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EUGENIO GALDÓN / Presidente de la Fundación Everis

“Me congratula ver a determinadas personas entre rejas”

Eugenio Galdón, presidente de la Fundación Everis
Eugenio Galdón, presidente de la Fundación EverisCARLOS ROSILLO

Eugenio Galdón (Cartagena, 1950), nuevo presidente, en sustitución de Eduardo Serra, de la Fundación Everis no da una entrevista; da titulares. Los dispara como balas trazadoras. También mira a su propia actualidad, como es la compra de Ono (compañía que fundó en 1995 y de la que fue presidente hasta 2008) por parte de Vodafone, que se ha convertido en la mayor inversión extranjera en España desde que en 2009 Enel se hiciera con Endesa. Y en ese movimiento advierte consecuencias: “Telefónica tendrá a partir de ahora un temible competidor”.

Pregunta. ¿Con qué ideas nuevas llega a la fundación? ¿Qué cambiará?

Respuesta. La fundación tiene el objetivo de ayudar a transformar talento en valor y devolvérselo a la sociedad. Hay dos cosas en las que voy a poner el acento. En que los nuevos socios de Everis —la consultora japonesa NTT Data— entiendan que nuestra fundación tiene un papel distinto del de una convencional. Y en su internacionalización. Tenemos que hacerla viajar a México, Colombia, Brasil, Chile. Países en los que Everis está implantado con éxito.

P. Su antecesor, Eduardo Serra, ha pasado de dirigir una fundación sin ánimo de lucro a hacer lobby en España para fondos de alto riesgo estadounidenses. Vaya cambio.

R. Vamos a ver. Deja la fundación después de que haya logrado unas cotas de eficiencia únicas. Lo he dicho internamente: asumo la labor de más riesgo de mi vida profesional —que ha sido siempre arriesgada— porque llegar al nivel de Eduardo Serra será difícil. No creo que su relación con Pescanova [lidera un grupo de fondos internacionales, entre ellos Knight Head y Blue Crest, que pujará por hacerse con su gestión] fuera propiamente la de un lobista. Serra es capaz de formar amplios consensos. Y me consta que fue llamado a Pescanova por ese carácter integrador que tiene.

P. ¿Hay que seguir transformando España? ¿Hacia dónde?

“Es imprescindible que los dos grandes partidos consensúen un marco educativo”

R. Definitivamente. Hemos recorrido un gran camino a costa de enormes sacrificios. No tenemos derecho a que por no hacer la última parte del camino esos sacrificios, de un coste social elevadísimo, se pierdan por el sumidero. Es responsabilidad de la sociedad civil, no solo de los políticos, acabar el trabajo.

P. ¿Cómo será el país después de la crisis?

R. Será una España muy cambiada. De la crisis saldrá un país posglobalización, un país mucho más flexible y más seguro en sus bases económicas. Una nación que ha hecho buena parte de los deberes, y que quizá tendría que haberlos hecho antes, pero que no los hizo por el espejismo del boom de la construcción.

P. Habla de la transformación económica y social, ¿pero qué hay de la transformación ética?

R. Hace falta una transformación ética, pero tiene que ser de toda la sociedad. Estamos muy impresionados por la presencia de la corrupción en la vida política y empresarial, aunque no podemos olvidar que parte tiene que ver con un funcionamiento muy lento de la justicia. No podemos pensar que los políticos son unos seres extraterrestres que han venido disparados de Marte con sus ideas de corrupción. Es mentira. No es así. La mayoría no son corruptos. Y quienes lo son, su estructura ética es una réplica de la estructura ética de la media de la sociedad. Si hablamos de impulso ético, este tiene que recorrer toda la sociedad española. Me duele como ser humano, pero me congratulo como partícipe de este país ver a determinadas personas procesadas o entre rejas.

P. Centrémonos en los pupitres, uno de los soportes de la fundación. Si hay cambio de Gobierno, una de las primeras medidas será derogar la ley Wert. ¿Merecidamente?

