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EE UU apunta a los mercados ‘oscuros’

La Fiscalía de Nueva York encabeza una investigación acerca de las ‘dark pools’, unas plataformas bursátiles no reguladas que utilizan muchos grandes grupos financieros

Traders operando en la Bolsa de Nueva York.
Traders operando en la Bolsa de Nueva York.Ap

La imagen que el inversor corriente tiene de Wall Street es muy simple; una sala repleta de pantallas, con intermediarios esperando a que toque la campaña para empezar a cambiar de manos millones en acciones. La realidad, sin embargo, es mucho más compleja y fragmentada. Cada operación de compraventa de una acción es fruto de una complicada serie de transacciones en la que participan múltiples intermediarios y mercados.

La mayor parte de las órdenes las ejecutan además potentes computadores fuera del parqué en Manhattan, que operan a la velocidad del rayo y que son capaces de explotar hasta la más mínima variación de precio cuando el dinero del inversor se mueve por esta compleja estructura de intermediarios. Es por eso por lo que muchos se preguntan, como el senador Carl Levin, si esto a lo que llamamos mercado no es en realidad una ilusión.

Las sospechas de los reguladores se centran ahora en el medio centenar de plataformas alternativas operadas por instituciones financieras. Se trata de mercados paralelos no regulados, conocidos como dark pools (piscinas oscuras). El banco británico Barclay’s, por ejemplo, opera el segundo dark pool más grande de Wall Street, llamado LX. La estructura está diseñada para jugar desde el anonimato, y esa opacidad permite a las firmas anticiparse a movimientos con información que raya el privilegio.

UBS, Credit Suisse, Barclay’s y Goldman Sachs son los mayores operadores

El volumen que se mueve en esta especie de piscinas de activos en la sombra se cree que supera ya al del mercado neoyorquino, el mayor del mundo. Thomas Farley, presidente de la Bolsa de Nueva York (NYSE), ha esbozado algunas cifras: el 40,5% de las operaciones bursátiles se realizan ya al margen del mercado regulado, un récord. Eso, explicó en su reciente testimonio ante un comité del Congreso que investiga los conflictos de interés relacionados con estas plataformas, es problemático.

A las dark pools solo tienen acceso los grandes inversores institucionales, como fondos especulativos y de inversión. En principio, estas estructuras permiten gestionar los activos sin que su valor sufra excesivamente. Pero es todo mucho más complicado y solo hay que fijarse en los últimos sustos vividos en el parqué para entender por qué los dark pools preocupan. Hace cuatro años, el Dow Jones perdió un billón de dólares de valor en 20 minutos.

Brad Katsuyama, consejero delegado de IEX, se ha convertido en una especie de héroe gracias al reciente libro de Michael Lewis Flash boys. En el texto, Katsuyama aparece denunciando que la estructura del mercado pone a los inversores en desventaja sistemática. Utilizó la palabra “fraude” para describirlo. Y es por este delito que el fiscal del Estado de Nueva York, Eric Schneiderman, persigue al LX de Barclay’s.

Pero el referente en este negocio es el suizo Credit Suisse con su piscina CrossFinder. Barclay’s heredó la suya de Lehman Brothers. La tercera más potente la gestiona otro suizo, UBS. Otra dark pool potente es Sigma X de Goldman Sachs. Estos mercados alternativos están directamente relacionados con los movimientos bruscos que en el pasado se observaron en algunos valores en Wall Street. Y aquí entran en juego las operaciones de alta velocidad y frecuencia, ejecutadas por potentes ordenadores.

Schneiderman lleva un año examinando como están gestionadas estas plataformas paralelas. Su conclusión en el caso de Barclay’s LX es que logró hacer crecer su volumen de negocio a base de engañar a sus propios clientes e inversores, falsificando información de mercado.

Más del 40% de las transacciones se hacen fuera del sistema de la NYSE

El multimillonario inversor Mark Cuban es uno de los mayores críticos con el sistema de las dark pools. Considera que los mercados se están convirtiendo cada vez más en una plataforma sólo por aquellos actores con la capacidad tecnológica e intelectual para explotarla. Es, en otras palabras, un juego sólo para insiders (gente de dentro del sistema). Todas estas revelaciones recogidas en el libro de Lewis han servido para dar dimensión a una cuestión que cada vez genera más debate.

Joe Ratterman, consejero delegado de BATS Global Markets, insiste en que el negocio de inversión “no está podrido”. Es una afirmación que comparte Mary Jo White, la presidenta del ente regulador del mercado de valores en EE UU. En su opinión, la automatización de las operaciones bursátiles contribuye a abaratar costes, y eso beneficia tanto al inversor institucional como al corriente.

Sin embargo, es un hecho que dos terceras partes de los estadounidenses no confían en la actual estructura del mercado. La pasada crisis financiera tiene gran parte de culpa en este sentimiento de rechazo. Pero, como señala el senador John McCain, es como si no se hubieran aprendido las enseñanzas de la última hecatombe. La opacidad domina y eso provoca que los estadounidenses no vean Wall Street como una máquina de generar riqueza fiable.

Prohibir las dark pools es imposible y ni siquiera deseable. Nadie lo contempla. Farley sí defiende que se introduzcan cambios en la regulación para reducir la excesiva complejidad de los mercados, que valgan tanto para las plataformas reguladas como para las privadas. Ratterman también es partidario de una acción que permita que los clientes sepan al menos qué tipo de actores participan y con qué productos.

Como insiste McCain, la industria financiera puede ver aquí una oportunidad para regularse a sí misma y empezar a restaurar la confianza perdida, o puede esperar cruzada de brazos con argumentos arcanos a que se le imponga una solución. El objetivo de cualquier acción debe, coinciden los expertos, garantizar la integridad y la transparencia. La velocidad de las operaciones o la tecnología, admiten, no es el problema.

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