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Opinión
Texto en el que el autor aboga por ideas y saca conclusiones basadas en su interpretación de hechos y datos

Las auditoras, encubridoras

Ernst & Young, una de las 'big four', debía vigilar que Gowex no ocultase “datos relevantes”

Xavier Vidal-Folch

La lindeza más extemporánea del escándalo Gowex se debe, agárrense, al gobernador del Banco de España. “Es un tema menor”, espetó Luis Linde. Confundía la cantidad de la presunta estafa, relativa, con la cualidad de gravísimo fallo múltiple, sistémico, de todos los cortafuegos financieros.

Capotaron en su labor de alerta, control y supervisión, el consejo de la empresa; el MAB (Mercado Alternativo Bursátil); su propietario, BME (Bolsas y Mercados Españoles); la auditora, M&A; la auditora E&Y (Ernst and Young) como “asesor registrado”; la CNMV (Comisión del Mercado de Valores, supervisora del MAB). Todos.

Pero en la cadena de fallos el eslabón de responsabilidad más grave (presunto culpable directo aparte) corresponde a las auditoras. Porque son ellas las que, con sus certificados de corrección contable, generan la confianza primigenia, de la que se deriva la cadena de confianzas sucesivas: la de los bancos que prestan el dinero (casi todos los grandes españoles), la de los fondos de inversión (de JP Morgan a Allianz y casi todos los de la banca suiza) que compran acciones, la de los 5.000 pequeños inversores por unos 15.000 euros...

Todo indica que las auditoras actuaron en este (presunto) delito al menos como (presuntas) encubridoras. Como quienes —sin ser autores o cómplices— contribuyen a disimular el entuerto. Su rol es clave. Sin su concurso sería difícil convencer a tantos (futuros) perjudicados.

Sobre la auditora directa, el informe de la curiosa (y aprovechada bajista) denunciante Gotham (“Let's Gowex, a pescanovan charade”) es demoledor. Retrata a M&A Auditores, SL, como un ignoto chiringuito lleno de ordenadores viejos en un despacho minúsculo, facturando sospechosamente solo 68.500 dólares por una auditoría cuyo precio debiera —si fuese cierta la facturación declarada de Gowex— septuplicarse.

De mayor enjundia es el papel del “asesor registrado”, E&Y (Ernst and Young), una de las big four auditoras mundiales. Alguna versión minimiza su papel —no es conveniente incordiar al poderoso—, como si se limitase a señalizar el calendario de obligaciones informativas de las cotizadas y otras faenas meramente burocráticas.

No es así. El “asesor registrado” presta reputación a su cliente porque está muy implicado en su gestión financiera. La circular 10/2010 de BME prescribe que debe comprobar, antes que su asesorada salte al mercado, la calidad de su folleto informativo y que “no omita datos relevantes ni induzca a confusión a los inversores”. Gowex empezó a cotizar el 15 de junio de 2010, hace cuatro años; su presidente Jenaro García declaró el día D que la “falsedad” continuada de sus cuentas se extendió durante “los últimos cuatro años”. ¿No supo verla E&Y? ¿No quiso saberla?

La circular impone también al “asesor registrado” la obligación de acreditar que su cliente “evita incumplimientos” después de salir a Bolsa. Si Gotham asegura que los ingresos reales de Gowex solo suponían el 10% de los declarados, ¿por qué no lo supo la muy acreditada auditora E&Y?

“Jamás inviertas en un negocio que no entiendas”, aconseja Warren Buffet. ¿Por qué tantos le desoyeron?

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