_
_
_
_
_
Opinión
Texto en el que el autor aboga por ideas y saca conclusiones basadas en su interpretación de hechos y datos

Santo y ‘Novo’

La situación del BES ha pasado del desconcierto a la resolución en tiempo récord

Santiago Carbó Valverde

A principios del mes de julio, cuando se acumulaban las dudas sobre la solvencia del Banco Espírito Santo (BES), el Banco de Portugal se apresuró a afirmar que la entidad era solvente. Los problemas del BES se atribuían entonces a una controvertida gestión y a inversiones problemáticas muy localizadas. Sin embargo, pronto pudo comprobarse que el agujero patrimonial era descomunal y que la intervención tenía que producirse más pronto que tarde. Han transcurrido, sin embargo, semanas de desconcierto, de rumores y desmentidos, con una falta de acción que recordaba el desorden generalizado de los primeros rescates bancarios europeos cuando estalló la crisis. Los que seguían la secuencia: negación, aceptación y cargo al contribuyente.

Este será tal vez el último rescate antes de que el BCE asuma el papel de guardián de la estabilidad financiera europea

Sin embargo, algo ha cambiado seis años después de aquellas primeras, atropelladas y costosísimas intervenciones. En este fin de semana la situación del BES ha pasado del desconcierto a la resolución en tiempo récord. Por supuesto, podría haberse actuado antes —y, sobre todo, debería haber habido mecanismos de detección y alerta temprana que podrían haber evitado males posteriores—. Pero lo cierto es que cuando se decidió actuar, el pasado domingo, el Banco de Portugal y la Comisión Europea tenían a disposición casi todos los elementos que se han discutido en el marco de una Unión Bancaria que aún no ha arrancado: segregación de activos problemáticos, mecanismos de liquidación y asunción de pérdidas por parte de los tenedores de bonos y los accionistas y fondos disponibles para recapitalizar.

¿Es el BES una muestra exacta de cómo se actuará en el marco de la Unión Bancaria cuando el Banco Central Europeo y las autoridades comunes de resolución tomen el mando? No exactamente pero sí que revela pautas de actuación ya asumidas. Tal vez la más importante se refiere a las decisiones de de bail-in, aquellas que implican que accionistas y bonistas asuman las pérdidas antes de que lo hagan los contribuyentes. En la división del BES entre un nuevo banco —llamado, además, Novo Banco— y un banco malo, éste último será el único legado para los inversores en acciones y bonos del BES. Perderán casi todo. Sin embargo, no todo ha sido bail-in, porque también ha habido rescate (bail-out).

De parte de los fondos que quedaron como remanente del rescate a Portugal, 4.400 millones de euros se destinarán al fondo de resolución bancario luso, una hucha en la que las entidades financieras contribuyen para sufragar rescates pero que ahora mismo apenas cuenta con 380 millones de euros. Con los fondos europeos aportados, los depósitos y los activos buenos quedan asegurados y respaldados en Novo Banco. Que existiera el remanente europeo ha facilitado las cosas desde un punto de vista operativo, pero remanente no significa gratis y esos fondos engrosarán los costes que los portugueses tendrán que pagar.

Este será tal vez el último rescate antes de que el BCE asuma el papel de guardián de buena parte de la estabilidad financiera europea y puede considerarse como un puente entre dos realidades de la resolución de crisis bancarias en Europa: la desordenada y la que, aún con dudas, debería aportar más orden. Se han vivido semanas de cierta tensión contenida. La responsabilidad del BCE para poner orden en noviembre ha tenido en el BES un antecedente importante, porque con el diseño actual de la Unión Bancaria, esa rápida actuación no está siempre garantizada. Mejor prevenir que curar.

Regístrate gratis para seguir leyendo

Si tienes cuenta en EL PAÍS, puedes utilizarla para identificarte
_

Archivado En

Recomendaciones EL PAÍS
Recomendaciones EL PAÍS
Recomendaciones EL PAÍS
_
_