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Chile quiere ser potencia alimentaria

El país planea incentivar las exportaciones y atraer inversión extranjera para que sus vinos, salmones y frutos secos se coloquen en lo alto del podio mundial

Trabajadores de la empresa mejillonera Submaris en plena faena en las costas de la isla de Chiloé.
Trabajadores de la empresa mejillonera Submaris en plena faena en las costas de la isla de Chiloé. C. S.-S.

Los chilenos siempre hablan de su pequeño tamaño. Lo hacen con modestia. “Somos un país pequeño, con poco más de 16 millones de habitantes”, repiten sin cesar a todo extranjero que les quiera escuchar. Por eso desde hace 15 años sus empresas se han centrado en la exportación para hacerse un hueco en el mundo, donde Chile “únicamente representa el 0,3% de la economía”, según Andrés Rebolledo, el nuevo director general de Relaciones Económicas Internacionales del Gobierno de Michelle Bachelet, poco después de un mes de su nombramiento.

Aunque todavía no se han cumplido los 100 primeros días de Gobierno a partir de los cuales la presidenta ha comprometido reformas de calado en el país sudamericano, lo cierto es que la industria agroalimentaria tiene claro que la Administración va a empujarla para que Chile se convierta en una potencia alimentaria mundial. De hecho, fue Bachelet en su anterior mandato quien comenzó a pugnar por ello. El Estado lo quiere y lo necesita para reducir su elevada dependencia del cobre, que supone casi la mitad de sus ventas al exterior. “El desafío del país es salir de su exportación concentrada en el cobre”, admite Rebolledo.

Y así es cómo el sector agroalimentario entra en escena y se perfila como parte de la solución. “Porque tiene un gran potencial para seguir creciendo y ganar en calidad”, indica Roberto Paiva, director de ProChile (el equivalente al ICEX español), “además de estar en la agenda de la presidenta Bachelet”. De hecho, Chilealimentos (la asociación que agrupa a la mayoría de empresas procesadoras de estos productos del país) prevé que de los 37.000 millones de dólares (cerca de 27.000 millones de euros) que suman hoy las ventas de alimentos en Chile, “en diez años podemos llegar a 60.000 millones de dólares (más de 43.000 millones de euros)”, asegura Guillermo González, gerente de la entidad. En su opinión, “la industria de los alimentos va a representar más que el cobre para la economía chilena. Es uno de los sectores con mayores perspectivas”.

Un discurso que, como el del tamaño de la nación o el de su cualidad de territorio exento de plagas, se repite a medida que se van produciendo las cerca de veinte entrevistas realizadas por el grupo de periodistas invitado por ProChile para conocer su sector agroalimentario sobre el terreno. Y, como no, estas buenas expectativas se vuelcan sobre el mercado extranjero. Ya sea a través de la exportación (que supone cerca del 50% de las ventas de este sector y en múltiples productos llega hasta el 95%) o mediante la inversión de empresas foráneas en la nación.

“Necesitamos atraer inversión al sector minero, pero también a otros, como la energía, los servicios, infraestructuras y el sector alimentario. Queremos captar capital de mayor calidad. Chile es una buena oportunidad de negocio y vamos a desarrollar instrumentos para apoyar esta inversión”, sostiene Jorge Pizarro, vicepresidente ejecutivo del Comité de Inversiones Extranjeras. Y respalda el ministro consejero de la Embajada de España en el Estado sudamericano, David Navarro.

El año pasado el país captó más de 20.000 millones de dólares (unos 14.500 millones de euros) del exterior y, según Pizarro, en 2014 se repetirá este volumen. “Es raro que un país del tamaño de Chile esté en el puesto 18 del mundo como receptor de inversiones extranjeras”, dice Pizarro, al tiempo que presume de los 23 tratados de libre comercio de que dispone el Estado.

