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Tribuna
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“No muera usted por una décima”

No es cierto que la reforma financiera no vaya a costarle un euro a los contribuyentes

Las Administraciones públicas españolas concluyeron 2013 incumpliendo por poco más de una décima el objetivo de déficit, el 6,5%. Finalmente, hemos cerrado el déficit en un 6,62%, que si incluimos las ayudas a la Banca alcanzaría un 7,08%. El Ministro Montoro ya había advertido en una entrevista a este diario que, respecto de los datos de déficit: “No muera usted por la décima. Muera por lo que significan esas cifras en términos de su efecto económico”. Efectivamente, lo más relevante no es una décima de déficit más o menos, sino la realidad económica y las perspectivas de futuro, que hay detrás.

Lo primero que hay que destacar es que la reducción del gasto en 2013 ha venido de un único sitio, la reducción de las ayudas a la Banca. En 2012 los españoles “aportamos” a fondo perdido más de 38.000 millones de euros, mientras que en 2013 esta cifra se redujo a poco más de 4.600 millones de euros. Toda esta cuestión es gris. No es cierto que la reforma financiera no vaya a costarle un euro a los contribuyentes, como en su día prometió el Presidente Rajoy, ni tampoco que el tema se hubiese solucionado en 2012 definitivamente. Por otra parte, el gasto en estas ayudas en 2013 ha sido inferior, y aunque cualquier persona razonable esperaría más gasto en el futuro, no parece que vayan a ser ni mucho menos de la magnitud de 2012.

La situación de la Banca es mejor que en 2012 y no se esperan más bancos quebrados. Además, nadie tiene miedo a dejar el dinero en el Banco, y poco a poco el dinero en el extranjero está volviendo a España. Sin embargo, la reforma bancaria no ha concluido y los índices de morosidad están en máximos. Como en casi todas las cuestiones económicas en España, una de cal y otra de arena.

Dejando aparte las cuestiones bancarias, las Administraciones Públicas han sido menos austeras y han gastado más en 2013 que en 2012. Si la prima de riesgo no hubiese bajado considerablemente en 2013, el aumento de los intereses se hubiese llevado por delante toda la consolidación fiscal. Sin embargo, afortunadamente la mayor estabilidad financiera en toda Europa, mérito fundamentalmente del Banco Central Europeo ha hecho que todas las economías periféricas hayan disminuido su coste de financiación. Aún así, con una deuda pública de más de un 94% del PIB, España tendrá que emitir a lo largo de 2014 casi 250.000 millones de euros, entre el déficit previsto y la renovación de la deuda que vence este año. Esto es muchísimo dinero, una cuarta parte de todo lo que los españoles producen en un año; y quiere decir que somos mucho más sensibles que antes a cualquier incremento de los tipos de interés. Traduciendo, un eventual incremento de la prima de riesgo tendría efectos más destructivos de los que tuvo en el pasado.

Ante esto, la reducción del déficit público debería ser una prioridad. Sin embargo, para conseguirlo habría que insistir en las tres palancas: mejora de la lucha contra el fraude, recorte de gasto y aumento de ingresos. Los datos de 2013, en los que la Agencia Tributaria ha disminuido el resultado de su actividad de control en un 9%, por primera vez en la historia, indican que el actual modelo de control está agotado. Si seguimos invirtiendo mucho menos que los demás países, no podemos esperar mejores resultados como un regalo del cielo. Además, el punto clave, la conciencia fiscal en España está muy deteriorada por los continuos escándalos tanto de dinero negro, como de manejo de dinero público, con la indigesta guinda de una reciente amnistía fiscal. Aunque algo está empezando a cambiar en este tema, no lo tenemos fácil.

Dada la situación de la lucha contra el fraude, quedan la reducción del gasto público y el aumento de ingresos. Ya hemos visto que las Administraciones gastaron más en 2013 que en 2012, pero además para Rubalcaba, Cayo Lara y Rajoy, España sólo tiene un problema de ingresos y no de gastos. Toda la clase política española, con la excepción de Upyd que sí considera que hay que recortar el gasto público, fía la reducción del déficit al incremento de ingresos. Bien, sin ayudas a la Banca, el Estado gastó en 2013 más de un 44% del PIB. Sin embargo, en el pico de la burbuja, en el año de máxima recaudación, 2007, España sólo consiguió ingresar un 41% del PIB. Esto quiere decir que vamos a tener que incrementar mucho los ingresos, pero mucho; lo que parece poco compatible con bajar impuestos.

En el tema de los ingresos, caben dos posibilidades para recaudar, ampliar bases o incrementar tipos. De nuevo en 2013, las bases imponibles de los principales impuestos marcaron un nuevo mínimo, ascendieron al 105% del producto interior bruto. En 2007, estas bases ascendían al 123% del producto interior bruto. Estamos recaudando sobre unas bases cada vez menores, por culpa de la falta de coherencia del sistema fiscal y, sobre todo, del fraude. En estas condiciones, rebajar el déficit con todos estos condicionantes no es sencillo; hacerlo, además, bajando tipos impositivos, no parece posible. Cuando enjuiciamos la reforma fiscal, ésta es una realidad que deberíamos tener muy en cuenta.

En fin, una décima de incumplimiento del déficit no es importante, pero la realidad económica, presente y futura que subyace en ese dato, sí lo es, y de momento, tiene más sombras que luces.

* Francisco de la Torre Díaz es inspector de Hacienda y autor de ¿Hacienda somos todos? (ed. Debate).

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