulizados ha hecho también que algunos bancos adopten una estrategia de “esperar y ver”. La idea es que muchas entidades financieras pueden preferir esperar y vender sus activos titulizados al BCE en lugar de usarlos ahora como garantía para solicitar fondos al propio BCE. Por lo tanto, algunos de los objetivos del BCE pueden estar solapándose pero puede que, en su conjunto, funcionen.

En cuanto a los ingredientes que faltan para que fluya el crédito —más allá de la ensalada de interpretaciones para todos los gustos sobre la liquidez—, tal vez el más evidente es que aún escasea la demanda solvente. Y la rebaja de expectativas de crecimiento en Europa tampoco ayuda. Pero hay otro elemento esencial y muy poco comentado. Los bancos en todo el mundo se enfrentan a una revolución imparable de cambio tecnológico y comercial y, para afrontarla, necesitan reestructuración y redimensionamiento. En Europa esa necesidad es innegable. La transformación implica una explotación más adecuada de las enormes cantidades de información manejada (el big data), una adaptación de procesos tecnológicos y nuevas capacidades de evaluación de riesgos, más flexibles y orientadas de forma mayoritaria hacia las pymes. Estos temas fueron analizados ayer en la presentación de la revista Papeles de Economía Española sobre nuevos negocios bancarios en Funcas, con una conclusión interesante: las reformas afectan a toda la economía y son el principio de algo nuevo. El sector bancario no es una excepción. La liquidez es gasolina, pero la banca precisa nuevos motores.

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