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El agridulce pastel chino

La crisis ha provocado un desembarco masivo de empresas españolas en el país

Varios trabajadores de la fábrica principal de Batz en Kunshan, donde produce componentes de automóvil.
Varios trabajadores de la fábrica principal de Batz en Kunshan, donde produce componentes de automóvil. Zigor Aldama

“La estrategia de fabricar en China para exportar a otros mercados ya no tiene sentido en muchos casos”. Jesús Amezaga lleva una década como director de Fagor Automation en China —una de las cooperativas del grupo que continúa operando sin problema alguno tras la caída de Fagor Electrodomésticos— y lo tiene claro. A pesar de los tópicos que rigen todo lo relacionado con la segunda potencia mundial, cada vez más empresarios piensan como él. El aumento del precio de la mano de obra, combinado con la apreciación de la divisa nacional —el yuan—, ha reducido notablemente el atractivo de China como base manufacturera. El directivo vasco incluso avanza que “no está claro que el país vaya a seguir siendo la fábrica del mundo”. No en vano, incluso empresas chinas han comenzado a deslocalizar parte de su producción a países más baratos, como Vietnam o Indonesia.

Si a todo ello se suma un mercado interno cada vez más saturado y la falta de un marco legal transparente, es fácil comprender por qué cada vez más empresas extranjeras hacen las maletas. Pero también ocurre lo contrario, porque el aumento del poder adquisitivo de la población china y el todavía robusto crecimiento económico —7,7% en 2013— también abren oportunidades de negocio. De hecho, la propia Fagor Automation, que apostó desde el inicio por la fabricación de sus sistemas de control numérico en Pekín para su venta en el mercado interno, ha capeado la crisis con resultados positivos. “Si se tiene éxito, China puede ser un puntal importante en una estrategia de multilocalización bien diseñada y fortalecer a la empresa matriz”, señala Amezaga.

Según el Ministerio de Comercio de China, unos 2.000 proyectos empresariales cuentan con inversión española en el país. Aquí se incluyen desde churrerías hasta tecnología punta para aeronáutica, y son, según datos proporcionados por la Oficina Económica y Comercial de España, el fruto del trabajo de entre 600 y 700 empresas, la mitad de las cuales concentra su actividad en la zona de Shanghái y del delta del río Yangtsé.

La crisis ha provocado que su número aumente considerablemente, pero, como apunta el analista en Pekín Javier Serra, ha cambiado su fisonomía: “En los últimos años constatamos que han desaparecido muchas empresas pequeñas de consultoría, dedicadas a buscar proveedores chinos para importadores en España, mientras que han desembarcado empresas más grandes centradas en el mercado doméstico chino, como Repsol, Maxam o Cepsa”. Es, sin duda, el cambio que busca el Gobierno del país asiático.

Alimentación, moda, tecnologías y ‘e-commerce’ ofrecen alternativas

“Una característica excepcional de la economía china, fruto de su tamaño y de su rápido crecimiento, es que ofrece oportunidades propias tanto de las economías emergentes como de los países más desarrollados”, analiza Íñigo Mendiburu, director de la consultoría Igeo en China. “Eso permite que el país pueda considerarse, a la vez, como un mercado de gran potencial, una plataforma productiva competitiva, y un socio inversor adecuado para el desarrollo de proyectos empresariales”.

Eduardo Euba, consejero económico de España en Shanghái, destaca las oportunidades que se abren en el ámbito de consumo: “En paralelo al avance del proceso de urbanización y expansión de la clase media van la alimentación y las bebidas, la moda o el comercio electrónico. Notables también son las oportunidades en servicios como salud o educación —aunque todavía están restringidos a las compañías extranjeras—, y en sectores como los de tecnologías medioambientales, maquinaria industrial y automoción”.

Batz trabaja en el último de ellos. Fabrica pedaleras y frenos de mano para el automóvil —en China se vendieron más de 20 millones de coches en 2013—, y es un ejemplo de éxito silencioso. Comenzó integrando su planta en el parque industrial de la corporación cooperativa Mondragón en Kunshan, y captó importantes proyectos que le han permitido añadir nuevas líneas y acometer una expansión productiva en el sur y en el interior del país. “El problema de muchas empresas españolas es que no quieren ir a la China profunda, que es donde realmente los salarios ofrecen una ventaja comparativa. Centros desarrollados como Shanghái, Tianjin o Guangzhou están muy saturados. Quienes se aventuren al interior tendrán más posibilidades de éxito”, apunta un empresario del sector que pide mantenerse en el anonimato.

Mendiburu cree que, a pesar de las dimensiones del país, la pyme también tiene cabida. “China ofrece oportunidades a empresas capaces de identificar un nicho en el que desarrollen ventajas competitivas propias. Se trata de estudiar el mercado para cada empresa y valorar qué factores les diferencian de la competencia, aunque sea en un subsector muy especializado de tamaño relativamente reducido”.

Para las pymes también hay negocio si eligen bien su nicho

La bodega Abadía Retuerta, de Ribera del Duero, busca el éxito en el nicho del lujo de dos sectores a la vez: el agroalimentario y el del turismo. El año pasado comenzó a exportar sus vinos de gama alta —con precios a partir de 80 euros por botella—, y buscan destacar entre la maraña de bodegueros que ha llegado a China dándose codazos, ofreciendo también viajes exclusivos a la abadía del siglo XII que da nombre a la bodega y que ha sido reconvertida en un hotel de cinco estrellas.

“Entendemos que China es importante más para el negocio futuro que para el actual. Es un mercado como el de Estados Unidos hace dos décadas. Y sabemos que necesitamos aliarnos con un buen distribuidor e invertir recursos para entender al consumidor local, posicionar la marca, y elegir los productos que mejor encajan. Porque queremos vender una experiencia completa que incluya también viajes a España para visitar la bodega”, explica Enrique Valero, director general de Abadía Retuerta.

Preguntado por el súbito exceso de oferta de caldos españoles en China, Valero considera: “El sector se tiene que planificar mucho mejor y tiene que invertir en comunicación para enviar mensajes claros”. Por eso, el empresario apuesta por el fortalecimiento de la “marca España” a través de uniones sectoriales que den fuerza a la pyme, como la de Grandes Pagos de España, una asociación que agrupa a dos docenas de bodegas y que busca crear sinergias en China, el país que más vino bebe del mundo, pero en el que las importaciones del mismo se han estancado.

Finalmente, los analistas destacan el valor de China como potencial inversor. El gigante asiático ya es el tercer país que más dinero gasta en el mundo y, según un informe de Deloitte, en el primer semestre de 2013 las empresas chinas protagonizaron 98 fusiones y adquisiciones en el extranjero por un valor estimado en 27.000 millones de euros. “Ahora son ellos quienes tienen el dinero en efectivo y nosotros quienes lo necesitamos”, apunta un empresario español del sector de moda. “La tortilla ha dado la vuelta”.

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