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Opinión
Texto en el que el autor aboga por ideas y saca conclusiones basadas en su interpretación de hechos y datos

En tiempos de luz menguante

La respuesta a la crisis ha disparado la desigualdad

Joaquín Estefanía
Angela Merkel y Mariano Rajoy, en la reunión del PPE en Dublín.
Angela Merkel y Mariano Rajoy, en la reunión del PPE en Dublín. Juanjo Martin (EFE)

Rajoy dijo en Dublín que de lo que se habla ahora es de si la recuperación es más o menos profunda. Si fuese así (lo que significa situarse en su terreno de juego), para hacer política lo que se ha de analizar son las secuelas de la crisis pasada en nuestras sociedades. De la Gran Depresión se salió con una teoría económica, el keynesianismo, que se aplicó con mucho éxito durante casi tres décadas; fue el tiempo en que las economías crecieron más y con menos desigualdades sociales. Para superar la fase más dura de la actual crisis se ha aplicado una práctica económica, el capitalismo de Estado, consistente en aportar paladas de dinero público para superar los problemas de los sistemas financieros.

Se estima que en EE UU se inyectaron directamente en los bancos privados 3,3 billones de dólares, con el objeto de sanearlos. Según el Manifiesto hacia un Nueva Europa, con el que los socialistas del continente se presentan a las elecciones europeas, el rescate a los bancos de la zona ha costado 1,6 billones a los contribuyentes. En el otro extremo, la salida de la crisis deja un crecimiento exponencial del paro y una devaluación de los salarios.

Un texto elaborado por cinco economistas (¡Actúen ya!, de Heiner Flassbeck, Paul Davidson, James K. Galbraith, Richard Koo, Javati Ghosh, editorial Deusto), indica que con esta crisis el paro ha alcanzado su máximo en más de 50 años, a pesar de que la participación de los salarios es la más baja de la historia. Los intentos de flexibilizar los mercados laborales y de mejorar la competitividad de los países a través de reducciones salariales han llevado a una carrera internacional de mínimos. “Por consiguiente”, dicen estos economistas, “se ha disparado la desigualdad y se han ensombrecido las expectativas de toda una generación. El elevado paro juvenil y la pérdida de confianza en las oportunidades de progresar socialmente crean un terreno abonado para los extremistas que amenazan la democracia”. Lo que quiere hacer el protagonista de El lobo de Wall Street: robar a los pobres para dárselo a los ricos.

Las consecuencias de la crisis desde el punto de vista de las oportunidades vitales serán muy grandes. Veamos lo sucedido en España: desde 2008 hasta la actualidad se han perdido en la Unión Europea alrededor de 5,6 millones de puestos de trabajo, de los cuales dos de cada tres pertenecen al mercado de trabajo español. Al tiempo, la renta media de los hogares, en vez de aumentar, se ha reducido un promedio del 8,5%. España es el país en el que más aumentó el paro desde el inicio de la crisis y donde la distribución de la renta mostró una evolución más negativa desde el punto de vista de la igualdad.

El incremento del paro, por sí mismo, no tiene un efecto automático sobre la desigualdad de la renta de los hogares, pero si se le suma la reducción de la cobertura y de la generosidad de las prestaciones del desempleo, se explican las razones (por la parte baja de la sociedad) por las cuales España ha pasado, desde el inicio de la crisis, de ocupar la quinta posición en la clasificación de la desigualdad de la UE (tras Grecia, Italia, Portugal y el Reino Unido) a situarse en cabeza, seguida de Grecia (Encuesta de condiciones de vida, de Eurostat).

Según los trabajos de la socióloga Olga Salido, para el Informe sobre la Democracia en España de la Fundación Alternativas, la crisis ha tenido una incidencia y virulencia sin precedentes en dos colectivos: los jóvenes y los varones. En otro trabajo de la misma fundación (¿Cómo afecta la crisis a las clases sociales?, José Saturnino Martínez García), se dice que España es el país en el que los más pobres más se han empobrecido con la crisis, mientras que los más ricos casi no la han notado. Según este sociólogo, la movilidad se distribuye del siguiente modo: sube un poco la clase alta, aumentan los extremadamente pobres, los pobres y la clase media-baja, y se reduce la clase media-media y la clase media-alta.

¿Para cuándo se hablará de ello en la agenda pública?

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