R. La ley Wert es un error de método mucho más que de contenido. Honradamente, le quitaría un par de cosas —que están hechas para contentar a parroquias locales, y no uso parroquias en ningún sentido—: la cuestión de las lenguas y la enseñanza religiosa. Es una pena que por atender a las peticiones de no sé qué clientelas se haya perdido la oportunidad de tener una ley de consenso. No podemos estar en este vaivén de que cada Gobierno cambie la ley de educación. Resulta imprescindible que por lo menos los dos grandes partidos consensúen un marco educativo que dure 15 o 20 años.

P. Con un 1,3% del PIB destinado a I+D, ¿de verdad se puede hacer investigación en España?

R. Se puede hacer poca. La investigación es uno de los grandes perjudicados por la recesión. Porque necesita continuidad y no ser víctima de los ciclos. Creo que tendremos que recomponer muchos vasos rotos cuando lo permita la superación de la crisis.

P. Esa imagen de vasos rotos lleva a la miríada de investigadores y licenciados que han tenido que irse del país. ¿Lograremos que vuelvan?

[Tras la compra de Ono por Vodafone] “Telefónica tendrá un temible rival”

R. Será complicado. Porque se han roto dos cosas: vidas investigadoras, incluso personales, y también la confianza. Se ha quebrado la fe en una política científica y lo ha hecho con estrépito. Aun así, no es imposible que regresen, pero va a resultar difícil y pagaremos un precio.

P. ¿Qué riesgos corre un país que pierde su generación con más talento?

R. No pienso que España haya perdido una de las generaciones con más talento. Hay una generación perdida, que en parte puede ser la del talento. Pero existe una proporción de esa generación, seamos sinceros, la mayor parte, que no es la del talento. Me refiero a todos los españoles que abandonaron, entre 2000 y 2008, la educación, incluso la obligatoria, y empezaron a trabajar porque todo el mundo podía ganar 3.000 euros en una obra.

P. Y contra ese paro, la receta es el emprendimiento. ¿No está sobreestimado como fórmula frente al desempleo?

R. Siempre se corre el riesgo de sobreestimarlo. Pero tengamos algo en cuenta: el emprendimiento es fracaso. Y el fracaso es bueno. Yo me he beneficiado de la concepción que de él tienen los estadounidenses. Cuando en 2000 traté de sacar a Bolsa Ono, fracasé. Porque fue en medio del estallido de la burbuja puntocom. Estaba en un hotel de Zúrich (Suiza) y a las tres de la mañana llamé a Pilar Valiente, presidenta entonces de la CNMV. “Pilar”, le dije, “lo siento en el alma. He estado viendo los libros. Está lleno de especuladores y no voy a meter a mi empresa en este follón. Nos retiramos”. Cuando salimos de todo aquello y en 2005 estábamos en Estados Unidos buscando dinero para la expansión de la compañía, uno de los argumentos más positivos que encontraba en los inversores institucionales era que habíamos sabido levantarnos del fracaso.

P. La compra de Ono por parte de Vodafone es la mayor inversión extranjera en España en el último lustro. ¿Cómo valora la operación? ¿El precio de 7.200 millones de euros le parece correcto?

R. Vodafone adquiere un magnífico activo, imprescindible para avanzar en el mercado español. Ono pasa a ser gestionado por un líder mundial del sector. Y Telefónica tendrá a partir de ahora a un temible competidor, que por fin podrá replicar y mejorar todas las ofertas que incluyan banda ancha y televisión, con lo que el consumidor saldrá ganando. Yo fundé la compañía en 1995 y la presidí durante 14 años, y me llena de satisfacción que Ono participe de este modo en el necesario proceso de consolidación de las telecomunicaciones europeas. Ya a finales de los noventa, en los road shows para financiar Ono, a la pregunta de quién podría comprarla en el futuro, respondía que muy probablemente Airtel. Así se llamaba entonces Vodafone. Respecto al precio, es similar al pagado en los últimos dos años por activos parecidos en Europa.

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Sobre la firma

Miguel Ángel García Vega
Lleva unos 25 años escribiendo en EL PAÍS, actualmente para Cultura, Negocios, El País Semanal, Retina, Suplementos Especiales e Ideas. Sus textos han sido republicados por La Nación (Argentina), La Tercera (Chile) o Le Monde (Francia). Ha recibido, entre otros, los premios AECOC, Accenture, Antonio Moreno Espejo (CNMV) y Ciudad de Badajoz.

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