La ruta de los sabores

Submaris, una productora de mejillones chilena que factura unos treinta millones de dólares, va a viajar a Madrid en mayo con la comitiva de Sabores de Chile, un evento con el que el Gobierno del país sudamericano quiere dar a conocer su industria agroalimentaria en Europa. En él participarán 21 compañías exportadoras chilenas. Empresas que, como Submaris, están inmersas en un proceso de mejora de la calidad de sus cultivos para atender a su demanda, el 95% de origen extranjero. El año próximo, una de las líneas de producción de su planta de Dalcahue será duplicada con una inversión superior a 500.000 dólares. Invertir es también la clave para la productora de nueces Huertos del Valle, una de las mayores del país con unas ventas de 34 millones de dólares, de los que ha destinado 12 a I+D para industrializarse con las últimas tecnologías. El objetivo de la salmonera Multiexport (400 millones de dólares de facturación) es rebajar la densidad de sus cultivos tras el virus que diezmó la población de salmones en 2009. Todo para vender más fuera de Chile.

España es el principal inversor, con cerca del 13% del total de la inversión extranjera directa realizada entre 2009 y 2012. Y es el país con mayor presencia de empresas allí: más de 1.200.

Según Paiva, las ventajas de Chile ante los inversores foráneos del sector agroalimentario son “su inocuidad, ya que es un país libre de plagas; su estabilidad política y su baja corrupción”.

Respecto a las exportaciones,Chile vendió fuera por valor de 77.400 millones de dólares en 2013 (algo menos de 55.000 millones de euros), de los que la industria alimentaria representó más del 20%. Los productos que despuntan en este sector son el salmón (Chile es el segundo productor mundial, por detrás de Noruega); las frutas y frutos secos (sobre todo nueces, uvas, ciruelas y manzanas, así como los zumos) y el vino. Unos alimentos y bebidas que fundamentalmente se destinan a la exportación.

“Vivimos para exportar”, afirma tajante Andrés Rodríguez, presidente de las asociaciones empresariales Chile Prunes y Chilean Walnut. El 95% de la producción de frutos secos se dirige al extranjero, pues en el mercado interno estos alimentos no son de consumo diario, explica. El 70% de las ciruelas también se venden en el exterior, agrega, de hecho el país es el primer exportador mundial de estas frutas.

Pero, como ocurre con otros productos, en general son comercializados en el extranjero a granel, con lo que los precios que se pagan por ellos son más bajos y la percepción de calidad no es tan alta como debiera. Es una queja de casi todos los empresarios. Sobre todo los que trabajan en la viticultura, que son precisamente los que más han explotado la marca Chile y la de sus propias bodegas fuera.

Las exportaciones de vinos chilenos supusieron el pasado año casi 1.900 millones de dólares (unos 1.400 de euros), lo que colocó al país entre los ocho mayores productores del mundo, según ProChile. El objetivo de este sector ante 2020 es que sus ventas en exteriores sobrepasen los 3.000 millones de dólares. “Apenas el 25% de nuestra producción se comercializa en el mercado interno”, señala un representante de la asociación Vinos de Chile, para quien el vino del país “salió como bueno, bonito y barato, y ahora queremos suprimir el barato con caldos de alta calidad”. Esos son de los que presume Viña Matetic, que en 115 hectáreas en el valle de Rosario produce 400.000 botellas de vino en una de las cinco viñas más visitadas del país, según el director de exportación de Matetic, José Miguel Irrázaval.

El tipo de cambio es muy competitivo, está como nunca para el sector exportador, sostiene Rebolledo. “Eso ayudará a la competitividad del país, que la ha ido perdiendo por el problema energético que tiene y por el aumento del coste de la mano de obra”, apostilla Claudio Seguel, directivo de Watts, una de las grandes compañías de alimentación chilenas, que factura 710 millones de dólares anuales. Ello servirá para compensar el menor crecimiento económico previsto para Chile, revisado a la baja por los organismos internacionales, según Rebolledo; a la vista también de los daños producidos por el terremoto del norte del país y por el más reciente incendio en Valparaíso.

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Sobre la firma

Carmen Sánchez-Silva
Es redactora del suplemento Negocios. Está especializada en Economía (empleo, gestión, educación, turismo, igualdad de género). Ha desarrollado la mayor parte de su carrera en EL PAÍS. Previamente trabajó en La Gaceta de los Negocios, Cinco Días, Ranking, Mercado e Ideas y Negocios. Es licenciada en Periodismo por la Universidad Complutense.

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