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Opinión
Texto en el que el autor aboga por ideas y saca conclusiones basadas en su interpretación de hechos y datos

Europa y la seguridad del suministro energético

La UE debe forjar una estrategia única para contribuir a la estabilidad de los países productores

Los últimos sucesos en Irak vuelven a poner de manifiesto los riesgos geopolíticos del suministro del petróleo; dicho de otro modo, la dificultad de acceder al petróleo a un precio razonable. Pero aunque la virulencia del conflicto nos haya pillado por sorpresa, no es la primera vez que ocurren sucesos extraordinarios en Oriente Próximo que finalmente se traducen en interrupciones de la producción, si bien la naturaleza global del mercado del petróleo evita que se produzcan interrupciones en el suministro a los países consumidores.

La importancia geopolítica de la crisis iraquí es que se está produciendo en un país que no solo es el tercer exportador mundial, sino que en los últimos años se había convertido en la gran esperanza para el crecimiento de la producción en el mundo, tranquilizando a los mercados sobre la disponibilidad de crudo en el medio plazo. Así, la Agencia Internacional de la Energía (AIE) señalaba en 2012 que la producción de crudo aumentaría desde los tres millones de barriles diarios hasta los seis millones antes de 2020. Pero para llegar a esas cifras hace falta un país con una estabilidad que permita las inversiones, panorama opuesto al actual. Pero no nos olvidemos de otros países al hablar de geopolítica. Hoy se calcula que las interrupciones en la producción alcanzan los 3,5 millones de barriles día, de un mercado mundial de unos 90 millones de barriles día. Problemas en Libia (con 1,5 millones de bl/d fuera del sistema), Irán (700.000 bl/d), Nigeria (300.000 bl/d) y otros países (700.000 bl/d) están ejerciendo una presión al alza en el precio del crudo.

Si bien las interrupciones de producción se parecen mucho a las del pasado, la situación geopolítica de Europa es completamente distinta. Primero, por su total dependencia de la zona OPEP más Rusia, que no era el caso hace 30 años, en particular por Rusia, y segundo, por la menor dependencia de EE UU de sus suministros de Oriente Próximo.

¿Podemos reducir el impacto de la dependencia? ¿Cómo podemos mitigar estos riesgos? Está claro que la primera línea de defensa está bien articulada con las reservas estratégicas; sin embargo, en el largo plazo debemos realizar más esfuerzos para aumentar la estabilidad de los países productores claves y reducir la dependencia de países que puedan ser inestables.

En primer lugar, tanto la historia, como las previsiones y como la geología indican que siempre serán necesarias las reservas de Oriente Próximo, y que Europa nunca será capaz de eliminar su dependencia de esta región por mucho que reduzca su demanda o diversifique sus orígenes de suministro o sus fuentes de energía. Esto debería llevarnos a realizar las inversiones necesarias para contribuir decisivamente a la estabilidad en la zona, desde inversiones en cooperación para el desarrollo local hasta en defensa. El problema es que para tener una influencia geopolítica determinante, Europa no puede ser la suma de varios Estados, sino que necesita tener una unidad de acción. Sólo así tendría la capacidad de generar estabilidad política y económica, tanto en nuestros vecinos del norte de África como en nuestros cuasi-vecinos de Oriente Próximo.

En segundo lugar, Europa debe poner en valor sus recursos, cualesquiera que estos sean para reducir la dependencia exterior, y necesita incentivar el esfuerzo en exploración (siempre con las garantías necesarias de seguridad y respeto por el medioambiente). Es fundamental sacar lecciones del boom de los recursos no convencionales en EE UU, tratando de conseguir que sean las personas y las entidades locales más cercanas a los recursos los que se beneficien económicamente por la explotación de los mismos. En esta línea, la Comisión Europea ha señalado en su Estrategia de Seguridad Energética la importancia de desarrollar y diversificar el mix energético de los distintos países miembros, así como incrementar la producción de energía autóctona, desarrollar las tecnologías energéticas y aumentar la eficiencia energética. Aunque examinando esta estrategia, se diría que está orientada al gas y a solventar problemas relacionados con la crisis ucrania, y no contempla eventualidades como la actual problemática en Irak.

En conclusión. Primero, Europa debe aprovechar sus recursos autóctonos y hacer un esfuerzo en exploración. Segundo, es fundamental que tenga una capacidad de acción única para contribuir a la estabilidad política y a reducir los riesgos de interrupciones en el suministro.

Antonio Merino es director de estudios de Repsol.

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