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Tribuna
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La sociedad paralizada: jóvenes desempleados

El desarrollo de la economía latinoamericana no ha servido para solventar del todo el grave problema del paro juvenil

Uno de los resultados más devastadores de la crisis económica global ha sido el desempleo que sufren los jóvenes. Entre los países más afectados, España, con un 54% de desempleo juvenil. Jóvenes preparados en empleos sumergidos, muy alta temporalidad del trabajo, contratación parcial o por horas, condiciones precarias de autoempleo son, por decir, algunas de las constantes.

En América Latina, el crecimiento económico registrado en los últimos años, pese a incrementarse la ocupación, no fue suficiente para mejorar el panorama laboral de los jóvenes. Preocupan niveles de desempleo juvenil del 13,9%, por encima de la media mundial del 13,1%. Se trata de 27 millones de jóvenes. Ellos son los que abanderan las protestas callejeras cuando sus vidas están marcadas de desaliento y frustración por la falta de oportunidades. El desempleo juvenil afecta gravemente la sostenibilidad y la continuidad de las economías que han invertido fuerte en formar y capacitar a las nuevas generaciones, sin que su potencial pueda materializarse en innovación y talento. Al mismo tiempo, se comprometen pilares básicos como el sistema de pensiones y garantías sociales, pues grandes grupos cotizan por debajo de las necesidades. Este es un problema especialmente serio en Europa, donde además la población envejece a ritmo rápido.

La cuestión 'nini'

Se añade un factor perverso: el desempleo juvenil afecta en mayor medida a los más desfavorecidos, donde la tasa de paro llega al 25%, frente al 10% de los jóvenes de familias con mayores ingresos. Solo el 37% cotiza al seguro social de salud, el 29,4% al sistema de pensiones y apenas el 48,2% tiene contrato escrito, en comparación con el 61% de los adultos. También afecta el fenómeno denominado nini. En América Latina, 21 millones de jóvenes ni estudian ni trabajan, aunque la cuarta parte de ese grupo intenta conseguir un empleo activamente. La complejidad del problema se define por ciertos factores:

¿Por qué es tan importante que trabajen los jóvenes? Cuando la sociedad no puede estimular en los ciudadanos de edad más productiva los deseos de trabajar y de construir una vida, se promueve resentimiento y desengaño en la generación a la que corresponde ser la locomotora. Eso afecta a la estabilidad de las sociedades, a la credibilidad en las instituciones e incluso a las perspectivas de gobernabilidad democrática. Se vive la paradoja de que la generación mejor preparada de la historia no puede desplegar su energía, ni acceder a un trabajo digno. Para la Organización Internacional del Trabajo (OIT), los Gobiernos deben abordar el desempleo y la precariedad laboral a través del compromiso político, el diálogo social. En este sentido, los enfoques innovadores, sin prejuicios, son indispensables. El problema es grave y es de todos.

La plataforma YouthPol

Gran parte de los países de Iberoamérica y el Caribe desarrollan políticas de promoción del trabajo decente para hacer frente a los desafíos del desempleo juvenil. De esa experiencia se puede concluir que las intervenciones fragmentarias y aisladas no aportan soluciones. La OIT ha recopilado múltiples casos de diversos países, posee un instrumental de políticas de formación y promoción del empleo y quiere compartirlas con los países que así lo deseen. Es lo que hemos llamado la plataforma YouthPol, que contiene algunas de las diferentes experiencias vividas en nuestra región:

Encarar el desempleo juvenil como un desafío global obliga a la sociedad en su conjunto a actuar con sentido de urgencia para generar empleos dignos y productivos, que aseguren un futuro decente para las nuevas generaciones y la calidad de las sociedades en las que queremos vivir.

Elizabeth Tinoco es directora regional de la Organización Internacional del Trabajo (OIT) para América Latina y el Caribe.

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