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Rescates de distinto signo

Los países sometidos a programas de ayuda financiera han sufrido dosis similares de austeridad pero con resultados diversos

Alicia González

Irlanda: El modelo exhibido por Bruselas

Desde que Irlanda pusiera fin al plan de rescate internacional en diciembre pasado, el país se ha convertido en el ejemplo a seguir para la troika por su “ejemplar historial en la implementación del programa de reformas”. Y la decisión del Gobierno irlandés de abandonar el rescate sin muletas, es decir, sin un colchón financiero al que poder recurrir en caso de nuevos episodios de inestabilidad en los mercados, el modelo a seguir inevitablemente por los países rescatados si quieren recuperar el “sello” de país cumplidor y confiable. Lo que sea para seguir recibiendo el favor de los inversores.

El primer informe de seguimiento, elaborado por el Fondo Monetario Internacional (FMI) y coordinado con la Comisión Europea, constata el prometedor inicio de la recuperación irlandesa y la fuerte creación de empleo, que ya a finales de 2013 crecía a ritmos del 3,3%. El mercado respalda esa visión y durante algunos días el bono irlandés a 10 años llegó a cotizar incluso por debajo del de Reino Unido, algo no visto en más de cinco años. “Los países que han hecho claros progresos [en la aplicación de reformas], como Irlanda y España, están ahora recogiendo sus frutos”, sostiene Azad Zangana, economista para Europa de Schroders. Moody’s también lo cree así y ha revisado al alza la deuda irlandesa por segunda vez en menos de seis meses.

Pero el alumno ejemplar aún tiene todavía una larga lista de tareas pendientes por delante, y la más importante de ellas, pese a las ingentes cantidades de dinero inyectado en el sector, sigue siendo el saneamiento de la industria financiera. “Las pérdidas derivadas de las hipotecas representan el mayor riesgo doméstico para las finanzas de Irlanda”, sostiene Goldman Sachs en un informe. Y esas crecientes pérdidas se explican, sobre todo, por la elevada tasa de paro, para los estándares irlandeses, por encima del 12% y el desplome de los precios de la vivienda, aunque poco a poco van recuperando parte de la caída del 50% que sufrieron con el estallido de la crisis.

En esas condiciones, el crédito apenas tiene actividad, porque los hogares y las pequeñas empresas aún siguen haciendo frente a su elevada deuda del pasado. “Una saneada actividad crediticia depende de una recuperación sostenible y creadora de empleo”, reconoce el FMI.

Tanto el Fondo como la Comisión Europea confían en que Irlanda vuelva este año de forma permanente a los números negros, pero buena parte de esa recuperación está condicionada por que sus socios europeos mantengan un crecimiento positivo. Y no es eso lo que apuntan los datos del primer trimestre, donde solo Alemania y España mostraban una cierta fortaleza.

Que Irlanda haya dejado atrás el rescate no significa que haya logrado zafarse de la supervisión de la troika. Y la receta se mantiene invariable: “Terminar el trabajo para que el presupuesto se asiente sobre bases sólidas ayudará a proteger la recuperación en Irlanda”. No es 2010. Es el informe del FMI de principios de este mes de mayo.

Grecia: Sin rastro de la recuperación

Ha bastado la posibilidad —retirada en menos de 24 horas— de que el Gobierno de Grecia adoptara medidas tributarias relacionadas con la deuda pública para que la prima de riesgo volviera a repuntar con fuerza y los inversores hayan huido hacia lugar seguro. “Los riesgos en Grecia están aún subestimados”, lo que seguirá impulsando la venta de deuda griega, aseguraba esta semana a Bloomberg Gianluca Ziglio, director de renta fija de Sunrise Brokers. Las turbulencias de esta semana han llevado al bono a máximos desde finales de marzo.

El reciente regreso de Grecia a los mercados, después de llevar a cabo una quita de dimensiones históricas y con una deuda pública del 175%, hizo creer a algunos que la vuelta a la senda de la sostenibilidad y el crecimiento estaba a la vuelta de la esquina. Pero se trataba de una falsa ilusión. En Grecia no solo no se plantea la salida del plan de rescate, sino que periódicamente se baraja la posibilidad de un tercer programa de ayudas para hacer frente a la perversa dinámica de una economía todavía en números rojos y obligada a seguir adelante con las políticas de ajuste. “Aunque la economía griega está mostrando finalmente señales de vida, podría ser prematuro abandonar definitivamente el cuidado intensivo que supondría otro rescate”, dijo entonces James Howat, de Capital Economics.

