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Editorial
Es responsabilidad del director, y expresa la opinión del diario sobre asuntos de actualidad nacional o internacional

Empleo con alfileres

Existen indicios, casi impresiones todavía, de que la economía española empezará a reducir lentamente el volumen de desempleo en 2014. Los datos de paro registrado correspondientes al pasado mes son favorables, así como los de afiliaciones a la Seguridad Social. Parecen coherentes con el final de la recesión más larga sufrida en las últimas décadas. Pero de ningún modo son suficientemente intensos como para que pueda anticiparse una rápida eliminación de ese 26% de tasa de paro. Tampoco la calidad del empleo creado permite albergar favorables expectativas respecto a su influencia en la confianza de las familias y en la rápida recuperación de las decisiones de gasto y en la reducción del endeudamiento de las mismas. La realidad es que los indicios de recuperación del empleo se fundamentan en empleo precario y conversión forzada de asalariados en autónomos.

Si antes de la reforma laboral la temporalidad excesiva denunciaba por sí sola una de las más serias limitaciones del mercado de trabajo, ahora lejos de corregirse sigue ampliándose y reforzando la precariedad de los nuevos empleos. Esa reforma, además, ha dotado de mayor flexibilidad a las empresas en su gestión del factor trabajo. Las rentas salariales también han sufrido sus consecuencias en un contexto de permanente cautela de las empresas antes de renovar sus decisiones de ampliación de capacidad, incluida la contratación de trabajadores.

La contrapartida de esa precarización del empleo no será un aumento de su ritmo de creación. Para que esto ocurra la condición necesaria no es tanto el abaratamiento a ultranza del trabajo, sino la identificación por los empresarios de señales claras de recuperación de la demanda y una normalización de la financiación crediticia. Ni una ni otra están hoy por hoy garantizadas. Sin generación de mayores ingresos por ventas y sin crédito para inversión, el empleo destruido en estos años se sustituirá muy lentamente. Para acelerar las señales observadas en febrero es necesaria una alteración significativa de las políticas económicas adoptadas en la eurozona y en España, propiciadoras hasta hoy del bajo crecimiento y peligrosa desinflación, en lugar de los resultados más favorables que se observan en EE UU o Reino Unido.

En España no solo es lenta y precaria la creación de empleo, sino que la persistencia de esas elevadas tasas de paro, especialmente las que afectan a los jóvenes, erosionan el crecimiento potencial de la economía. Capital humano sin utilizar, expuesto a la frustración o, en el menos malo de los casos, a la emigración, no es un reflejo de aprovechamiento de los recursos para aumentar la prosperidad de la economía. Sería, por tanto, una señal de irresponsabilidad echar las campanas al vuelo con las tibias señales que acabamos de recibir del mercado de trabajo.

A pesar de que la reforma y el abaratamiento del trabajo haya podido reducir el umbral a partir del cual se crea empleo de forma clara, esta no será suficientemente explícita hasta tanto la demanda doméstica aporte muestras consistentes de recuperación. La creación mayoritaria de empleo sigue dependiendo de empresas pequeñas y medianas cuyas ventas provienen del mercado nacional y con una situación financiera vulnerable. La mejora de la salud de estas será el auténtico indicador adelantado de que el mercado de trabajo mejora de forma sustancial.

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