De ahí que, como en ningún otro lugar en Europa, los mercados sigan con atención los resultados de las elecciones que se celebrarán en Grecia el próximo día 25. No solo porque el principal partido de izquierdas, Syriza, lidera las encuestas para el Parlamento Europeo, sino porque ese mismo día los griegos votarán también a sus dirigentes locales, y las previsiones apuntan a que el partido del conservador primer ministro, Antoni Samaras, sufrirá un fuerte desgaste. Tanto que la coalición de gobierno amenaza con disgregarse, y pocas cosas hay que los mercados teman más que un Gobierno en minoría.

“Si Syriza gana en las elecciones al Parlamento Europeo por un elevado margen, pensamos que el Gobierno estaría en peligro, dada su limitada mayoría en el Congreso, por apenas un diputado”, sostenía Bank of America Merrill Lynch en su informe europeo de esta semana. “Un aumento de las posibilidades de celebrar elecciones anticipadas sería recibido negativamente por los mercados, debido a la incertidumbre política que arrojaría”, concluye. Las elecciones presidenciales están previstas para febrero de 2015.

La troika insiste en que 2014 será el año definitivo de la recuperación en Grecia, pero la historia demuestra que una y otra vez el Fondo erra, por optimista, en las previsiones que sostienen sus planes de ajuste. Los últimos datos de actividad en el sector manufacturero han vuelto a apuntar una contracción, y ninguna de las pequeñas mejoras registradas en la actividad llega a sentirse en el mercado laboral, clave para un crecimiento sostenido.

Chipre: Daños colaterales de la crisis rusa

La mejora del sentimiento inversor hacia la zona euro ha permitido que incluso la asediada economía chipriota haya podido acceder a los mercados en busca de financiación, aunque haya logrado levantar apenas 100 millones de euros, frente a unas necesidades netas de financiación de 2.600 millones para este año y el próximo. Pero el país está muy lejos de seguir el camino de Irlanda o Portugal. Es más, “nosotros creemos que Chipre puede requerir una mayor asistencia financiera”, sostiene Michael Pearce, economista de Capital Economics.

Hay muchos factores que explican la necesidad de que Chipre pueda precisar un segundo rescate, y entre ellos, sin duda, los estrechos vínculos de la isla con la economía rusa. En los últimos años, Chipre ha recibido inversión extranjera directa procedente de Rusia equivalente a entre el 2% y el 5% de su PIB, y las exportaciones de servicios, sobre todo financieros, a Rusia representan el 9,3% del PIB chipriota. “Si el turismo ruso hacia la isla se desacelerara de forma significativa, la economía chipriota sufriría una recesión mucho más severa que la que atraviesa actualmente”, asegura un informe de la agencia de calificación Moody’s. El Fondo Monetario Internacional (FMI) prevé una contracción del PIB para este año del 4,75%.

Un mayor deterioro económico no ayudaría a la recuperación del sistema financiero, un sector clave para la economía chipriota y que aún debe avanzar en los ajustes y en la reducción de su tamaño. Junto a eso, los controles de capital agudizan la falta de crédito y, con ello, que la inversión empresarial siga en retroceso y que los hogares estén dilapidando sus ahorros ante las altas tasas de desempleo y las restricciones financieras. Ese escenario económico explica que, pese a las sucesivas subidas de impuestos, los precios, medidos por la tasa subyacente, acumulen ya varios años en territorio negativo.

Pese a ello, Standard and Poor’s ha revisado recientemente al alza la calificación y las perspectivas de Chipre, dado que en 2013 registró una menor caída del PIB de lo previsto y cumplió las metas del programa de ajuste. Pero el Fondo observa un serio cansancio reformista, especialmente tras la ruptura de la coalición de Gobierno. “La conclusión es que, incluso si el programa de ajuste y las reformas siguen su curso, el débil crecimiento y un largo periodo de deflación pueden hacer que la deuda siga en una senda insostenible. Chipre es un claro ejemplo de que, al menos para algunos países, la crisis de la eurozona está lejos de llegar al final”, concluye Pearce.

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Sobre la firma

Alicia González
Editorialista de EL PAÍS. Especialista en relaciones internacionales, geopolítica y economía, ha cubierto reuniones del FMI, de la OMC o el Foro de Davos. Ha trabajado en Gaceta de los Negocios, en comunicación del Ministerio de Economía (donde participó en la introducción del euro), Cinco Días, CNN+ y Cuatro.

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